La ‘tecnolujuria’ y la transformación digital
En el mundo empresarial es necesario tecnologizarse para no morir siempre y cuando esta inversión no se realiza con el criterio de "cuanto más caro, mejor"
Vamos a hacer un ejercicio de autorreflexión rozando el acto de contrición, para al final reconocer nuestros errores y tratar de avanzar por los senderos de la mejora de nuestras vidas, con el objetivo también de acercarnos a la excelencia.
Este ejercicio que realizamos es válido tanto para las personas como para las empresas, entre otras razones porque en mi entender las empresas no existirían sin personas y estoy seguro de que para conseguir la excelencia en las empresas se precisa de excelentes profesionales.
La tecnolujuria es el pecado tecnológico más importante que un empresario o directivo puede cometer, ya que una vez perpetrado, atenta directamente contra la cuenta de resultados de la compañía y la generación de beneficios. En definitiva, atenta gravemente y a veces de manera letal contra la competitividad de la empresa y no en pocas ocasiones acaba siendo responsable de la muerte empresarial.
«La tecnolojuria atenta gravemente y a veces de manera letal contra la competitividad de la empresa y no en pocas ocasiones acaba siendo responsable de la muerte empresarial»
Tecnologizar una empresa y así emprender el camino de la transformación digital no es difícil. La clave está en dejar atrás viejos prejuicios y tener visión frontal y periférica.
Cuando llegas a un restaurante y a la hora de elegir el vino le dices al sumiller que te traiga el vino más caro que tenga en la bodega, estás cometiendo el pecado de la gastrolujuria. No por ser el más caro tiene que ser mejor ni adaptarse a tus necesidades. Y mucho menos es una compra inteligente, ya que estás pagando un sobrecoste por algo que ni vas a valorar ni necesitas.
Inversiones adaptadas a las necesidades
Ahora llevemos ese ejemplo al mundo de la tecnología. Supongamos que tenemos una empresa de transporte de paquetería y que queremos sustituir nuestros vehículos. Si valorásemos la posibilidad de comprar unos ferraris para que los repartidores lleguen más rápido al punto de entrega, estaríamos pagando por algo que no es lo que mejor se adapta a las necesidades de nuestra empresa y que nos va a generar unos sobrecostes innecesarios: adquisición, combustible, mantenimiento… Es obvio que no sería una compra inteligente. Eso es tecnolujuria.
En los comienzos de nuestra actividad empresarial, tuvimos que instalarle a un empresario una torre de casi 30 metros de altura encima de su nave y en contra de nuestra voluntad. Para su red de radiocomunicación era absolutamente innecesaria, ya que su red funcionaba a través de un repetidor a más de 20 kilómetros de la nave, que era la que realizaba el trabajo de dar cobertura por radio y no la antena de la nave, que solo tenía que cumplir la misión de llegar al repetidor. Esa labor se podía conseguir con un pequeño mástil de un par de metros, cuyo coste era 50 veces menor.
Todo esto es trasladable perfectamente al mundo de la tecnología y de la empresa. En la transformación digital y sobre todo a la hora de seleccionar las tecnologías, se necesita un acto de reflexión, una consulta a los implicados, una investigación en el mercado tecnológico y, sobre todo, la determinación lo más exacta posible de nuestras necesidades, que siempre deberían velar por la cuenta de resultados de la empresa y mirar hacia la competitividad.
Es necesario tecnologizarse para no morir, pero evitar la tecnolujuria, que sin duda es uno de los pecados más graves que un empresario o directivo puede cometer.