La postura de Casado ante Ciudadanos
Pablo Casado no puede escorar al centro porque Albert Rivera se aprovecharía
Pocas veces Cataluña ha influido tanto en la política española. No sólo ha provocado, y votado, un cambio inesperado de gobierno sino que ha generado un partido, Ciudadanos, capaz de catapultar a Sánchez a La Moncloa y a Casado a la presidencia del PP.
La llave del éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Rajoy fue el miedo a C’s. Quien convenció a Puigdemont para que el PDECat votara a favor no fue Marta Pascal como se dice.
Ya se ha visto que Pascal no tiene la menor influencia sobre el líder de sus votantes. Fue Pablo Iglesias, según confesó el propio president depuesto en una entrevista radiofónica.
Pablo Iglesias convenció al PDECAT para que votara a Pedro Sánchez en la moción de censura
Si esta moción fracasa, le espetó Iglesias con estas o parecidas palabras, no tendremos otro remedio que presentar otra o votar la de C’s, con un candidato que disolverá las cámaras de inmediato, con lo que estaremos facilitando entre todos el camino de Rivera a La Moncloa.
De ahí que los diputados independentistas votaran a Pedro Sánchez sin la menor fisura entre ellos, para que vean lo divididos que están a la hora de la verdad. Y sin el menor escándalo entre los que habían puesto no hace mucho el grito en el cielo ante tal posibilidad, para que se observe hasta qué punto la distensión les convenía por igual.
Entre los parlamentarios catalanes existe el objetivo de cerrar el paso a Albert Rivera
36 de los 47 diputados por Cataluña en el Congreso a favor de Pedro Sánchez. Tanta unanimidad, por completo insólita, no se debe a un proyecto compartido para España, ni de país ni de sociedad, sino a al objetivo común de cerrar el paso a Albert Rivera.
La victoria de Casado
Pablo Casado ha ganado por dos motivos. El primero, porque había que pasar página de la etapa Rajoy, lo cual perjudicó a Sáez de Santamaría. Si llega a ganar Santamaría, el PP habría cambiado a Rajoy por Rajoy bis. Aunque Rajoy puede estar contento, los populares le han despedido sin bochorno.
El otro motivo, más poderoso aún, es el miedo a Ciudadanos. Contra lo que se ha vendido en algunos medios, el PP no discutía su propio posicionamiento político, si más o menos a la derecha. No lo hacía porque, como a buen pragmático los matices le resbalan. Casado no puede escorar al centro porque Rivera se aprovecharía.
A la que Casado afloje un poco, el PP puede verse sobrepasado por C’s. Por eso no va a aflojar. Lo que quede de legislatura estará marcado por la competición entre Casado y Rivera, a ver quién es más inflexible e intransigente.
El papel de Puigdemont en España
En el otro extremo de la cuerda, Puigdemont tira tanto como puede. Casado y Puigdemont viven de aumentar la fiebre de sus seguidores, pero los accesos de fiebre no se prolongan artificialmente y acaban agotando al paciente.
El riesgo para la inestabilidad que provocaría un doble adelanto electoral, autonómicas en Cataluña y generales en España, se llama Puigdemont. Al PP le interesaría si no fuera porque a C’s todavía le conviene más.
Puigdemont decepcionó a los intransigentes al nombrar a Torra
El president depuesto y exiliado puede provocarlas pero es de prever que no lo hará. Es mejor vivir de expectativas hasta comprobar su fuerza en las municipales que arriesgarse a un batacazo. Al nombrar a Quim Torra, Puigdemont decepcionó a los intransigentes.
Es una ingenuidad llamar ingenuos a quienes confían en un gran espacio de centro en España, porque existe y tal vez se amplia. Dejar el centro libre para que Pedro Sánchez se expanda a sus anchas no es buen negocio, pero los demás están atrapados, cada cual en su laberinto y no pueden disputarle este terreno.
La opinión de Europa
Sin amenazas por la derecha, el PP hubiera podido moderarse un poco. Los deseos de Alemania no son órdenes, pero pesan. PSOE cuenta con el apoyo de Bruselas y Berlín. Casado no. Nadie en Europa está interesado en una involución de España. Les basta con Polonia y Hungría.
La llave de Rivera es mágica. Ha abierto la puerta de la Moncloa a Sánchez y la del PP a Casado. Mágica pero también maléfica: cuantas más puertas ajenas abre más se cierra las propias.