La productividad en España: ¿tres décadas perdidas? 

España necesita una agenda de reformas que impulse la productividad y el crecimiento. Cuanto más se tarde más difícil resultará lograr un crecimiento sostenido que permita la capacidad para competir en los mercados internacionales

El próximo gobierno de España debería tener como máxima prioridad disparar el crecimiento de la economía española. La búsqueda del crecimiento no es una obsesión de los economistas. Sin crecimiento, España no reducirá su alarmante cifra de desempleo, no podrá reducir su deuda —pública y privada— y no podrá financiar el Estado de bienestar en el medio-largo plazo, a causa de la caída de la natalidad y del aumento de la esperanza de vida. Tampoco vamos a descarbonizar nuestra economía sin crecimiento: necesitamos inversión en innovación, infraestructuras verdes y nuevas tecnologías sostenibles. 

En dicho cometido, sin embargo, no llevamos una buena trayectoria. Si tomamos los datos del Producto Interior Bruto (PIB) real per cápita de Eurostat, el dato de 2021 fue de 23.510 euros, niveles muy similares a 2005 (23.420 euros). Nuestros vecinos europeos, mientras tanto, han seguido una senda moderadamente alcista en los últimos años. Según Eurostat, tomando como referencia el PIB per cápita en paridad de poder de compra, España ha pasado de un valor de 102 con relación a sus socios (UE-27) en 2008 a 91 en 2019. Dicho de otro modo, nos alejamos de la media de la UE. No hace tanto, la economía española tenía un PIB per cápita un 20% más alto que el de Corea del Sur. Hoy nos encontramos casi un 15% por debajo. 

España ha pasado de un valor de 102 con relación a sus socios (UE-27) en 2008 a 91 en 2019

Por un lado, nos han alcanzado —o superado— los que venían por detrás, sobre todo los cada vez más prósperos países bálticos (Estonia y Lituania lo están haciendo especialmente bien) o del centro-este de Europa (Polonia, Hungría, Rep. Checa, Eslovaquia, Eslovenia; incluso Rumania ha avanzado mucho en la última década). Pero no es necesario mirar más allá del Telón de Acero: tampoco nos ha ido demasiado bien si echamos un vistazo a los países más ricos de la UE. Salvo excepciones como Grecia, hemos perdido posiciones respecto a la mayoría de nuestros vecinos europeos.  

Con países como Irlanda, es mejor ni compararnos: en la última década, el tigre irlandés ha crecido un 151,9 %. España un 12,1 %. Pero lo mismo podríamos decir si miramos a Alemania, Dinamarca, Holanda o Austria. Ni siquiera con respecto a Suiza, un país muchísimo más rico y con el que en teoría debería ser más sencillo converger, hemos logrado un acercamiento real en los últimos años. Más bien al contrario.  

Empleo, capital humano y capital físico

Llegados a este punto, la pregunta obvia es qué han hecho otros países que no haya logrado España en las últimas tres décadas. La respuesta puede resumirse en una palabra: productividad. Los países crecen cuando emplean más factores productivos —más empleo, más capital humano y más capital físico— y cuando estos se emplean más eficientemente.  

La productividad total de los factores (PTF) constituye un buen indicador de la salud de una economía porque mide cuántos bienes y servicios somos capaces de producir, una vez que descontamos los efectos de los cambios en el capital físico y humano de una economía. Si, por ejemplo, un país tiene más y mejores autopistas y sus trabajadores están mejor formados en 2021 que en 1980, es muy difícil no producir más bienes y servicios, aunque seamos menos eficientes. 

Cuando hacemos este ejercicio, observamos cómo de alarmante es la situación de nuestra estructura económica: la productividad total de los factores en España no ha crecido desde los años ochenta del siglo pasado. Tomando la base de datos de Penn World Table, la principal fuente de comparaciones internacionales de crecimiento económico, la productividad total de los factores en España en 2019 se encontraba prácticamente en el mismo nivel que en 1983: 36 años de crecimiento de la productividad casi nulo. 

Que la productividad se encuentre estancada desde mediados de los ochenta del siglo pasado significa que el único motivo por el que hemos crecido en las últimas décadas es porque hay más españoles trabajando, porque los nuevos trabajadores tienen más años de educación y porque hemos construido autopistas donde no las había. ¿Qué ocurrirá cuando se agoten estas posibilidades? La respuesta es sencilla: o empieza a crecer la productividad o la economía se estancará muy pronto. La única garantía de crecimiento del bienestar sostenible en el largo plazo es el crecimiento de la productividad total de los factores. 

Una agenda de reformas para mejorar la productividad 

Las causas subyacentes al bajo crecimiento de la productividad en España son variadas y cualquier intento de mejorarla deberá responder a una estrategia multidireccional. Las reformas que podrían actuar como palancas son de sobra conocidas e incluyen reforzar la seguridad jurídica, consolidar una Administración de justicia rápida y predecible, acabar con la dualidad en el mercado de trabajo, eliminar barreras a la creación y entrada de nuevas empresas, impulsar una vigorosa política de defensa de la competencia y facilitar la adopción e innovación tecnológica. Pero la sociedad civil también tiene una misión que cumplir, en particular, con una mejora en la calidad de la gestión empresarial. Numerosos emprendedores tienen grandes ideas, pero carecen de la experiencia o formación para convertirlas en productos de éxito.  

El proceso de ahorro, adquisición de bienes de capital y progreso técnico en España no se ha desarrollado como sería lo deseable, en buena parte por la reducida dimensión empresarial. En 2016 la empresa manufacturera española media tenía 4,4 empleados, frente a los 11,8 de Alemania. Que nuestras pequeñas y medianas empresas crezcan es el mejor camino para asegurar el crecimiento económico. A medida que van ganando tamaño, las empresas pueden beneficiarse de las economías de escala y acceder a nuevos mercados, tecnologías e innovaciones que repercutan en la adquisición de talento y capital humano. 

Es preciso actuar ahora. España necesita una agenda de reformas que impulse la productividad y el crecimiento. Cuanto más se tarde más difícil resultará lograr un crecimiento sostenido que permita mejorar el bienestar y la capacidad para competir en los mercados internacionales. 

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