La rapiña de los cajeros
La Audiencia Nacional juzga estos días a la ex cúpula de Novacaixagalicia (NCG). Se acusa a sus integrantes de haberse embolsado 19 millones de euros en concepto de áurea prejubilación, justo cuando la caja se hallaba en pleno naufragio.
Se ha de recordar que NCG surgió en 2010, fruto de la fusión de Caixa Galicia y Caixanova. Se salvó de una quiebra galopante gracias a la inyección de casi 9.000 millones de dinero público. De esta enorme suma, apenas se han recuperado 1.000 millones, que es lo que un magnate venezolano abonó al Estado por adjudicarse la entidad.
La memoria es flaca. El inefable ministro Luis de Guindos aseguró en su día que las inmensas ayudas dispensadas a las cajas no costarían un céntimo a los ciudadanos. Que santa Lucía le conserve la vista. Solo en un rescate, el de NCG, los contribuyentes han sufrido un devastador quebranto de 8.000 millones.
La lista de ex prebostes de la caja que se sientan en el banquillo incluye a Julio Fernández Gayoso, presidente; Ricardo Prada, abogado que supervisó los contratos blindados; José Luis Pego, director general; Javier García de Paredes, director general adjunto; Gregorio Gorriarán, responsable del grupo inmobiliario; y Óscar Rodríguez Estrada, gestor de la oficina de integración.
La fiscalía califica a Gayoso y a Prada de cooperadores necesarios y a los otros cuatro, de autores de delitos de apropiación indebida o de estafa, por el cobro de los finiquitos de marras cuando abandonaron la caja en 2011. Pide tres años de prisión para cada uno de los imputados, así como la devolución íntegra de las sumas percibidas.
Curiosamente, quien se ha librado del juicio es José Luis Méndez, el eviterno director general y posterior presidente de Caixa Galicia. Tuvo la suerte de apearse de ella justo dos meses antes de la fusión. Se llevó a la faltriquera un suculento chollo de 16,5 millones, pese a que la caja ya estaba al borde del precipicio.
Desmanes retributivos
El escándalo de Novacaixagalicia no es original. Reproduce casi punto por punto otros anteriores acaecidos en el sector por fechorías casi siempre relacionadas con abusos salariales. Sin ánimo de ser exhaustivo, en los últimos tiempos acabaron en el juzgado las planas mayores de Caja Madrid-Bankia, Caixa Catalunya, Penedès, Burgos, Mediterráneo, Bancaja, Castilla-La Mancha, Duero, España, Segovia, Navarra, Canarias, Burgos y Sol.
Los jerarcas de NCG que se sientan en el banquillo no deben de tenerlas todas consigo, a juzgar por los precedentes. El año pasado recayó la primera sentencia por un entuerto similar, el de Caixa Penedès. Cuatro de sus ex jefes fueron condenados a penas de prisión. A Ricard Pagès le cayeron dos años. Y a Santiago Abella, Joan Caellas y Manuel Troyano, un año a cada uno. Ninguno entró en la cárcel. La sentencia, considerada benévola, tuvo en cuenta que reintegraron los 28,6 millones cobrados irregularmente.
En el caso de NCG, los ejecutivos sostienen la licitud de sus devengos. Dicen que éstos se basan en contratos blindados suscritos antes de la fusión de las cajas gallegas. Que la comisión de retribuciones y el consejo de administración refrendaron posteriormente tales contratos. Y que el Banco de España no puso ninguna pega cuando se le comunicó el importe de los momios.
Por el contrario, la fiscalía afirma que los encartados introdujeron mejoras económicas subrepticias en sus contratos de alta dirección, a fin de garantizarse una copiosa liquidación futura. Y que, además, ocultaron su cuantía deliberadamente.
Pero poco importa que los blindajes fueran opacos o no. Lo relevante es que tales caballeros, responsables de la ruina de NCG, arramblaron con una cantidad astronómica de dinero en premio a su hazaña. Y para mayor escarnio, resulta que los fondos de semejantes recompensas se extrajeron del peculio de los contribuyentes.
El asunto me parece de una inmoralidad clamorosa. Dice el refrán que de enero a enero gana dinero el banquero. En el caso que nos ocupa, el aforismo se ha cumplido al pie de la letra, pero con el significativo detalle de que previamente ese equipo de directivos de dedos largos dejó la entidad sumida en una quiebra salvaje.