La tostadora de Rosalía

Los siempre vigilantes puristas del catalán no tardaron en cuestionar la elección de Rosalía de alguna que otra palabra que no se adhiere al canon

Ha querido el destino que las chiripitifláuticas jeremiadas de un tal Hinojo, a propósito de la penosa situación del catalán en el fascinante mundo de los electrodomésticos parlanchines,  hayan coincido en el tiempo con la publicación por la artista catalana de una canción en catalán, y las reticencias del nuevo presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, a dueto con la portavoz del Govern de la Generalitat, a usar el castellano.

Uno de los mayores irritantes que el negocio de la normalización lingüística nos trajo fue la aparición del filólogo militante, una figura que se prodiga en volcar prontamente su pedantería correctora cada vez que detecta alguna herejía gramatical.

Rufián estaba en lo cierto al defender la ‘Koiné real’ de Rosalía por encima del newspeak de la ‘Koiné oficialista’

Como era esperable, los siempre vigilantes puristas del catalán no tardaron en cuestionar públicamente la elección de Rosalía de alguna que otra palabra que no se adhiere al canon del gran normativizador y padre de lengua catalana moderna, el filólogo autodidacta Pompeu i Fabra, que en 1918 publicó su obra magna, Gramàtica catalana, trufada de exotismos ortográficos pensados para diferenciarla arbitrariamente del castellano.

Lo interesante -a la par que relevante- del caso que nos ocupa, es que los filólogos de guardia acabaron por darle una patada a Rosalía en la boca de Rufián, por no haber sabido estar en su sitio y haber osado criticar el manifiesto del Grup Koiné.

Quizás en un momento de epifanía, las reacciones virales de  la red  de pitufos gruñones contra su defensa del catalán de calle de Rosalía, hayan hecho darse cuenta por fin al pobre Rufián de que lo que le había dado ERC no era un billete de compañero de viaje, sino más bien un recibo de tonto útil, que no le da bula para traspasar según qué líneas. La crítica al uso de la lengua como burkini político es una de ellas.

La campaña de la ANC ‘Consum estratègic’ es incumplible porque contraviene manifiestamente el Art. 38 de la CE

Naturalmente, Rufián estaba en lo cierto al defender la Koiné real de Rosalía por encima del newspeak de la Koiné oficialista, que tiene poco que ver con la lengua común,  y mucho con la ingeniería social.

Ingeniería del mismo tipo de la que ha emprendido la ANC con su campaña de consumo estratégico para discriminar positivamente a las empresas dirigidas por independistas, y que de tener éxito convertiría a Cataluña en una especie de Marinaleda del Nord; una autarquía económica -y por supuesto lingüística- en la que los empresarios pasarían a formar parte de una especie de cooperativa patronal gobernada por un colectivo de unidad de destino en lo nacional.

Afortunadamente para ellos mismos y todos nosotros, la campaña de la ANC es incumplible, y no solo porque es contravienen manifiestamente el Art. 38 de la CE y las leyes que garantizan la libre competencia en el mercado único europeo, sino por la sencilla razón de que los productores catalanes dependen de las cadenas de suministro que incorporan productos y componentes cuyo origen no es catalán, y cuyos proveedores no se quedarían cruzados de brazos si se lleva a cabo un boicot de productos que no se comercializan bajo un certificado de independentismo.

La convivencia entre catalanes

Por no hablar de los propios trabajadores, que como supimos gracias a las declaraciones de los testigos de Unipost durante vista oral del juicio al procés, los empleados no están necesariamente en sintonía con los compromisos políticos de sus empleadores.

Pero mientras llega el momento en el que tras fracasar la campaña, la desactiven discretamente y la pongan en barbecho hasta mejor ocasión, iniciativas como la de ANC, y cazas de brujas como la que han padecido Rosalía, y de rebote Rufián, seguirán intoxicando la convivencia entre catalanes, y liquidando, tacita a tacita, la ventaja comparativa en Cataluña, para satisfacer la obsesión solipsista que ocupa las mentes de ciertas élites catalanas que aspiran a que tengamos tostadoras que corrijan los sintagmas de Rosalía.

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