La peña, agotada, pendiente de si Errejón es Trotsky
La peña, que es como se refieren los modernos a la gente, a los ciudadanos, está agotada. Es cierto que no tenemos experiencia en el manejo de un parlamento tan fragmentado, que obliga a pactos y acuerdos para llegar a formar gobierno.
Todo indica que los días de mayorías absolutas pertenecen a la historia. Hay muchos países europeos acostumbrados a navegar en parlamentos fragmentados. En España nos acabamos de estrenar. Y no nos acostumbramos.
La Constitución no estableció alternativas a los plazos para volver a convocar elecciones. Una vez puesto en marcha el calendario, con un primer acto de investidura, no queda más remedio que dejar transcurrir el tiempo de dos meses hasta una nueva convocatoria. Incluso aunque no haya nuevos candidatos y todos los actores estén convencidos que el acuerdo es imposible.
Nos tocar esperar y mantener entretenidos a los lectores con otros asuntos.
No se vislumbra solución. El fracaso de la investidura de Pedro Sánchez ha movido al rey a la prudencia y a la espera. No ha convocado todavía a los líderes parlamentarios para una nueva ronda de conversaciones.
Se asegura, aunque La Zarzuela no ha informado al respecto, que el rey no encargará una nueva investidura si no contempla la posibilidad de que pueda recibir apoyos suficientes. Mariano Rajoy corre el riesgo de ni siquiera recibir el encargo del monarca.
La salida a la palestra del expresidente de la Comunidad de Murcia, Alberto Garre, pidiendo que Mariano Rajoy de la alternativa a otro candidato, ha sido respondido con una apisonadora. Ni siquiera se ha molestado ningún dirigente del PP en reconocer el derecho del señor Garre a mantener esa opinión.
Que no pinta nada o que es un resentido, es lo más bonito que ha tenido que escuchar un ex alto dirigente que se ha atrevido a hablar de que Rajoy es un estorbo. Un aviso a otros futuros navegantes para que no se atrevan a verbalizar en público lo que muchos dicen en privado: «el tiempo de Rajoy se ha terminado».
Guerra de nervios para no meter la pata. ¿Sabrán estar calladitos los dirigentes políticos hasta que tengan algo importante que decir? Hay algunas obviedades provisionales. La primera que con Mariano Rajoy en condición de aspirante a repetir en La Moncloa, el acuerdo se manifiesta imposible.
La segunda, que salvo nuevo aviso, el clamor por la salida de Rajoy no se va a producir en el medio plazo.
Después hay otras certezas con carácter todavía más provisional. El pacto con Podemos sigue siendo inalcanzable. Porque este partido no lo quiere, o, por mejor decir, sus dirigentes y porque para el PSOE sigue siendo una incitación al suicidio.
Pero hay movimientos subterráneos en las aguas de Podemos que certifican que Pablo Iglesias va a pagar peaje por la forma en que se ha conducido. Empiezan las disputas, tal vez pensando ya en unas nuevas listas electorales. Y la cúpula de hierro ya no parece tan blindada.
Hay quien dice que a Iñigo Errrejón se le está poniendo cara de León Trotsky y que puede ser borrado de las fotografías de la liviana historia de Podemos para acabar desterrado en México. Se atizan fuegos en Cataluña, en Madrid y en otras comunidades.
Los sectores más radicales ya piden elecciones generales. Pablo iglesias está siendo observado con lupa. Y no parece ser persona a la que le guste ser reconvenido.
En el PSOE son conscientes de que se ha terminado la función de investidura y que mantener la intesidad del foco mediático puede quemar al candidato. Mantener la iniciativa es complicado; vivir sin ella es monótono.
Estar quieto, muy difícil, porque los líderes le coger un gusto extraordinario al escaparate. Y para conseguir minutos el trapecio tiene que estar sin red.
Quizá el menos expuesto al hartazgo del personal es Albert Rivera, que ya ha demostrado que controla sus ambiciones y ha reforzado su imagen de buena gente. No sé si le será suficiente.
Avanza la Liga y la Copa de Europa, o la Champions, que es como se llama ahora. Empieza pronto la Fórmula 1, con el aliciente de que el coche de Fernando Alonso consiga mantenerse en la pista. Habrá que buscar entretenimientos alternativos porque la atención política con la intensidad de los últimos meses, parece imposible.
Se nota cansancio, casi hastío, entre los colegas que cubren la información política. También en la ciudadanía. En esta sociedad impulsada a velocidad de vértigo por las redes sociales y los medios tradicionales, que no pase nada genera ansiedad en quien tiene que editar las noticias y mueve a hacer piruetas a los líderes si no tienen novedades que comunicar.
Yo lo noto en Chueca. El barrio está muy tranquilo y sus señorías no suscitan interés. Tengo que pensar algo nuevo.