La relocalización y la industria artesanal

Es reciente la noticia sobre el inicio de las obras de rehabilitación de la antigua Adoberia Bella de Igualada (Barcelona) que debe convertirse en el año 2015 en la sede del clúster de la piel de calidad.

Asistimos a la resurrección, cual ave Fénix, de un sector maduro, condenado por muchos analistas a deslocalizarse definitivamente al mundo preemergente. El espacio igualadí también actuará como sede del proyecto Capital Europea de la Piel de Calidad. Los curtidores de Igualada usarán el espacio como showroom.

Resulta que después de la estampida de muchas empresas curtidoras que bajaron la persiana por la competencia de bajos costos de los países emergentes, hay cuatro factores que permiten la relocalización:

  1. La calidad. A pesar de la mejora acelerada de la capacidad productiva de los países emergentes, ciertas manufacturas no son de fiar. Por ejemplo, en el uso que se realiza de sustancias que no perjudiquen el medio ambiente y, sobre todo, si los productos van dirigidos a una marca de alto nivel.
  2. El coste del transporte. El precio del transporte con el encarecimiento de los combustibles fósiles hace que la ventaja competitiva de los países lejanos pierda posiciones, curiosamente, con los productos que ocupan volumen.
  3. La moda efímera. La velocidad en los cambios de tendencia provoca que en algunos ámbitos se deban producir series cortas y que lleguen de forma inmediata al mercado, hecho imposible si se produce en las antípodas.
  4. La industria personalizada. La revolución tecnológica a raíz de la robotización de los procesos y la producción en tres dimensiones facilita un movimiento contrario a la estandarización: la personalización del consumo. Cada vez existen más opciones para producir a la carta sin costes adicionales. En algunos campos, incluso se puede decir que vamos hacia la producción industrial personalizada. O , si se prefiere, a la artesanía tecnológica en la que la demanda del cliente y la creatividad del diseñador no estarán condicionados por los costes productivos. Todo ello, con una condición: que la producción se realice al lado de casa.

Paradójicamente, la revolución tecnológica permite volver a la artesanía: encargo, calidad, diseño personalizado y alta creatividad. Con estas premisas se crean ámbitos inéditos de colaboración entre fabricantes, innovadores, artesanos, diseñadores y proveedores de servicios.

La revolución tecnológica permite combinar estas cinco categorías más que nunca, tal y como opina A. Danielli, filósofo de la ciencia. Según él, los artesanos y los fabricantes están luchando por un mundo más humano de la producción y por tener una relación con su trabajo menos alienante. Se vislumbra un cambio cultural útil para millones de personas desocupadas: un redescubrimiento del manual para construir nuevas habilidades que permitan menores costos para los artesanos gracias a la fabricación personal y a precios más altos por la oportunidad que ofrece el comercio electrónico. Innovadores y diseñadores pueden dejar de ser una carga para el fabricante preocupado por el día a día gracias al abaratamiento de la elaboración de prototipos y series cortas que, a la vez, pueden servir de test en el mercado.

Todo ello aún da lugar a otro fenómeno por ahora minoritario pero revolucionario: la autoproducción cooperativa. El descenso de los precios de las impresoras en tres dimensiones, cortadoras láser, taladros microelectrónicos y KIT digital provoca que estos instrumentos se pongan al alcance de los grupos autoorganizados y de aficionados atraídos por la filosofía del DIY (Do It Yourself).

El origen del término y el fenómeno se debe buscar en Estados Unidos. Nació en el MIT FabLab, el Centro de Bits y Átomos por una intuición de Neil Gerschenfeld. El movimiento de la fabricación personal es el hijo de la industria, de la que tomó la precisión y reproducibilidad de los productos; el nieto de la artesanía, de la que tomó el diseño a medida; y hermano del open source, con quien comparte la filosofía de los proyectos abiertos de cambio. Son focos de conocimientos especializados, en los que las personas se encuentran con otros usuarios que no tienen la capacidad para implementar sus proyectos y cooperan para alcanzar esta producción a la carta.

Esto es tendencia: relocalizar y producir a la carta.
 
Macedonia:

  • Terminamos la semana con la amenaza de Fernández Díaz de rematar la involución con el retorno de la Ley de Prensa (Manuel Fraga) ahora aplicada a la Red. El desgraciado episodio de León entre miembros del PP y su repercusión en Internet se usan como excusa para el regreso de la censura. Cuando Interior no ha, ni siquiera, movido una ceja ante los miles de twits atizando el odio a colectivos enteros, como el catalán.
  • Tendrá trabajo la juez argentina Salvini que viene a España este fin de semana a recoger testimonios de la vulneración masiva de los derechos humanos durante la dictadura. A poco que se descuide, pronto tendremos que añadir a la causa algunas actuaciones de políticos en activo.
  • El inexistente déficit fiscal de Catalunya. Haberlo, haylo, porque ha aparecido en los estudios encargados por el inefable Monago. Textual: si Catalunya logra un modelo de financiación singular (como el vasco) España deja de recibir 16.000 millones de euros anuales. Corolario: ¿se puede ser socialdemócrata en Catalunya sin estar a favor del Estado propio?
  • Ahora resulta que Florentino Pérez con el aval del Estado –es decir, de los impositores– emprende un proyecto de depósito de gas que ya ha triplicado su coste y que será necesario parar porque los informes, escondidos por el ministerio correspondiente, dicen que ha aparecido una falla no prevista. O sea, que chupando el gas de unos y el dinero de los demás, la Casta nos ha montado una falla entre Valencia y Catalunya que se llama Castor.