La semana de pasión de Mas

Mientras la España que repudia procesiona por calles, pueblos y ciudades, el presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, menos proclive al hecho religioso que otros miembros de su partido, ha decidido celebrar la Semana Santa a su modo, con una particular semana de pasión política que difícilmente olvidará.

Ya es conocido el volantazo que ha aplicado en su hoja de ruta política. En los últimos días se desplazó en coche a Madrid para evitar el foco de la prensa. Fue y regresó en el mismo día, lo que tratándose de ese medio de transporte es un palizón que ni al chófer le pasaría inadvertido. En Madrid se sentó con Rajoy para seguir templando las gaitas del gallego y conseguir algún triunfo que echarse a la boca. Sin resultado aparente, al menos de momento.

Las reuniones entre un catalán y un gallego son, por definición tópica, escurridizas. Algo de acaramelamiento, pero poca materia concretada en la práctica.

Así volvió a su redil, donde los políticos de ERC le mantienen sometido a un chantaje político del que ahora no sabe cómo deshacerse. Consulta sí o sí, ya y sin acuerdos previos de gobernabilidad. Luego a informar a Oriol Junqueras, que ahora es su jefe desde la sombra. ¿Aprenderá Mas que quien entra en la boca del lobo no puede aspirar, más tarde, a salir indemne de su atrevimiento? Que pregunte a Pasqual Maragall o a José Montilla cuál fue el resultado de similar aventura y dónde están purgando, políticamente, su actuación.

Nada más regresar, y en el medio de una comisión parlamentaria que trataba sobre la mayor privatización que ha emprendido el gobierno de Mas, la de ATLL, llegaban tres resoluciones del TSJC que acababan de complicarle la semana al President. Un jarro de agua fría, un golpe en la línea de flotación, un revolcón político mayúsculo… añadan los calificativos que consideren, porque las interlocutorias han dejado al gobierno desnudo. Sin ropa en el armario convergente que siempre estaba mejor preparado: el de su gestión económica y su proximidad al mundo empresarial.

La gestión pública en Catalunya no sólo se ha enrarecido por las dificultades políticas que vivimos, sino que se ha judicializado de manera peligrosa. No tanto por la corrupción sistémica, de baja intensidad, que sigue azotando al país, sino porque ni los ciudadanos ni las empresas respetan la calidad de la actuación pública. Con razón, además, en la mayoría de los casos.

El callejón oscuro, estrecho y sin aparente salida por el que circunda el presidente Mas está derivando en una italianización de la política catalana como no se había conocido en la historia. Empresas e instituciones independientes comienzan a caminar solas, desorientadas y sin más brújula que el buen o mal tino de sus dirigentes. Mas ha dejado de resultar un líder político creíble y la sociedad que no vive por, para y de la política mantiene serias dudas sobre su capacidad de pilotaje.

En línea con el símil religioso que imponen las fechas actuales, en Catalunya, este país paciente y poco dado al exabrupto político, nadie apuesta ya a que Mas resucite. Ni al tercer día, ni al tercer mes, ni al tercer año, ni al tercer fracaso. Su crucifixión política, como dirían los mercados, está descontada.

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TRATAMIENTO SEMANAL DE CHOQUE:

Supositorio matinal >> Para los ingenuos que anatemizan los aparatos de inteligencia del Estado convirtiéndolos en una especie de agentes secretos al estilo Mortadelo y Filemón, impropios de una sociedad moderna, avanzada, repeinada y europeísta como la catalana. Se equivocan. El Centro Nacional de Inteligencia está presente y reforzado en Catalunya a partir del momento en el que el Estado tiene conocimiento de que CiU prepara un pulso político. Fue una respuesta lógica. Pero ni es una charlotada al estilo Xavier Martorell (que aspiraba a edificar un CNI catalán cutre sufragado por el Barça, la administración…) ni una chapuza en sus funciones analíticas. De entrada, infórmense de cuántos alcaldes de CiU son colaboradores de este centro de inteligencia. El número de mortadelos en sus propias filas no es ninguna estupidez.

Supositorio nocturno >> A Jorge Miarnau y a Carles Sumarroca, presidente y vicepresidente, respectivamente, de Comsa Emte. La multinacional catalana ha divulgado, de la forma opaca habitual, algunos números anuales: Sus ventas fueron de 1.767 millones de euros en 2012, frente a los 2.158 del año anterior. No se informa de los beneficios. Aunque no es una empresa cotizada, sujeta a requerimientos de información contable, estaría bien que un grupo de su tamaño dejase de ampararse en eso para esconder las líneas finales de la cuenta de resultados. Sobre todo, cuando se está negociando con la banca la refinanciación de la deuda (de la que tampoco ofrecen datos) y anunciando desinversiones. Y cuando alguno de sus dirigentes se afana en transformar el país sin empezar primero por su casa. El hermetismo no es buen consejero en tiempos de crisis en las empresas. Genera más desconfianza del entorno.