Las cacas de los caballos de Aníbal y las próximas elecciones

Gracias al análisis de las heces, las «cagadas» fosilizadas de los caballos y elefantes de Aníbal Barca, estamos a punto de descifrar un enigma de la historia. La ruta que llevó al estratega cartaginés desde Túnez a Roma para dar batalla y ganar a las legiones romanas atravesando los Alpes.

Digo todo esto porque el descubrimiento puede ser de enorme utilidad para descifrar los pasos y los enigmas de nuestros ricos y famosos en el tránsito de sus fortunas desde España al paraíso fiscal de Panamá.

No sé por qué nos asombramos. Si existen paraísos fiscales es porque hay muchos poderosos dispuestos a utilizarlos para no pagar impuestos en sus países. Y no se cierran porque dependen de la voluntad de gobernantes que sacan provecho de esos agujeros negros de la economía globalizada.

Cuando las heces que dejan estas personas en el desplazamiento de sus millones les dejan al descubierto el guión indica que deben desmentirlo, admitir que las sociedades existen pero que no fueron utilizadas o echar la culpa a la torpeza de un administrador que les dio un mal consejo.

Desconozco si tan sensacional descubrimiento de estos papeles de Panamá, en fecha de declaración de la renta, ha sido intencionado por quienes administran con cuentagotas las revelaciones para sacar todo el partido periodístico.

En todo caso, lo que se llama «sufridos contribuyentes» -es decir, los que pagamos impuestos porque nuestros ingresos son transparentes- tenemos una ración extra de sadismo cuando elaboramos la declaración de la renta.

Los pobres no tienen ninguna necesidad de caer en la tentación de tener una sociedad en Panamá, porque no existen empresas para gestionar la escasez ni la pobreza.

Nuestros ídolos, cuando sus excrementos aparece en la puerta de un despacho de abogados de Panamá, o se esconden como Pedro Almodóvar o se ponen chulos como Bertín Osborne. No soy técnico fiscal por lo que desconozco la utilidad de una sociedad de este tipo si se cumple legalmente en España.

Es posible que algunos de quienes ocupan las primeras planas no hayan cometido ninguna ilegalidad. Presunción de inocencia y disculpas para ellos. Pero son demasiados escándalos para exigir toda la prudencia a los ciudadanos.

Yo veo las cosas así.

El desprestigio de la política -y especialmente la corrupción- ha llevado a una crisis profunda de nuestro sistema político y a la eclosión de nuevos partidos que reclaman enérgicamente una regeneración que ellos no están dispuestos a aplicarse.

Cada vez que salta un nuevo escándalo relacionado con paraísos fiscales sube el pan en el mercado del descrédito de la política. Y si además los partidos son incapaces de llegar a un acuerdo para algo tan imprescindible como para formar gobierno, el hartazgo de los ciudadanos puede multiplicarse.

Por si fuera poco, los sutiles cálculos electorales de los partidos impiden cualquier acuerdo para formar un nuevo gobierno, una vez que los ciudadanos han repartido en forma de trozos de tarta sus votos para acabar con el bipartidismo.

Vamos a nuevas elecciones porque se anteponen los intereses de los partidos a los de los ciudadanos. Nos hemos acostumbrado a tolerar que los líderes digan una cosa y la contraria para regatear en corto en las negociaciones. Lo único que realmente les importa es no quedar como culpables del fracaso de las negociaciones y de las nuevas elecciones.

La situación es surrealista porque existe consenso generalizado en que los nuevos comicios no cambiaran sustancialmente las cosas. Es decir, resulta posible que dentro de seis meses, cuando se intente formar gobierno pueda ocurrir lo mismo que ahora. Reduciendo al absurdo podemos entrar en una espiral en la que cada seis meses haya elecciones sin tener nunca gobierno.

La Constitución exige cada una de las veces agotar los plazos incluso para una investidura imposible tantas veces como sea necesario.

Creo que los retratos han quedado así.

Pedro Sánchez empieza a perder lo que había ganado con su actitud mendigante y limosnera ante los desplantes de Podemos. Debiera sacar pecho, dar por cerrado de verdad ese episodio, y preparar la campaña electoral.

Mariano Rajoy no se ha movido de su sillón. Al final va a resultar que su desesperante pasividad le va a dar rédito si las encuestas aciertan en sus previsiones.

Pablo iglesias solo quiere el poder y cuanto antes mejor. Veremos cuantos de quienes le votaron le siguen después de lo que hemos visto.

Y Albert Rivera ha cumplido con honestidad sus compromisos.

Me despido volviendo a los excrementos de los caballos de Aníbal Barca. Voy a seguir lo más cerca que pueda la investigación de estos fósiles. Empiezo a pensar que vamos a acabar analizando los excrementos de las cloacas de nuestra clase política para descubrir sus verdaderas intenciones.