La sanidad, camino de la UVI

Los tozudos datos que el propio Ejecutivo de Rajoy aporta dejan al descubierto el «reajuste fino» o «voladura controlada» –según hable el PP o la oposición-  del sistema público de salud. Uno de los pilares del Estado de bienestar, reconstruido como universal por Felipe González en los inicios de los 80.

Entre 2009 y 2013, el gasto sanitario de las administraciones ha caído desde 72.939 millones de euros a 63.006 millones. En el mismo periodo, los profesionales sanitarios han descendido en casi 5.000, la lista de espera quirúrgica ha crecido de 374.194 a 583.612 pacientes y el tiempo medio de espera ha pasado de 63 a 101 días.

También se han multiplicado por tres los españoles que han reconocido al CIS el empeoramiento de la hospitalización y la atención primaria, además de las listas de espera. Y eso que la mayoría de las comunidades se han subido al carro de Esperanza Aguirre en Madrid, al incluir a los pacientes en la lista desde la cita hospitalaria, y no a partir de la prescripción médica.

A pesar del anuncio de Alfonso Alonso – actual ministro de Sanidad y muy diestro en comunicación política- de que suavizará la exclusión de unos 800.000 inmigrantes, potenciales votantes en las inminentes elecciones, los tres años largos de gestión de Mato y de los consejeros autonómicos se han caracterizado por la puesta en marcha de un guirigay de copagos, repagos y privatizaciones o «externalización de servicios».

Esta gestión ha sacado a la calle a las mareas blancas y otras  formas de protesta. De paso, ha traído consigo una enorme desigualdad entre comunidades: hay presupuestos de 1.548 euros per cápita y otros de 1.004 euros, según la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública.

Junto a la caída del gasto público per cápita, se ha registrado un incremento de casi el 10% de los seguros privados. Y un aumento de los conciertos. Según la Fundación IDIS, el 42% de los hospitales privados de España ha firmado algún tipo de colaboración con las administraciones. Cataluña es la comunidad que más dinero invierte en conciertos con la sanidad (en el 2013, pagó 2.386 millones de euros). Le sigue Madrid, con 834 millones, lo que supone casi el 12% de su presupuesto.

No obstante, no hay indicadores claros que permitan asegurar que la mortalidad haya crecido o la salud haya empeorado al flaquear los medios disponibles. Un balance de la Fundación FEDEA alerta sobre los aspectos más inmediatos o que exigen una respuesta más rápida por parte de las administraciones. Por ejemplo, aunque la mortalidad infantil está casi estancada desde 2009, el peso medio de los recién nacidos ha disminuido en los últimos tres años.

También ha aumentado la prevalencia de las enfermedades crónicas, las hospitalizaciones por diabetes, ansiedad y otros trastornos mentales, que rozan el 30% en los mayores de 75 años. Y la «epidemia del siglo XXI», la obesidad, ha crecido dos puntos hasta situarse en el 20%.

Es cierto que han bajado los accidentes laborales y de tráfico, aunque sobre estos últimos, la DGT, sin rubor, ha llegado a decir que existe mayor riesgo de accidente debido a la mejora económica. También han descendido los casos de tabaquismo. Los primeros se pueden relacionar con la disminución de la actividad productiva en sectores como la construcción; mientras que los otros dos apartados, con la concienciación de la población y las políticas en esta materia.

Pero ambas mejoras son fruto del trabajo realizado por ejecutivos anteriores. A Zapatero lo que es de Zapatero. Los médicos piden actuaciones serias para frenar la edad de inicio y el consumo excesivo de alcohol. Empezando por un mayor control sobre los botellones callejeros y el veto a la publicidad dirigida a chicos y jóvenes, incluso por parte de selecciones nacionales y los ídolos futbolísticos. Pero el Gobierno cede ante el lobby del alcohol y mira hacia otro lado. Casi como en el tercer mundo.