La sospechosa política
La clase política debe cambiar la forma de mostrar la política a la ciudadanía y hacer pedagogía de que otra forma de gobernar es posible si no quieren que se enquiste en los ciudadanos el hartazgo y la sospecha permanente
Una acción política resulta siempre sospechosa cuando los ciudadanos analizan sus movimientos. Se considera que cualquier pronunciamiento, sea en positivo o en negativo, está engendrado por intereses oscuros e inconfesables. Las palabras para, aparentemente, dar luz a sus acciones se consideran estrategias de distracción. Cualquier declaración pública se considera basada en el cálculo político y no en las convicciones.
La desconfianza hacia el discurso de los políticos se desliza peligrosamente a la política misma. Avanza la sospecha de que toda propuesta política es un paso para alcanzar el poder sin priorizar el buen gobierno. El resultado de este proceso de agotamiento de la buena política está produciéndose cuando más se necesita confiar en ella en España.
Las propuestas del gobierno de conceder los indultos a los presos del procés son puestas en entredicho por muchos ciudadanos que consideran que no se trata de un acto de magnanimidad del PSOE sino de una estrategia para poder seguir gobernando. El caso de los indultos sirve también para la coordinación del Estado de las ayudas europeas, la crisis con Marruecos, la gestión de la crisis sanitaria provocada por la Covid 19 o la subida de impuestos directos e indirectos.
Todo está bajo sospecha, incluidas las actuaciones de la oposición o de cualquier partido político. Ante esta situación, aceptada en la sociedad como una realidad que ya no puede ser cambiada, los ciudadanos rechazan cualquier política porque saben que acabará perjudicando a sus intereses individuales y colectivos.
Ante este clima enrarecido que extiende la sospecha de que la política ya no sirve a los intereses de los ciudadanos, debería activarse una decidida estrategia para acabar con ella. Esta estrategia debe consistir en demostrar que en política, como en otros ámbitos, es posible ser coherente siendo flexible y que es necesaria la rectificación antes que mantener convicciones que impiden todo cambio.
Debe activarse una nueva forma de explicar en qué consiste la política, donde la radical defensa de los principios no deje sin espacio a los acuerdos y los pactos. El retorno a la ejemplaridad pública no debe basarse en la rectitud inflexible sino en la honestidad.
La política debe convocar a los ciudadanos a favor de la causa, como forma de mejora y de transformación positiva de la sociedad. La parálisis que vive la política española es el resultado de haber aceptado que todo se decide en las urnas y no en la forma de gobierno. Para romper el maleficio de la sospecha permanente, es más determinante decir verdades incómodas para afrontar la realidad que esconder la verdad por temor a no saberla explicar.
El moralista francés Josep Joubert lo expresó de forma certera al advertir que “una verdad que oscurece otras no puede ser verdad”.
Durante los próximos seis meses, la sociedad española deberá afrontar una serie de acontecimientos políticos, como la concesión de los indultos, que provocarán encendidos debates políticos. Todos ellos, si no se cambia la forma de explicarlos, quedarán bajo el velo de la sospecha.
La sociedad española merece que se haga el esfuerzo desde los partidos políticos para contribuir al bien común. Llevamos demasiado tiempo cultivando el jardín público en laboratorios, sin que los jardineros, que son los políticos adviertan que son ellos quienes tienen la obligación de salir a cuidarlos. Solo de esta forma la política dejará de ocasionar tanta fatiga a los ciudadanos