La Unión Europea: competir o morir
La Unión Europea solo conquistará el futuro si construye un pilar económico, un pilar tecnológico y un pilar de seguridad y defensa
La Unión Europea, más de seis décadas después de su constitución gracias al Tratado de Roma, no está en su mejor momento. Ya saben: las secuelas de la crisis económica, la amenaza de recesión o desaceleración, la falta de una política fiscal única o el proteccionismo de Donald Trump.
A ello, hay que añadir las querellas entre estados, el populismo rampante, la xenofobia nacionalista, el terrorismo que golpea de forma intermitente, la eurofobia, el euroescepticismo, el brexit, las migraciones irregulares o el cambio climático.
Ante la crisis de identidad de la UE, hay que reivindicar los valores fundacionales de la unión: razón, propiedad privada y democracia
En esta coyuntura, ¿qué hacer? Evidente: hay que generar empleo, reducir las desigualdades, rechazar el populismo, barrar el paso al nacionalismo, administrar las migraciones, hacer frente al cambio climático o combatir el terrorismo.
Más: se ha de evitar la vuelta al Tratado de Westfalia (1648) que se percibe en la Unión Europea. Esa tentación de algunos miembros que parecen estar dispuestos a recuperar el Estado nación con todo lo que ello implica.
Cierto: hay que reivindicar los valores –griegos, romanos, cristianos, liberales e ilustrados- fundacionales: razón, experimentación, solidaridad, propiedad privada, mercado, ley, individuo y democracia formal. Pero, menos reflexiones existenciales que se agotan en sí mismas.
Hay que recuperar el espíritu y empuje de la en su día denominada Europa de los mercaderes
A ello, hay que añadir algo hoy indispensable: la Unión Europea ha de recuperar el espíritu de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (1950) y la Comunidad Europea de Defensa (1952) que, antes del Tratado de Roma (1957), impulsaban la competitividad y la seguridad europeas.
Aunque parezca una contradicción in terminis, la Unión Europea ha de volver al pasado para conquistar –de nuevo- el futuro. Sin circunloquios: hay que recuperar el espíritu y empuje de la en su día denominada Europa de los mercaderes.
En síntesis: más mercado, crecimiento, integración fiscal y financiera, inversión, iniciativa privada, investigación e innovación, desarrollo 5G propio, formación, meritocracia, productividad y competitividad, exportación. Y menos regulación, intervencionismo, impuestos y subsidios.
Y más seguridad en la línea –incumplida- del Acta Única Europea (1986), el Tratado de la Unión Europea (1991), la Declaración de Petersbeg (1992), el Tratado de Ámsterdam (1999), la Estrategia Europea de Seguridad (2003) o el Tratado de Lisboa (2007) que piden una defensa “efectiva”.
La falta de voluntad política y la escasez de recursos empleados hace que la Unión Europea no sea un estado real y sí un club de estados incapaz de colonizar el mundo y garantizar su propio futuro y seguridad ante cualquier amenaza.
La Unión Europea solo conquistará el futuro si construye un pilar económico, un pilar tecnológico y un pilar de seguridad y defensa.
La Unión Europea solo tendrá futuro –es decir, espacio propio en el mundo globalizado y competitivo- si es capaz de medirse con Estados Unidos y China aprendiendo de los aciertos y errores de sus competidores.
Hay que tomar nota de una China que está diseñando una nueva ruta de la seda que une Asia, Europa y África –la One Belt, One Road (Una Franja, Una Ruta) conocida como OBOR– y abarca el 55 % del PIB mundial, el 70 % de la población mundial y el 75 % de las reservas energéticas.
Una suerte de Plan Marshall en beneficio propio que se completa con tratados bilaterales en América Latina que convierten al subcontinente en una zona de proyección económica. Detalle: China aumenta su potencia militar, terrestre y naval. ¿Una nueva hegemonía internacional?
La competición con Estados Unidos
Hay que tomar nota de unos Estados Unidos que bajan impuestos para incentivar la economía, el comercio, la inversión, la atracción de capitales, el empleo, al aumento de salarios y el consumo.
Pero, no hay que tomar nota de unos Estados Unidos con un sector público excesivo, que aumentan la deuda pública para compensar la bajada de impuestos, que se endeuda en demasía para subsidiar la agricultura, la industria obsoleta y determinados servicios sociales.
Y tampoco hay que tomar nota de unos Estados Unidos que –algo parecido sucede en Unión Europea- frecuenta el arancel y el proteccionismo que solo beneficia a determinados sectores.
¿La Unión Europea? Competir o languidecer. Competir o morir. A ver, ¿por qué la Unión Europea no puede rehacer su vida a los 62 años? Para sobrevivir.