La muerte del ‘procés’

Acercándonos a final de año surgen buenas noticias. El Centre d’Estudis i Opinió (CEO) de la Generalitat de Catalunya confirma algo que algunos llevamos semanas diciendo: el «procés» ha muerto. Los datos son contundentes. Los favorables a la independencia caen del 45,3%, al actual 36,2%. Teniendo, además, la cocina del CEO está claro que empezamos a navegar hacia las cifras reales que siempre hemos comentado, en Cataluña existe sobre un 30% de independentistas.

El «procés» hace aguas tanto por la inoperancia del astuto Artur Mas (el presidente es incapaz de explicar una sola línea de futuro, siempre machaca el pasado –su teatro de la historia– con sus comisarios políticos al frente) como de un llorón Oriol Junqueras. El líder de ERC es alguien más destinado a dar clases en un instituto de alta montaña con monjes tibetanos que a tener un discurso serio. No ya de economía, sino incluso de sociedad. Dos personajes que querrían pasar a la historia y que probablemente lo harán. Pero serán recordados no por sus actos valientes sino más bien por la liquidación de muchas ilusiones.

Ahora tocará transitar como ya avanzamos hace tiempo por la gestión de los desilusionados, aquellos que han creído firmemente en la independencia como el mejor camino. El camino será duro. Como hemos visto en TV3 estos días, con documentales en prime time propios de dictaduras de paranoicos, los nostálgicos tirarán con fuerza del dinero público. Sus datos, sus votantes, son los que son. Ahora muchos entenderán por qué el único que jamás ha querido elecciones ha sido Artur Mas. No olvidemos que nuestro presidente Mas es el único líder del mundo democrático que no deja votar.

Veremos ahora qué nuevo invento sacarán de la chistera los fracasados Mas y Junqueras

Artur Mas ha jugado con el pueblo. Ha jugado con unos y con otros. Sólo quiere votar si se sabe ganador. Su único fin es perdurar en el poder. En breve competirá en la historia catalana con Jordi Pujol por el título de peor presidente de Cataluña. Uno por corrupto, otro por inepto. Tendrá en su haber dividir una sociedad, despilfarrar dinero público y creer realmente que era Moisés en una tierra oscura. Todo indigno en alguien de su cargo y más cercano al típico charlatán de feria insulso y aburrido que además creyó un día que era el centro del mundo.

Ahora, liquidar el «procés» debería significar dar paso a la política de verdad, con mayúsculas. Aquello donde está claro que feriantes como los actuales líderes no tienen cabida. Por suerte, el año acabará con datos reales. Se romperá la mentira del independentismo de todo un pueblo. Pero los mismos que han mentido, que han despilfarrado dinero público, que han desconocido –eso sostiene Mas respecto a cuando era consejero de Economía– que a sus espaldas se robada, seguirán ahí. Seguirán cobrando dinero público mientras muchos ciudadanos se preguntarán ¿por qué no votamos?

Es bien triste pero volvemos a un problema bien comentado. Los políticos en general, y en Cataluña en particular, tienen unas capacidades tan limitadas que sólo saben vivir del dinero público mendigando cargos, apuntándose a cualquier carro y engañando a quien sea necesario. Triste pero ése no es el lugar de la política en la sociedad. Y este año lo hemos sufrido continuamente. Veremos ahora qué nuevo invento nos sacarán de la chistera los fracasados Mas y Junqueras. Todo para seguir engañando. Apunten en su libreta lo que dirán los libros de historia: «A finales de 2014 murió el denominado procés«.