La política más mala con el mejor cine español
La batalla entre el Ejecutivo de Rajoy y el cine español sigue enconada, a pesar de los taquillazos del año pasado. La 29 edición de los Goya dejó claro que los ministros de Educación y Hacienda, José Ignacio Wert y Cristóbal Montoro, menosprecian la cultura en general y el cine en particular por considerarlo mero ocio y algo no necesario. Y, además, un negocio infectado de gente de izquierdas.
Con más cara que espalda para aguantar el chaparrón, el responsable de la Educación incluso se ha ufanado de su política, ya que se ha obtenido un 25% de cuota de pantalla, lo nunca visto en los últimos 38 años. Todo ello sin haber bajado el denominado ivazo cultural (21%) con que se gravan las entradas a los espectáculos, ni pagar las deudas a los productores ni mejorar los incentivos fiscales.
En una prueba más de que la derecha nunca ha entendido al mundo de la cultura, el custodio de la caja pública de caudales no le va a la zaga en su mal disimulado desprecio al cine español, al achacar sus males a la «falta de calidad». Para más inri, disimulando que el Fisco se ha llevado limpios 26 de los 133 millones de euros recaudados. Y olvidando que la industria cultural, considerada sector estratégico y asunto de Estado en países como Francia y Estados Unidos, genera en España 503.700 empleos y supone el 4% del PIB.
De la mano del dueto Wert-Montoro el celuloide patrio se lanzó en caída libre en 2011, en recaudación, cuota de pantalla y empleo. El 2012 fue una auténtica pesadilla. Durante 2012 y hasta el 30 de marzo de 2013 se habían cerrado 141 salas y se ha perdido el 12,7% del empleo directo del sector, que achaca la mayoría de los males a la subida del IVA al 21% y a la insuficiencia de las inversiones.
Los expertos advierten de que el éxito recaudatorio del 2014 puede ser flor de un día, ya que no obedece a una buena política cultural. También claman ante la timba electoral que se avecina por una política seria y sin bandazos.
En 2008 Zapatero logró convertir sus cejas en todo un símbolo y abonó una plataforma de apoyo con cineastas, actores y artistas de renombre como Almodóvar, Botto, Echanove, Bosé, Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel o Sabina.
Aparecían con un dedo sobre sus ojos simulando ser la ceja del político leonés, un gesto que les sirvió para ser recordados como los «artistas de la ceja». Después de seis años, muchos de ellos prefieren a Pablo Iglesias, aunque todavía no se ha definido, que a Pedro Sánchez, a pesar de que aprovechó la soporífera velada de los Goya para prometer que bajará al 5% el IVA, si gobierna claro.
Zapatero colocó a la guionista cinematográfica Ángeles González-Sinde al frente del Ministerio de Cultura para garantizar subvenciones a porrillo al cine español, 75 millones de euros en el periodo 2009-2011, con la que estaba cayendo.
La ministra llegó a respaldar públicamente una ley de cine catalán que establece que el 50% de las películas extranjeras –entre ellas las españolas– deben estar dobladas o subtituladas en catalán, lo que ha disgustado a distribuidores y exhibidores, por intervencionista.
González-Sinde confesaba, sin embargo, al embajador de Estados Unidos en España, Alan Solomont, que, en su opinión, la ley del cine de Cataluña era «antinatural» y «desequilibrada», entre otras razones porque «incluso los catalanohablantes prefieren ver películas en español», según un informe emitido por la embajada y revelado por Wikileaks, ese chivato genial e incómodo.
La contraprestación también sirvió al anterior jefe del Ejecutivo no sólo para subir el canon digital a los consumidores, sino para que el Gobierno lo perdonara a los productores de cine y para proteger los derechos de los artistas con la ley antidescargas –la ley Sinde–, entre otras gabelas. En fin, una cultura subvencionada de un Gobierno subvencionado.
Todavía un sector de la opinión pública tacha a la gente del cine de acomodaticia, sectaria y, sobre todo, pedigüeña. En Génova, desde el famoso «No a la guerra» bajo el aznarato, se empecinan en que son un sector de izquierdas que, lógicamente, no votan al PP y, por tanto, como diría Camilo José Cela «pues que se jodan».
El director de la Academia de Cine, Enrique González Macho, no se cansa de repetir de que los actores son personas y que entre los 1.300 inscritos inscritos hay «afortunadamente de todo», gente de derechas y de izquierda, gente que no tiene ningún interés por la política, y gente muy política. «Al final, –remacha– la Academia y el cine son un reflejo de nuestra sociedad. Es importante saber que ser actor es una profesión más, como la medicina, o la ingeniería. Cada cual piensa lo que quiere, pero cuando trabaja, trabaja».