La Sirena pierde 5,7 millones y acumula quebrantos de 60 millones

La Sirena, red de tiendas de pescados congelados con sede en Viladecavalls, tiene desde el pasado verano un nuevo presidente, Francesc Casabella Formatjé, quien relevó a Lluís Llubià Martistany. Al flamante mandamás de la empresa se le presenta un arduo trabajo: lograr situarla en la senda del crecimiento y la rentabilidad. No lo tiene fácil.

Desde 2005, el capital pertenece al fondo británico 3i, que pagó por la cadena 160 millones de euros al consorcio Agrolimen, de la familia Carulla. Éste, a su vez, la había adquirido cinco años antes a los fundadores, las familias Cernuda Canelles y González Solé.

Los de 3i afrontaron la mitad del desembolso con recursos propios y la otra mitad con un crédito bancario. Precisamente en esta operación reside el origen de sus actuales problemas. Porque a partir de entonces, La Sirena hubo de pechar con una carga financiera que devora todos los resultados.

Cuando entró 3i, La Sirena contaba con 147 tiendas y facturaba 142 millones. Según el plan de negocio de los ingleses, a cinco años vista, en 2010 alcanzaría un giro de 350 millones y llegaría a 300 establecimientos.

La cruda realidad de hoy es muy distinta. La Sirena gestiona 240 tiendas y sus ventas se baten en retroceso, mientras la cuenta de resultados se desborda de tinta roja.

Las magnitudes del último ejercicio, cerrado el pasado mes de marzo, arrojan un giro de 150 millones, con baja del 10%, y unas pérdidas de 5,7 millones. Los saldos negativos pendientes de compensar en el balance ascienden a 60 millones.