La voladura de todos los puentes

En mi artículo anterior lamentaba que, desde posiciones que se reclaman de la «nueva política», se resucitasen algunas de las peores y más lamentables descalificaciones que desde la por suerte ya periclitada ultraizquierda comunista se lanzaban una y otra vez, en el pasado, contra la socialdemocracia y el socialismo democrático.

«¿»Socialfascistas» o «socialtraidores»?», me preguntaba yo en el título de aquel artículo. Aludía, claro está, a aquellas tan antiguas y casi siempre violentas querellas de bolcheviques contra mencheviques, de espartaquistas contra socialdemócratas, de stalinistas contra trotskistas…

Me apena mucho haber acertado en aquel pronóstico. Pero me quedé corto, por desgracia. Ni en la peor de mis previsiones podía yo imaginarme que Pablo Iglesias se manifestara no ya tan absolutamente intransigente en sus posiciones sino tan prepotente y arrogante, hasta el punto de llegar al insulto y a la descalificación moral y política –eso sí, muy bien arropado por su recién estrenada inmunidad parlamentaria.

Con su extemporánea diatriba el líder de Podemos procedió a la voladura de todos los puentes que hubieran podido permitir la construcción de una mayoría reformista y de progreso escorada hacia la izquierda, partiendo de la base previa del acuerdo firmado entre PSOE y Ciudadanos.  

Ignoro si Pablo Iglesias voló todos los puentes de forma consciente, es decir de una manera controlada, o si lo hizo en un arrebato radical, esto es de modo incontrolado.

Mucho me temo que lo hizo muy a conciencia, a pesar de que con ello descolocó a no pocos de sus entusiastas –de ahí la ruptura pública de Carlos Jiménez Villarejo con Podemos, así como las declaraciones de Manuela Carmena, ambos defensores inequívocos del apoyo de Podemos al candidato del PSOE-, sino incluso a algunos de sus propios compañeros de bancada.

Con una tozudez digna sin duda de una causa mucho mejor, Iglesias parece empecinado en continuar con su particular «Juego de tronos», con todo su medievalismo tan despiadado, cruel y violento, sin comprender que su tan ansiado «asalto a los cielos» no es, al menos hoy por hoy, más que una simple ensoñación. Iglesias se resiste a reconocer la realidad tal cual es, tal cual reflejaron las urnas en las elecciones del pasado 20D.

Empeñado en seguir siempre las elucubraciones filosóficas postmarxistas del argentino Ernesto Lacau, Pablo Iglesias olvida las enseñanzas del italiano Cesare Pavese, mucho más sabio y reflexivo: «libre es aquel que se inserta en la realidad y la transforma, no quien se mueve entre las nubes».

En la segunda sesión de la fallida investidura presidencial de Pedro Sánchez, tras anunciar el voto negativo a la misma de Podemos y todas sus confluencias, Iglesias, que en la sesión anterior había hecho volar por los aires todos los puentes posibles con el PSOE cual si se tratase de revivir aquella espectacular voladura de «El puente sobre el río Kwai», intentó corregir en parte su error y de hecho llegó a proponer a Pedro Sánchez una suerte de «remake» de «Los puentes de Madison».

Mucho me temo que en esta ocasión no habrá ningún romance, ni tan siquiera tan fugaz como ocurría en el romántico film de Clint Eastwood basado en una novela de Robert James, con Meryl Streep y el mismo Eastwood como protagonistas.

Cuando los puentes saltan por los aires, como ocurría en la famosa película de David Lean basada en la novela de Pierre Boulle y como Pablo Iglesias los hizo saltar de forma tan violenta con sus numerosos exabruptos, la reconstrucción de los puentes destrozados se convierte en una tarea muy costosa, dura, titánica y muy larga.

Tal vez quede todavía un puente por explorar. Podría ser el célebre puente de los Suspiros de Venecia. Un puente barroco y nada romántico, puesto que su nombre no responde a los suspiros de los amantes sino a los de los condenados a muerte cuando traspasaban aquel breve puente, en su paso desde las mazmorras del Palacio Ducal hasta su ejecución.  

Me temo que los suspiros pueden llegar a afectar, por desgracia, a no pocos de los gobiernos municipales y autonómicos con presencia muy destacada de Podemos gracias a los votos decisivos de concejales y diputados socialistas.