Cajas de ahorros y el marmotismo

La todavía irresuelta fusión de las antiguas cajas de ahorros gallegas vuelve por donde vino, debido a que, en realidad, no fue a ninguna parte

Hay confluencias que, en ocasiones, son difíciles de entender. En América del Norte tienen instituido un día muy especial en el que, gracias a un animal muy propio de aquellas tierras, la marmota, se puede prever el tiempo que hará un vez finalizado el invierno.

Es como nuestras “témporas” pero con bicho peludo, esponjado y amoroso; allí lo denominan, no sin cierta originalidad eso sí, “el día de la marmota” (Groundhog Day).

En dicho folclórico y ya universalizado día, el 2 de febrero, si la marmota al salir de su madriguera no ve su sombra, por ser un día nublado, dejará su confortable madriguera de lo cual se deduce, no sabemos muy bien por qué extraño motivo, que el invierno acabará pronto.

Si, por el contrario, el meteorológico mamífero, cual orejudo calendario zaragozano, se encuentra con un soleado día y el poco despierto animalillo ve su propia sombra, por ello, tampoco sabemos la razón, se meterá de nuevo en la madriguera permitiéndonos corroborar que el invierno durará seis semanas más. Sí, ni cinco ni siete, seis.

En el desastre de las cajas de ahorro gallegas participaron más instancias que, en estos momentos, no parecen tener culpa alguna

Sin relación, al menos directa, con el argumento, en 1993 se estrena una película de título Groundhog Day (El día de la marmota) que, curiosamente, en España perpetró el título de Atrapado en el tiempo. Dirigida por Harold Ramis y protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell, cuenta la curiosa historia de un malhumorado meteorólogo en crisis que, acudiendo a la localidad de Punxsutawney (Pensilvania) un 2 de febrero para cubrir el evento de la marmota, se ve obligado a repetir dicho día una y otra vez.

Después de caer en diversos placeres y de tratar de suicidarse en varias ocasiones, comienza a reexaminar su vida y sus prioridades para finalmente, ya redimido de su proverbial cinismo, caer en los brazos de una anhelada y anteriormente esquiva pareja. Eso sí, la marmota, en el guión, resulta convertida en mera anécdota decorativa por extraño que pudiera seguir pareciendo.

Sin saber muy bien cómo, el evento anual de febrero y la película constituyeron un binomio que logró en consecuencia que ya de manera casi planetaria se identifique la denominación “día de la marmota” con una situación que parece repetirse de manera constante, reiterada y aburrida.

Caprichos de la globalización. Avancemos pues en la sinrazón y la conexión piruetera validando un término de reciente creación: marmotismo.

La desmesura de las otrora poderosas cajas de ahorros ya vencidas fue, en parte, resultado de comportamientos muy personalistas

Marmotismo: dícese de aquella situación marmoteril que no solo se enquista en un único día, sino que permanece en el tiempo haciendo que, aún pasando los días, se tenga la sensación de bucle sin salida. Y eso parece estar ocurriendo con la “actualidad”, que adolece de marmotismo.

Y ejemplos no faltan: nueva presidencia en la Generalitat que, si la marmota no lo remedia, volverá a derivar en más de lo mismo y posible y finalmente, en elecciones; una vez más. Las encuestas vuelven a presagiar otra situación compleja para, en ocasión ya vivida, derivar en difíciles gestiones que complicarán la gobernabilidad del país. Más de lo mismo.

El incesante e incontenible reguero de corrupciones sigue extendiendo su hedionda fetidez por doquier, otra vez. Y ya más en cercanía, la todavía irresuelta fusión de las antiguas cajas de ahorros gallegas vuelve por donde vino, debido a que, en realidad, no fue a ninguna parte. Regreso al futuro… ya pasado.

Esta última cuestión presenta un doble marmotismo: por una parte, resulta agotador el continuado proceso de atribución de responsabilidades y la aparición de los mismos procesados una y otra vez, aunque cierto es que no son todos los que están.

La elusión de responsabilidad y supervisión en aquellos momentos también se ve afectada, como siempre, de marmotismo

Por otra, la inculpación no es atribuible a todos ellos en igual medida (comparativamente, el caso de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, otrora CAM, resulta especialmente singular), puesto que tampoco lo pueden estar de modo similar todos los que son.

La mencionada película comienza con una alegre melodía de corte felliniano y termina con una frase premonitoria: “empezaremos alquilando”. Muy pedagógico.

La desmesura y la megalomanía manifestada por las otrora poderosas cajas de ahorros locales ya vencidas fue, en parte, resultado de comportamientos muy personalistas y achacables a figuras muy concretas.

Cierto es que existen responsabilidades de tipo individual e incluso como colectivo profesional directivo, pero en el desastre de las cajas de ahorro gallegas participaron más instancias que, en estos momentos, no parecen tener culpa alguna.

Por lo que se ve, la elusión de responsabilidad por parte de las entidades y los órganos de control y supervisión en aquellos momentos también se ve afectada, como siempre, de marmotismo. Y esto sí, también, resulta ser más de lo mismo.

Desde el lejano pueblo de Punxsutawney una sonriente marmota de nombre Phil nos contempla.

P.D.: Para completar la información sobre la fiebre marmotil, comentar que la película de nombre ya mentado El día de la marmota aún teniendo unos comienzos comerciales modestos, se incluyó en 2006 en el Registro Nacional de Cine de los Estados Unidos como pieza cultural histórica y estéticamente significativa, llegando a formar parte de la lista de las diez mejores películas norteamericanas en la categoría de cine fantástico, registrado en el AFI.