La negación de la realidad

Negar que la derecha no podrá ganar las elecciones porque los ciudadanos impedirán que el PP y Vox asuman el destino de la nación, por ser populistas e ir contra la España progresista y abierta, es una narración llena de belleza pero, sobre todo, es una invención

La relación de las personas o instituciones para actuar en base al principio de realidad, asumiendo los hechos para adaptarse o para buscar la forma de cambiarlos, suele ser más trabajosa y dolorosa que negar la realidad. En política, sobre todo cuando se está en el poder, aceptar la realidad suele acarrear más problemas que buscar la forma de ocultarla o deformarla para que encaje en sus propias estrategias.

Un caso de negación de la realidad lo podemos constatar cuando el poder niega que el PP pueda ganar las próximas elecciones, resistiéndose a aceptar que esto pueda llegar a ocurrir. El pasado jueves, el hub de pensamiento Áfora del Grup Focus tuvo la iniciativa de motivar un diálogo entre el actor Josep Maria Pou e Iván Redondo centrado en actualizar el Brevario de campaña electoral de Quinto Tulio Cicerón a la luz de los acontecimientos políticos que estamos viviendo; un diálogo apasionante y oportuno para darnos cuenta de hasta qué punto a la política le cuesta asumir en muchas ocasiones los hechos que no les juegan a favor.

Las reflexiones expresadas en el escenario del Teatro Romea permiten observar que por mucho que uno desee no enfrentarse con los problemas, éstos acaban mostrándose porque se harán realidad. Esta tendencia a evitar la verdad se inicia en el momento en que no se quiere abordar ni el problema ni sus causas. Michel de Montaigne, en sus ensayos, lo expresó de esta forma: “resulta fácil comprobar que los grandes autores, al escribir sobre las causas, no sólo se sirven de aquellas verdaderas sino también de aquellas que no creen, con tal que tengan cierta invención y belleza”.

La negación, argumentada en que la derecha no podrá ganar las elecciones porque los ciudadanos impedirán que el PP y Vox asuman el destino de la nación, por ser populistas e ir contra la España progresista y abierta, es una narración llena de belleza pero, sobre todo, es una invención. El PP puede ganar las elecciones y puede gobernar con Vox, no porque ganen mágicamente las elecciones, sino porque una amplia mayoría de españoles les votarán.

El presidente de Vox, Santiago Abascal; el líder del PP, Pablo Casado; protestando en la plaza Colón de Madrid contra el diálogo de Pedro Sánchez con los independentistas

Y sobre todo pueden ganar porque muchos de los electores de otros partidos empiezan a ver, como ocurrió en la Comunidad de Madrid, que es posible otro camino para afrontar los retos de la pandemia o la economía. La negación de la realidad o, en este caso, la pretensión de minimizar las cualidades ganadoras del PP debería obligar a los partidos de izquierdas a seguir las enseñanzas que Quinto Tulio Cicerón dedicó a su hermano Marco Tulio Cicerón: “por lo tanto, como aspiras al más alto cargo de la ciudad y como te das cuenta de los intereses adversos, es preciso que pongas en ello toda suerte de ingenio, cuidado, esfuerzo y dedicación”.