La vacuidad de Garzón y Montero
Lo singular de las campañas publicitarias de nuestros dos ministros prosovieticos es que las campañas de uno se contradicen con las del otro
Alberto Garzón e Irene Montero tienen mucho en común, son los ministros peor valorados por la opinión pública española, están al frente de los dos ministerios con menos competencias y más prescindibles entre los 22 que conforman el extenso consejo de ministros, ambos son comunistas y no tienen ni un día de trabajo cotizado fuera del ecosistema de la política.
La falta de competencias de los ministerios de consumo e igualdad es una bendición para el ciudadano de a pie dado que cada vez que les ha dado por legislar algo o se han cargado un sector económico o han liado un carajal jurídico.
Los empresarios y trabajadores del sector de la carne, la bollería o el juego privado han comprobado en primera persona como la estulticia de Garzón amenazaba su empleo y los abogados del estado han sufrido la inconsistencia de los proyectos de ley de la otrora Jianq Quing de la política española.
La falta de atribuciones de sus ministerios tanto Garzón como Montero lo han suplido con una estajanovista acción publicitaria
La falta de atribuciones de sus ministerios tanto Garzón como Montero lo han suplido con una estajanovista acción publicitaria. Desde Franco, al que tanto echan de menos tanto el uno como el otro, no habíamos tenido los españoles no uno sino dos ministerios de información. Lo singular de las campañas publicitarias de nuestros dos ministros prosovieticos, en el gabinete hay otros tres, es que las campañas de uno se contradicen con las del otro.
Gordofobia Vs consumo de carne
Mucho ya se ha escrito sobre la campaña publicitaria del Ministerio de Igualdad destinada, presuntamente, a prevenir la gordofobia. Más allá de la cutrez y la falta de profesionalidad de utilizar imágenes por las que no se ha pagado derechos o el error de una campaña que genera perjuicios de genero (¿es que solo las mujeres, únicas protagonistas de la campaña, son gordas?) merece la pena detenerse a analizar la incoherencia y la contradicción de las políticas impulsadas por los Ministerios en manos de Podemos.
Por un lado está Alberto Garzón, ministro de consumo y sobre todo odiador y censor oficial de los dulces, la cerne y en general todos los placeres de la vida, una especie de calvinista dietético qué ha impulsado todo tipo de campañas tendentes a prohibir de todo a todas horas. Su presunto objetivo es la protección de la salud a base de prohibirlo todo. El único efecto conocido hasta ahora de su actividad censora ha sido perjudicar las cuentas de los medios de comunicación que han perdido importantes campañas publicitarias.
Por el otro lado está Irene Montero, que acompañada de Pam, su secretaria de estado con la que ya se fue en Falcon de Erasmus político hace unas semanas a Estados Unidos, han lanzado una campaña publicitaria que anima a las mujeres, solo a las mujeres, a ser gordas, peludas o lo que les parezca y que luzcan su físico en la playa. Hasta la presentación de esta nefasta campaña nadie en todo el litoral o piscina de interior de nuestro país se había planteado como problema el aspecto o outfit de alguien para acceder a una zona de baño.
Parece mentira que ambos ministerios ocupen el mismo gigantesco edificio en el Paseo del Prado, porque por un lado Garzón dice que quiere evitar la obesidad y quiere convertirnos a todos en cuerpos perfectos, aunque en realidad lo que hace es perseguir a las empresas y la industria a las que odia por prejuicios ideológicos, y por el otro lado desde una puertas más allá, Montero y su compi, Pam, nos animan a que no nos cortemos un pelo y engullamos lo que queramos sin atender a estereotipo social alguno.
Reconozco que estoy confundido y no se a qué ministerio hacer caso. Las campañas de un ministerio y el otro si tienen algo en común, todas ellas son inútiles, un despilfarro de dinero que a la gente nos cuesta de ganar y se encargan siempre a los amigos de Podemos.