La perfidia norteamericana
La teoría de la perfidia norteamericana nace después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos se erigen como la potencia hegemónica
La proclamación de Juan Guaidó como presidente de Venezuela –legalidad y legitimidad constitucional a favor-, brinda una buena oportunidad para librarse de la neodictadura –autogolpe intertropical- de Nicolás Maduro y su oligarquía chavista.
Así lo han entendido –con su reconocimiento inmediato- países como Estados Unidos, Canadá, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador o Perú.
El gobierno español da un plazo de ocho días a Maduro para que convoque elecciones
La Unión Europea –para variar- titubea con la “posición común”. Y el gobierno español –que alaba la democracia y la libertad- da un plazo de ocho días a Nicolás Maduro para que convoque elecciones libres y justas.
¿Así se presiona a un Nicolás Maduro que prescindió de la Asamblea Nacional en 2015 y creo una Asamblea Nacional Constituyente a su medida marginando a la oposición?
¿Así orienta el gobierno español la opinión de la Unión Europea?
Podemos se alinea con Rusia, Turquía y China
¿Podemos? La culpa –como siempre- es de los norteamericanos que alientan un golpe de Estado para recuperar la Doctrina Monroe según la cual –lectura extensiva de la misma- el subcontinente americano es el patio trasero de Estados Unidos.
Como no podía ser de otra manera -de casta le viene al galgo- , Podemos, así como sus acólitos o satélites, se alinea con Cuba, Bolivia, Rusia, Turquía y China. Esa alergia a la democracia que no remite.
Lo que no sorprende del caso es que una parte de la izquierda –roja, rosa, descolorida o reteñida- siga tomando partido, de forma más o menos declarada o sutil, por Nicolás Maduro y el régimen chavista.
No hablo de quien duda de la proclamación de Juan Guaidó aduciendo razones jurídicas. Hablo –Podemos y adláteres- de aquellos que sacan a relucir la vieja teoría de la perfidia norteamericana. Y más si el presidente es Donald Trump.
Estados Unidos ha contribuido a librarnos de la Unión Soviética
La teoría de la perfidia norteamericana nace –versión moderna- después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos se erige en la potencia hegemónica –política, económica, militar y cultural- del planeta.
Cosa cierta, porque Estados Unidos impone el dólar, las multinacionales, la tecnología, la música, los vaqueros, la ropa deportiva, la hamburguesa, el patrón de crecimiento o el modelo de seguridad y de política internacional.
Así las cosas, la izquierda europea –sobre todo la española-, se queja: que si imperialismo, que si colonialismo, que si dominación. La perfidia norteamericana, aseguran.
El problema es tal que Noam Chomsky –excelente lingüista que investiga gracias a subvenciones estatales: grandezas del imperio- habla de una “quinta libertad” exclusiva de Estados Unidos que permite “robar, explotar y dominar”. A Noam Chomsky, en Europa, le adoran.
Estados Unidos ha hecho cosas feas. Pero, ha contribuido a librarnos de la Unión Soviética -¡grande, Ronald Reagan!-, a resolver el conflicto de la ex Yugoslavia o a relevar algunos sátrapas. ¿Europa? Brazos cruzados.
Mientras los Estados Unidos protegía a la Europa democrática con su paraguas militar protector –así se disuadió el expansionismo soviético-, ¿qué hacía Europa? Nothing. Pero, sí decía algo: yankees go home. Europa, el continente desagradecido.
El papel de Estados Unidos
La perfidia norteamericana permitía -permite todavía: ¡Venezuela!-, obtener algún dividendo ideológico o político. Si Estados Unidos, o Donald Trump, no existieran, habría que inventarlos.
Seamos claros: el antiamericanismo satisface la impotencia y frustración de un viejo continente que ve como Estados Unidos ocupa su lugar en el mundo.
Estados Unidos cumple el papel de chivo expiatorio a quien cargar fracasos y envidias. El blanco sobre el cual se descarga el malestar de quienes han visto frustrado el deseo de instaurar un modelo de sociedad alternativa.
Mientras tanto, Nicolás Maduro y el paraíso chavista siguen ahí.
P.D. Cuenta Jean-François Revel (El conocimiento inútil, 1989) que, ante una noticia falsa que favorecía al sandinismo, telefoneó al director de un importante diario para preguntarle si corregiría la información. Respuesta: “¡Estás loco! No tengo ganas de que me traten de reaccionario”.