La perversión democrática de Mas
El sexo. ¿O no? La palabra perversión la relacionamos con prácticas sexuales. Pero no se asusten. Lo que se plantea ahora en Cataluña es una pervesión democrática.
Es decir, una tergiversación de los términos, un giro de la palabra y de los proyectos políticos, todos legítimos. Artur Mas está a punto de girar sobre sí mismo, de ofrecer en público una gran pirueta. Acaba de convocar, de nuevo, una gran cumbre –le gusta al President de forma notable esas reuniones solemnes– con los partidos soberanistas y las entidades cívicas para llegar ya a una conclusión: igual ya no es necesario convocar las elecciones del 27 de septiembre.
No hay nada preparado. Las diferencias son enormes, y, –vamos a decirlo claro– nadie quiere ir con él en una lista unitaria.
Mas sabe, desde hace meses, que Convergència ya no suma, que las siglas están amortizadas. Era consciente, también, de que la federación nacionalista entraría en una profunda crisis, y que perdería por el camino –aunque Josep Rull se alegre– a Unió Democràtica.
Ante esa realidad, quiso recuperar la idea de una gran lista unitaria, ofreciendo a la ANC y a Òmnium Cultural que elaboraran ellas una candidatura «encabezada» por el President, o «con el President». Pero el monumental lío que ha provocado, –con la sospecha de que quería que fuera así– ha dejado al movimiento independentista a cuadros.
El 27 de septiembre el independentismo quería que se convirtiera en un gran plebiscito, con el objeto de pervertir por completo el sistema. Porque, sencillamente, las cosas no se pueden proyectar de esa manera. Cataluña forma parte de un estado moderno, con reglas de juego, con inversores pendientes del futuro, inserida en la Unión Europea, que vuelve a tropezar con Grecia. Y lo que pretendía Mas, con su acuerdo con Esquerra, es iniciar un camino lleno de incertidumbre. Si, además, no tiene ninguna garantía de obtener, ya no una mayoría absoluta, sino una mayoría para gobernar, ¿para qué debe convocar, cuando aún le queda más de un año de legislatura?
Así que con el análisis de la situación, y, tras escuchar a muchos dirigentes de Convergència que le han expresado en los últimos meses que lo mejor era esperar los resultados de las elecciones generales –en las que se abre realmente un proceso de cambio y de posible reforma de la Constitución, con el PSOE, Ciudadanos y Podemos– Mas ha querido cargarse de razones para plantearse la decisión más difícil: renunciar al 27S.
Es extraño. Es perverso, porque ha ido calentando los ánimos de una buena parte de la sociedad catalana que, por muchas razones, se ha creído un relato que, sin ser falso del todo, no es tampoco cierto del todo. Muchos catalanes han visto cerca la independencia, y ahora ven que el proceso soberanista ha sido una gran cortina de humo.
Porque, a estas alturas del mes de julio, ¿cómo se puede interpretar la convocatoria de una nueva cumbre? El 27S, ahora sí, peligra de verdad. Igual es lo que todos querían, visto que el fracaso era inminente.