La pertinaz sequía de Pedro Sánchez

El argumento del cambio climático le sirve a Sánchez para eludir la responsabilidad de un Gobierno inmovilista e irresponsable que ni legisla ni toma las medidas necesarias para evitar los incendios

No consta en ningún documento que los sucesivos gobiernos del general Francisco Franco incorporaran en sus ministerios directores de comunicación, asesores políticos, consultores políticos, consultores estratégicos, spin doctors o coachs licenciados en Ciencias Políticas, Ciencias de la Comunicación, Gestión Política, Comunicación Política o Marketing.

Tampoco consta que en los gobiernos del dictador hubiera especialistas con amplios conocimientos sobre la sociedad, el discurso político, las estrategias básicas políticas, el diseño de la personalidad de un político o la gestión de una crisis.

Un lema del franquismo

Pese a todo ello, el Régimen del general Francisco Franco fue capaz de crear uno de los mejores lemas de la política española de todos los tiempos que para sí quisieran los grandes del género -Harvey LeRoy “Lee” Atwater, David Gergen, James Carville, Karl Rove o David Axelrod- que guiaron a Ronald Reagan, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. El lema: la “pertinaz sequía”.

Con la “pertinaz sequía”, el general Francisco Franco pretendía justificar las hambrunas, así como las restricciones de energía eléctrica de la España de los 40 del siglo pasado. Como si de una maldición se tratara, el dictador aseguraba que el culpable era el clima. Lo cierto es que la miseria y los cortes diarios de electricidad, no provenían de la sequía –que apenas duró un año en España-, sino de la pésima política del Régimen.

Una gran calamidad

Vale decir que la teoría de la pertinaz sequía se encuentra ya en la España del XIX. Si ustedes consultan La Gaceta de Madrid –el BOE del XIX-, de 23 de diciembre de 1882 (número 732), encontrarán un Real Decreto del Ministro de Fomento, José Luis Albareda, rubricado por Alfonso XII, en que puede leerse lo siguiente: “Sabidas son las tristes circunstancias que han atravesado y atraviesan varias provincias y especialmente las de Andalucía. La pertinaz sequía en los meses de abril, mayo y junio fue causa de la pérdida casi total de las cosechas… De todas partes se elevó al Gobierno angustioso clamor pidiendo auxilio”.

Una pertinaz sequía –“una gran calamidad”, afirma el Real Decreto- que aumentó los precios de los productos de consumo y generó desempleo entre los braceros y labradores. El Gobierno “no desoyó” el “angustioso clamor pidiendo auxilio” [de la gente] y adjudicó “los socorros que permite el jurado de calamidades” proponiendo, además, la “ejecución de obras públicas” y “centros de trabajo” (cosa que se acordó, acortando los plazos, en una posterior Real Orden).

Para ello, un Proyecto de Ley “concede al Gobierno un crédito extraordinario de 5 millones de pesetas con destino a la construcción de carreteras que deben correr cargo de las Diputaciones provinciales… [en aquellas] comarcas y localidades en que sea más urgente proporcionar trabajo a la clase jornalera por haber sido nula o escasa la cosecha del presente año”.

Una tradición centenaria

Lo dicho permite afirmar que la pertinaz sequía es lo más parecido a una tradición centenaria española. Por lo visto hasta ahora, aparece durante la Restauración y se repite durante el franquismo. Cuando hay problemas –por mejor decir, determinados problemas-, se atribuye la responsabilidad, con razón o sin ella, al clima.

Una pertinaz sequía que deviene el chivo expiatorio de las insuficiencias de un Estado y/o de un Gobierno. De esta manera, el Gobierno se exculpa y/o se autoindulta. Conviene remarcar que el modelo pertinaz sequía incluye la intervención del Estado. Si durante la Restauración el Estado –keinesianismo avant la lettre- invierte en infraestructuras (carreteras), durante la dictadura franquista se hace lo propio invirtiendo en pantanos. Unas infraestructuras -las unas y las otras-, muchas de las cuales aún perviven y cumplen su función.

Con Pedro Sánchez, la culpa es también del clima

La tradición centenaria española de la pertinaz sequía –la culpa es del clima- se revitaliza con Pedro Sánchez. De hecho, deviene un lema del sanchismo, aunque no se formule exactamente en iguales términos. El modelo es el mismo: en este caso, el chivo expiatorio es el cambio climático.

Pedro Sánchez, ante los incendios del verano, declara que el cambio climático es “letal”, que el cambio climático “mata”. Pedro Sánchez no atiende a las palabras de los expertos que señalan que el 85 % de los incendios en España o son provocados o son el resultado de una negligencia.

El argumento del cambio climático le sirve para eludir la responsabilidad de un Gobierno inmovilista e irresponsable que, al respecto, ni legisla ni toma las medidas necesarias para evitar los incendios. Pedro Sánchez continúa la tradición española de la Restauración y el franquismo. Sí, Pedro Sánchez pronuncia la palabra maldita: hay que luchar contra la “desertización” y la “sequía”. La sequía o ese argumento secular que justifica la irresponsabilidad, la ineficacia y la indolencia.

El modo ecoverde de Pedro Sánchez y su objetivo

Pedro Sánchez, instalado ya en modo ecoverde –“reaccionar y transformar”, dice-, saca provecho igualmente de las temperaturas extremas, producto –asegura- del cambio climático, con un decreto/proyecto de ley, tipo ómnibus, de ahorro energético en que todo –limitación de la temperatura, ajuste de termostatos en edificios públicos, bonificaciones en el transporte, becas educativas, derogación de las medidas Covid en aeropuertos- cabe.

Pedro Sánchez, quizá aconsejado por algún spin doctor conocedor del discurso populista, ha convertido el cambio climático –por mejor decir, la obsesión interesada por el cambio climático sin el derecho al más mínimo ejercicio del escepticismo ante lo sucedido y las medidas que tomar al respecto- en un criterio político y moral irrefutable de nuestro tiempo. Los discrepantes: “negacionistas”, “intereses oscuros”, “poderes oscuros”. Ecos de antaño.