La política exterior separatista, un asunto domestico
El viaje de Quim Torra a Washington es el ejemplo perfecto de que la política exterior del separatismo está hecha para su gente en Cataluña
Quim Torra ha viajado a Washington, donde no le ha recibido nadie, para participar en un festival cultural.
Su viaje se ha cerrado con un fiasco bochornoso: le invitaron a abandonar el recinto, tuvo que volver a su hotel andando y otra serie de humillaciones terribles para cualquier persona razonable.
Pero a Torra y a su nutrida comparsa, en cambio, les habrá parecido un éxito total porque en Cataluña los separatistas les han visto por la TV reventando una cena de gala y vociferando cual grupo de hooligans pasados de vueltas.
Incluso Jordi Pujol, personificación de todos nuestros defectos sociales y encarnación de algo bastante aproximado al mal absoluto, tenía claro qué era la corrección institucional, qué papel tenía una autoridad y cuál era la dignidad, como mínimo aparente, de la presidencia de la Generalitat.
Torra y su club han visto poco de House of Cards o de The West Wing.
Washington es un lugar terrible, despiadado, duro, pero como sucedía en tiempos de los Medici en Florencia o en Versalles, de formas exquisitas donde la incorrección aparente no se perdona y la peor de las villanías tiene que ser incruenta. En eso se parece muchísimo a Bruselas.
¿Qué es más mal educado que ofender al anfitrión de una actividad?
Torra ha conseguido ridiculizarse a él y con él a Cataluña. Ha incomodado a Armenia. Quizás deberíamos preguntarnos cómo se nos ve por el mundo, cuando se nos invita a un festival junto a los armenios y no junto a Massachusets o Baviera y saboteamos premeditadamente a su anfitrión.
¿Qué hay más mal educado que ofender a un anfitrión? Torra incluso ha conseguido que un ministro de Pedro Sánchez, como Josep Borrell, hable bien del embajador español en Washington, que es exministro del PP.
Torra no ha conseguido nada positivo, excepto complacer a sus ya de por sí muy complacidos seguidores y se ha garantizado que nunca más quieran verle por la ribera del Potomac.
En Washington, gracias a Torra, hemos pasado de irrelevantes a ser mal recibidos y eso que con Donald Trump los separatistas quizás hubieran tenido una oportunidad porque la extravagancia les une.
El separatismo hace tiempo que ha convertido la política exterior en un tema de política domestica. Todo lo que hacen fuera de Cataluña está hecho pensando en su gente aquí. Les da igual dejar tierra quemada allá por donde pasan.
En EEUU la Fundación Carter, la del expresidente georgiano que se dedicaba al cacahuete, tuvo que emitir un comunicado desmintiendo a Carles Puigdemont tras el intento de este de manipular una entrevista entre ambos.
En América los separatistas han adoptado la misma política que en Bruselas. Sus acciones han conseguido incomodar a todos los estados miembros de la UE al Parlamento Europeo y a los lobbys, tan importantes en Bruselas.
Los lobbys incluso han acabado por alejarse de todo aquello que proceda de la pseudoembajada catalana en Bruselas.
El nombramiento de la prófuga Meritxell Serret como “embajadora” catalana en Bruselas está dentro de la misma lógica que la actitud de Torra en Washington.
La receta de dejar que los separatistas se pongan en evidencia es más voluntarista que real
Da igual que eso suponga que la oficina catalana no pueda inteactuar con nadie. Lo fundamental es la teatralidad pensando en “els seus”.
Con Serret al frente de la oficina catalana en Bruselas lo que sencillamente sucederá es que no será invitada a nada para no incomodar a las autoridades españolas que no deja de ser un estado miembro de la UE.
En La Moncloa alguien podrá pensar que hay que dejar a los separatistas que se pongan en evidencia, que eso les desgasta y les resta apoyo de la gente. Esa receta, que ya intentó aplicar el PP, es más voluntarista que real.
La reunión del 9 de julio entre Torra y Pedro Sánchez será un punto y seguido que no resolverá nada porque el separatismo es insaciable.
La cuestión clave es cuánto daño nos hace a la imagen de España en el exterior y qué consecuencias económicas tiene que una parte del gobierno de ese país (porque la Generalitat es parte del gobierno) ande reabriendo oficinas por el mundo pagadas por todos.
Oficinas que tienen por único objetivo la autodestrucción de España y con ella de Cataluña, aunque Torra, obviamente no se da cuenta.
Sánchez, en lugar de desmantelar Marca España, lo que debería hacer es remodelarla
No todos nuestros embajadores tendrán la gallardía, dignidad y reflejos de Pedro Morenés. Sánchez ha insinuado que va a desmantelar la oficina Marca España por inútil. Como liberal le aplaudo; cuanto menos administración mejor.
Pero él como socialista, dado que es favorable a la expansión de la administración como ha demostrado en la configuración del nuevo gabinete, quizás debería plantearse que en lugar de desmantelar Marca España lo que debería hacer es remodelarla y hacerla eficaz para poder contrarestar el daño que la trashumancia indepe provoca.