La pandemia deja un mar de deudas
La única forma sana y sostenible de reducir deuda consiste en controlar el gasto e impulsar profundas reformas estructurales para mejorar la productividad y facilitar el crecimiento
La crisis del coronavirus es una tragedia humana, pero también económica. La pandemia ya ha causado cerca de 4 millones de muertos en todo el mundo y el número de víctimas seguirá creciendo hasta que no se vacune a toda la población del planeta, objetivo que, de momento, se antoja lejano. Pero es que, además, a nivel económico, deja tras de sí una colosal factura, cuyas consecuencias todavía se desconocen.
En el caso de España, el coste ronda los 150.000 millones de euros. La deuda pública se situó en 1,39 billones el pasado mes de abril, según los últimos datos publicados por el Banco de España. Esto supone 153.849 millones más que hace un año. Se trata, por tanto, de un crecimiento histórico, fruto del aumento del gasto y el desplome de la recaudación derivado del parón económico. La deuda pública roza el 125% del PIB y, si bien esta ratio bajará parcialmente conforme avance la recuperación, se mantendrá en torno al 120% a cierre de año, un nivel no visto en más de un siglo.
El caso de España, siendo preocupante, no es único. La deuda pública global aumentó en 12 billones de dólares en 2020, hasta situarse en el 105% del PIB mundial, frente al 88% de un año antes, según el Instituto de Finanzas Internacionales. Y sigue en ascenso. Japón, con el 257%, es el estado más endeudado, seguido de Sudán y Grecia, con ratios de más del 200% del PIB.
Los datos del Fondo Monetario Internacional muestran otros 32 países cuya deuda se sitúa por encima del 100% del PIB y en el caso de EEUU ronda el 130%, sin tener en cuenta que la Administración Biden pretende disparar el gasto mediante nuevos planes de estímulo. La pandemia tuvo un gran impacto inicial sobre las finanzas públicas, elevando de forma sustancial el gasto sanitario y el volumen de prestaciones y ayudas para dotar de liquidez a las empresas y familias afectadas por los confinamientos.
El problema es que no son pocos los gobiernos que apuestan firmemente por mantener las políticas de gasto a fin de impulsar la recuperación económica, lo cual es un error. Las deudas hay que pagarlas tarde o temprano, y el incremento del endeudamiento estatal, sumado al repunte inflacionario, podría traducirse en una subida de los tipos de interés, cuya activación pincharía de golpe la burbuja de bonos que los grandes bancos centrales han alimentado en los últimos.
La única forma sana y sostenible de reducir deuda consiste en controlar el gasto e impulsar profundas reformas estructurales para mejorar la productividad y facilitar el crecimiento. Nada de esto está en la agenda del Gobierno que conforman PSOE y Podemos, más bien al contrario. El programa de Sánchez consiste en disparar los impuestos para financiar un gasto disparatado, al tiempo que se ponen nuevas trabas e impedimentos absurdos a la actividad empresarial.
La crisis del coronavirus está quedando atrás, poco a poco, gracias a las vacunas, pero cosa distinta son las secuelas económicas y fiscales que causarán, no tanto la pandemia, sino las erróneas políticas del Ejecutivo.