La salida de Nin de La Caixa
Creo que esta semana va a sorprender a más de uno mi columna. Creo, es más, que va a cabrear a unos cuantos. Lo peor es que seguramente dejará indiferente a más de uno. La ventaja de escribir en este medio es que siempre puedo hacerlo de lo que me dé la gana con la absoluta libertad de mis palabras. Sin más limitación que mi tiempo, mis ideas y mi experiencia.
Precisamente, aquellos que han seguido mi experiencia profesional estos largos años saben que no siempre ha sido fácil. Obviamente, podría estar llorando como cualquier nenaza (dicho con cariño claro) del tres al cuarto tipo Podemos, o haber intentado ser hijo de papá a lo Artur Mas sin pegar golpe (pero eso creo se nace así). Pero como los antiguos roqueros, me ha ido más aquello de vivir deprisa (no entraremos en lo del sexo, alcohol y rock que supongo hay menores en la sala). Total, sólo se vive una vez. Hay que aprovechar todo e intentar vivir al máximo.
Quizás debía ser a principios del siglo XXI cuando contacté por primera vez con el Sr. J. M. Nin. Entonces, en el Banco Sabadell. En esa época teníamos más premios y reconocimientos que cualquiera. La verdad, no recuerdo bien que tipo de operación planteaba, pero envíe una carta a diversos presidentes de bancos. Él fue el único en contestar. Atendió amablemente mi misiva en la que –creo recordar– le explicaba nuestros avances. Amablemente, nos dirigió por los vericuetos del banco a través de su mano derecha Juan Alcaraz. Pero lo bueno puede acabar mal. Y, en aquel momento, desembocamos en concurso de acreedores y todo acabó en nada.
Años más tarde —cuando él ya estaba en La Caixa— recuerdo que en un momento de dudas vertiginosas en mi vida –en medio de la vorágine post concursal– volví a contactar con él. Ya saben, llevar a la espalda un concurso en este país es peor que ser un asesino. Les confieso que pensé que no me haría mucho caso. Yo llevaba toda la vida trabajando con La Caixa y, según parece, sus sistemas informáticos echaban humo con mi nombre. La verdad era un tema muy estúpido y seguro que muy menor para él, pero de nuevo redirigió mi petición con eficacia.
Siempre me ha encantado la gente que, pese a estar en lugares clave, tiene tiempo suficiente para escuchar las historias diarias. Esas pequeñas historias que quizás, tontamente, mueven un país sin que nadie se dé cuenta. En España, hay pocas personas así. Yo, al menos, tengo 3 ó 4 en mi memoria. Pero, ese conocimiento es algo que inocula del concurso de acreedores. Uno puede equivocarse, incluso ser un mal gestor, pero sí detrás de sus actos siempre hay una argumentación y ante todo una ética nunca debe avergonzarse de nada, hay gente que te escucha. Y, con los años, desde mi pequeño búnker, intento aplicarlo a cualquiera que se dirige a mí.
Desde ese momento, le fui explicando a Nin mis “batallas menores”, siempre con “mis elocubraciones” sobre como mejorar tal o cual cosa. Siempre estuvo atento a mis comentarios sobre los concursos y concursados. Como es obvio, no le plantee ninguna operación más –ya no éramos los más premiados ni los más guays del festival y nuestra función era sólo trabajar a diario–. Hay gente que nunca lo entenderá, pero cuando uno esta abandonado en una isla “concursal”, sólo quiere en muchas ocasiones ser escuchado. Y he tenido la suerte de que, abusando en alguna ocasión de su tiempo, él lo hizo.
La verdad es que no tengo ni idea de por qué lo han largado de La Caixa. Supongo que sus motivos tendrán. Yo como comenté hace años años me retiré de las luchas económicas de poder diarias. Ahora, ni me entero ni me apetece enterarme desde mi jardín de la vida. A mí, solo me queda algo importante. En un momento dado, el Sr. Nin, como algún otro gran personaje del país, supo simplemente leer y escuchar lo que alguien –a quien no debía nada– quería decir.
Para algunos, o para muchos, será el responsable de los despidos de miles de trabajadores de La Caixa. Para otros, será un usurero banquero. Incluso será el responsable de las comisiones diarias de La Caixa. Algunos pensarán que es otro chorizo más que se llevará un buen fajo de billetes y no tardará en encontrar acomodo. A mí, la verdad, es que esos “detalles de la vida” me importan bien poco. Yo cuando pasé el concurso también tomé decisiones difíciles, pero en la vida hay que asumir esas acciones. Al final, todo es criticable o todo es entendible, pero si uno escucha siempre podrá ir un paso adelante.
Desconozco que hará ahora el Sr. Nin con su vida. Yo, con los años, me quedo con el detalle de que, cuando no tenía ni necesidad ni obligación, escuchó a un desamparado del mundo. Yo tampoco es que sea una hermanita de la caridad, aunque a veces he perdido la voracidad de los negocios. Pero reconozco que cuando una empresa pierde a la gente que saber escuchar, pierde mucho. Las empresas son personas, y las personas tenemos, aunque a veces lo escondamos, la capacidad de escuchar. Escuchar es el principio de los negocios. Pero no se equivoquen, escuchar no es asentir, sino simplemente escuchar.