Andan los analistas de La plaza con el corazón partido. De un lado, la satisfacción por la imagen de España como anfitriona. De otro, la vuelta a clase tras el éxito organizativo, la vuelta a los problemas domésticos.
Consideran esos mismos analistas que Pedro Sánchez ha comprado un nuevo perfil, una nueva careta que añadir a su ya larga colección de disfraces. El de profeta anunciante de los peligros de la extrema derecha va a ser arrinconado, vistos sus más recientes fracasos, y ahora va a triunfar el del presidente del pueblo que lucha contra los poderosos y su ariete que es el PP.
Con esos mimbres, el debate en esta plaza ha discurrido por la rentabilidad que el presidente del Gobierno puede mantener, y estirar, de su papel en la cumbre de la OTAN; las presiones que ahora llegarán a Alberto Núñez Feijóo, obligado a apoyar a un líder que le ningunea y menosprecia, y la disolución de la izquierda (Podemos, anti OTAN…) cada vez más ajena al rumbo de la historia y sus electores.