La transición política en Catalunya
Una de mis aficiones en los últimos tiempos es repasar hemerotecas de los diarios. Es un entretenimiento bien divertido cuando uno se aburre y no tiene nada que hacer. La historia está para aprender de ella. Siempre es bueno conocerla. Cómo no, reconocerla; por qué no entenderla y, qué menos, interpretarla.
En momentos políticos convulsos en Catalunya como los actuales es además un ejercicio interesante. Alguno de los personajes que están en boca de todos llevan más de 30 años recorriendo la geografía de los medios de Catalunya y España. Y les soy sincero, quizás soy un tipo extraño, pero los políticos son el único colectivo que conozco que aún conserva el mismo tipo de trabajo desde finales de los 70.
En estos 40 años han surgido nuevas actividades, y han cerrado otras. Agradecería a los lectores que pensaran a qué se dedicaban a finales de los 70, y me confirmen si siguen con la misma actividad o no. Yo entonces estudiaba EGB, pero reconozco que hoy apenas sería capaz de citar algún conocido, o incluso ninguno, que llevará la friolera de 40 años en la misma actividad.
Las hemerotecas son malas y me traen un ejemplo: un tal J. A. Durán i Lleida. Citado –creo que por primera vez– en los medios de comunicación en abril de 1978. Imaginarán que el joven y aplicado político, salido de los límites de Huesca con Lleida, ya estaba asociado a un viaje internacional –este hombre debe tener todos los puntos de compañías aéreas posibles– . Así, con apenas 26 años, ya asistía a un Congreso en Bonn, antigua capital de la RFA.
Pero vamos a hacer números, que eso no sale en las hemerotecas. Poco después, en 1979, ya era teniente de alcalde de Lleida, y sumaba cargos en la Generalitat de Catalunya. Es decir, hace la friolera de 35 años ya cobraba dinero público y, que se sepa, no ha dejado de hacerlo. Considerando una media de 70.000 euros al año –ahora cobra más pero entendemos que antes cobraba menos–, sale que en estos años en la política ha recibido oficialmente cerca de tres millones de euros. Sumen viajes, dietas y un largo etcétera de prebendas. Lo cual no está mal, nada mal.
Es sorprendente que luego, algunos políticos se escandalicen porque ciudadanos anónimos/as con sus parejas hayan comprado casas de 400.000 euros para pagar en 30 años y encima vociferan que han vivido por encima de sus posibilidades. Les confieso que ahora también entiendo que Durán i Lleida no quiera dimitir. Ya me dirán dónde conseguirá esos sueldos ¡y esas prebendas!
La de hoy es una columna rotunda, aunque vamos a lo que algunos llamarán demagogia. Y lo hacemos con preguntas fáciles.
¿Cuánta gente de 60 años con una única experiencia en un lugar de trabajo ininterrumpido de 35 años consigue un empleo si lo despiden? Pobre Durán, si dimite no podrá pagar su hipoteca. Tenemos, por eso, la suerte de que no lo hace por dinero, sino por ayudar al resto de mortales. Ha sacrificado estos casi 40 años por todos nosotros, y por eso, aunque le ataquen, nunca dimitirá, No por él, qué va, él lucha por la democracia y los valores. Supongo que como buen católico. Pues nada, ¡amén!
Obviamente, Duran i Lleida no es el único. Aquí tenemos ex presidentes que cobran después de dejar su cargo, o perder elecciones, como si esto fuera un maná de dinero. Los políticos son necesarios, los ex políticos ya no lo tengo tan claro. No me imagino a un ex electricista cobrando del Gremio, o a un ex administrativo cobrando de su antigua empresa. Todos nos adaptamos a los tiempos, pero algunos siguen viviendo con privilegios previos a la democracia.
La “sociedad catalana al completo” –ojo que aquí no hablamos de esa sociedad civil de cenáculos oscuros– debería haber cambiado hace años. Pero curiosamente, la sociedad catalana, esas personas anónimas, sí han hecho su transición mientras la sociedad política y esa mal llamada civil catalana –propia de otros tiempos– sigue con el mismo estilo, personajes o matices incluso pre-democráticos. Han cambiado alguna forma, pero el fondo es el mismo. Siguen, cual diputado en cortés franquistas, viviendo de los favores. Durán i Lleida es sólo un ejemplo de los miles que tenemos.
Uno repasa noticias de principios de los 80 y se sorprende, o no, porque muchos nombres siguen siendo los mismos. La política, por desgracia en este país, no es un lugar de servicio a los ciudadanos, donde uno debería entrar y salir con transparencia. Al contrario, es un lugar del que algunos se sirven para vivir. Y ya citaban los antropólogos que cuando nacía la política debía ser para mejorar la comunidad, nunca para mejorar una parte de la comunidad.
Alguno le parecerá un ejemplo exagerado, pero si algún cimiento puso la Revolución Francesa fue suprimir un sistema basado en los privilegios. Algunas naciones nuevas –con Estados Unidos como ejemplo más claro– nacieron bajo esa premisa. Pero aquí ni franceses, ni americanos. Siguen los privilegios medievales manteniendo castas, y ya veremos si familias, bajo el nexo único de unión del poder. Cien, doscientas o trescientas familias se reparten Catalunya como si fuera su coto privado. Política, comunicación y poder.
Desconozco, y la verdad me importa bien poco, si es cierta la frase de Durán i Lleida de que todo es un ataque para destruirle, él sabrá por qué. Supongo que piensa en una confabulación por oscuros intereses pro independentistas, y curiosamente también pro españolistas –vamos, que Durán i Lleida es el epicentro de la tormenta perfecta de Clooney–. Para mi es más sencillo: simplemente debe recapacitar y pensar que si en casi 40 años en su partido y en la política sigue considerándose imprescindible –así lo ha hecho ver– y no ha conseguido “formar a nadie competente», debe hacérselo mirar. Me pregunto: si en una empresa alguien en 40 años no ha formado a nadie, ¿qué pensaríamos sobre el tema? Tantas cosas se pregunta uno que le sorprende que nadie lo haga.
En definitiva en este país sobran prepotentes, familias, gente vulgar que solo por su apellido ganan millones. Gentes, en definitiva, que nunca han hecho una sola transición, que viven como en la época medieval con sus vasallos y sus territorios bien protegidos. Faltan nuevas caras, nuevas voces, gente valiente –jueces, empresarios, ciudadanos, y también políticos–. Nunca olvidademos que la política es necesaria, pero esta actual es bien prescindible.