La reacción permanente del independentismo catalán
¿Cómo administrará el independentismo el poder y presupuesto de una Cámara que se transformará en un ente político de parte?
Una de las características que mejor define al independentismo catalán es su capacidad de infiltrarse en el cuerpo social. Ya sea por acción de unos u omisión de otros. Con argucias y astucias o sin ellas. Por méritos propios o deméritos ajenos.
Hablemos de la Cámara de Comercio de Barcelona. En las recientes elecciones para la renovación de sus órganos de gobierno, la candidatura independentista ha conseguido la mayoría con el lema Cámaras: herramientas de país. De país catalán, por supuesto. Vayamos al asunto.
En el episodio del podcast ‘La plaza’ de esta semana, los tertulianos de Economía Digital discuten sobre las elecciones a la Cambra (a partir del minuto 30′)
En el primer punto del programa de dicha candidatura, se habla de “compromiso de país” y del “liderazgo económico y la no sumisión a los intereses de los oligopolios y empresas con sedes no catalanas”.
Los independentistas pretenden crear un índice bursátil de las empresas catalanas
Cosa que implica un “compromiso con la implementación de la República catalana y la soberanía fiscal”. Más: hay que “desvincular nuestra economía de los poderes fácticos centralizados -IBEX 35, palco del Bernabéu-”.
A ello, hay que añadir la elaboración de un plan estratégico de la Cataluña como estado, el fomento de infraestructuras con el resto de los Países Catalanes y la promoción de los valores tradicionales catalanes – esfuerzo, trabajo, creatividad, diálogo- así como la creación de un índice bursátil de las empresas catalanas.
El CCN afirma en sus panfletos que la Cataluña independiente crecerá más rápido
Una indigerible mezcla de localismo, populismo y demagogia propia de las entidades que impulsan la candidatura de país: la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y el Cercle Català de Negocis (CCN).
Una ANC que cree que la independencia creará per se “las condiciones necesarias para generar más riqueza en Cataluña” con el consiguiente “bienestar de los ciudadanos”. No hay engaño sin autoengaño.
Un CCN que en sus panfletos afirma que la Cataluña independiente crecerá más rápido, los ciudadanos pagarán menos impuestos, se creará más y mejor trabajo con salarios más altos. Resumen: “la independencia, además de dignidad, libertad e identidad, es progreso y beneficio”.
Sigue la broma: el líder del CCN ha reclamado la expulsión de España de la UE – ¿así se defiende a la economía catalana, al empresario catalán y a los catalanes?-, se ha fotografiado con una careta de Carles Puigdemont en el coche -patochada en toda regla- y promete estudios sobre la viabilidad de la independencia -brexit a la catalana-.
La victoria en la Cámara ha propiciada que el independentismo –más allá de posibles irregularidades o pucherazo que serán objeto de valoración por la Junta Electoral: ¿la Cataluña bananera?- saque la siguiente conclusión: el empresariado catalán es mayoritariamente independentista.
La autarquía económica de cuño franquista podría cobrar forma en Cataluña
¿Cómo se puede decir eso si lo votó el 4,1% del censo? Rubor: el triunfo independentista obedece a la desidia de un empresariado que no se moviliza. ¿Hasta cuándo se tolerará el desafío? Las empresas que más aportan a la Cámara, ¿seguirán subvencionado al independentismo?
¿Cómo administrará el independentismo el poder y presupuesto de una Cámara que se transformará en un ente político de parte? ¿No sumisión a los intereses de oligopolios y empresas con sede no catalanas? ¿Soberanía fiscal? ¿República catalana? ¿Adiós al IBEX 35? Vía directa al desastre.
Más: ¿qué será de aquellos entes –Feria de Barcelona, Consorcio del Turismo, Consorcio de la Zona Franca, Autoridad Portuaria de Barcelona-, que en buena medida dependen de la Cámara, si el independentismo sigue con su compromiso de país? ¿La vendetta independentista?
El egoísmo del nacionalismo catalán
Si el programa del independentismo infiltrado en la Cámara toma cuerpo, la autarquía económica de cuño franquista podría cobrar forma en Cataluña.
Más allá del hecho en sí, la ocupación de la Cámara muestra la existencia de un nacionalismo que se caracteriza por la reacción permanente, el egoísmo insolidario, el chovinismo del bienestar y el narcisismo primario.
Y ese populismo rústico. Y esa demagogia vulgar que enfrenta el nosotros al ellos, que siempre culpa al otro, que frecuenta el mesianismo y promete un supermundo que nunca llegará.