La sociedad catalana descubre que los actos tienen consecuencias

Una de las cosas más difíciles e importantes que tiene que aprender un niño es que los actos, los hechos, tienen consecuencias que hay que aceptar solamente porque se presentan como inevitables. Forman parte esencial del paquete de la decisión. Un buen estratega, antes de tomar una decisión, estudia las consecuencias que producirán y sopesa si puede asumirlas.

Hay políticos que siguen siendo niños. No fueron a clase el día que se estudió la importancia de las consecuencias.

Artur Mas no ha calibrado bien las consecuencias de su deriva secesionista. O si lo ha hecho, ha decidido  ser liquidado por sus propias decisiones. Y ha puesto al partido hegemónico en Cataluña durante toda la transición en una situación de colapso.

Parece que en Cataluña se ha acabado la fiesta. De repente, muchos catalanes entienden que lo ocurrido con el desafío democrático a la Constitución tiene un precio que la sociedad catalana parece no dispuesta a asumir. El Cercle d´Ecomomía ha reclamado un gobierno estable y respetuoso con la ley. ¡Y nos parece una novedad importante!

Respetar la ley se ha venido considerando una excentricidad porque era más importante el «derecho a decidir» y la «voluntad del pueblo» que la democracia y el actamiento de la ley. Desobedecer la ley en un estado de derecho es un acto antidemocrático. ¿Quien puede fiarse de quienes predican la desobediencia a la ley?

En las arcas de la Generalitat no queda dinero ni para pagar el agua mineral. Cristóbal Montoro ha apretado las tuercas que más duelen. Solo se pagarán las partidas que se adapten a fines contemplados en la ley. Si las cosas siguen así, el clan de los Pujol deberá devolver todo lo que ha robado a su querida patria catalana.

Dentro de CDC se están produciendo movimientos muy interesantes. Parece que quienes estaban horrorizados en silencio empiezan a pronunciarse en público.

La principal dedicación de los partidos, gobierno y oposición, debiera ser ayudar a CDC a reencontrar su camino. No entorpecer su cambio de rumbo sino ayudarle. Porque la desaparición de lo que ha significado Convergencia Democrática de Cataluña sería una tragedia para nuestra democracia.

Queda la incógnita si finalmente la CUP, desobedeciéndose a sí misma, permitirá la investidura de un Mas en extinción, desaparecido y deprimido. Si eso fuera así, continuaría el sainete pero con un recorrido que no puede ser muy largo. Imposible imaginar un gobierno tejido con esos mimbres.

Al final, la sociedad catalana, lejos de la ensoñación de deseos imposibles, tiene que recuperar la sabiduría que se les exige aprender a los niños. Los hechos y las decisiones tienen consecuencia.