La margarita de Casado
Lo que en realidad busca Casado, no es ejercer la oposición. Ni mesurada ni desmesurada, sino acabar lo antes posible con Pedro Sánchez
Tiene razón Pablo Casado al sospechar que el ofrecimiento de reedición de los Pactos de la Moncloa no es sincero. No sale del corazón de Pedro Sánchez, como el mismo presidente afirma, sino del cálculo de sus estrategas monclovitas.
A Sánchez le interesan dos cosas. La primera, acumular el máximo poder en sus manos. La segunda, pagar el mínimo precio posible por los apoyos recibidos. Ambos intereses, claro está, están contenidos en sendos vasos comunicantes. A más cesiones a cambio de apoyos, menos poder en las propias manos, y viceversa.
Ocasiones sobradas de comprobarlo han sufrido tanto Pablo Iglesias desde su vicepresidencia como Oriol Junqueras desde la celda que no abandona pese al fingido lloriqueo de Miquel Iceta. Pese a todo, y desoyendo por igual las voces que les afean tanto servilismo, Iglesias y Junqueras siguen tragando sapos sin apenas inmutarse. Por qué será.
Por qué será que cada vez que Sánchez tiende la mano a la derecha obtiene como resultado, algo mucho mejor, para su doble interés, que la disponibilidad de Casado. A saber, una rebaja en el precio de sus apoyos que se traduce en incremento del propio poder.
El efecto benéfico para Sánchez del ofrecimiento de los nuevos pactos para la salida del túnel no empieza ni acaba en el incremento de la sumisión de sus dos socios. Empieza por una mejora de su propia imagen. Mecachis que bueno soy, porque ante la emergencia propongo el final o la gran tregua del rifirrafe político. Acaba, ya lo verán, con la aprobación de los presupuestos más perjudiciales de la historia para los votantes de izquierdas a cargo de los partidos de izquierda en plenario.
Ante tal panorama, y pillado en la ola de patriotismo que en el mundo entero sirve de bálsamo para hacer más llevadera la pesada carga, Casado no se atreve a desmarcarse demasiado. Tampoco osa acercarse. Se abstiene de acusar a la Moncloa de que España sea el país con más muertes declaradas por habitante a causa del Covid-19. Sus críticas se limitan a exigir un liderazgo firme, como si a Sánchez le hiciera falta acicates para mandar y ordenar a su antojo. Como si la noble, orejuda y sin embargo dubitativa montura de Buridán se entretuviera deshojando la margarita.
A un lado, Vox que no da cuartel. Al otro, Sánchez que le tiende una farisaica mano después de ignorar su existencia sabiéndole obligado a aprobar, sí o sí, tantas prolongaciones del estado de alarma como le dicten las inciertas circunstancias.
Casado se lo toma con calma. Por ahora deshoja la margarita, pero bien pudiera ser que anduviera a la espera de que la triple catástrofe, sanitaria, económica y social, sea tan colosal y evidente que le permita salir en tromba, en el momento que considere oportuno, con un ataque que deje al mismíssimo Vox en pañales.
Lo que en realidad busca Casado, no es ejercer la oposición. Ni mesurada ni desmesurada, sino acabar lo antes posible con Pedro Sánchez. Tal vez por eso espera que se vaya acercando al abismo por su propio pie para que luego le baste con un empujón para desalojarle del poder.
En efecto, cuanto más tiempo ostente Sánchez las riendas del poder, peor para el PP. De poco le sirve la ligera tendencia a reforzar el bipartidismo que algunos sondeos detectan si la ventaja del PSOE respeto del PP sigue siendo astronómica en términos de porcentaje y expectativa de diputados.
Más que el aciago número de muertos, va a contar dentro de pocas semanas el de parados, el de desahuciados, la magnitud de la caída del PIB. En este sentido, es muy probable que la insolidaridad europea para con Italia y España, a la cual no se ve remedio efectivo ni a corto ni a medio plazo, contribuya a poner a Sánchez contra las cuerdas.
Aún así, ni Casado va a estar por la labor de convertirse en salvavidas de Sánchez ni éste espera nada mejor del líder de la oposición que conseguir que, neutralizado, siga deshojando la margarita.
En lo que de veras confía Sánchez es en la continuidad y persistencia de sus actuales apoyos bajo cualquier circunstancia. Si tan apurado se ve, no tendrá otro remedio que incrementar las concesiones, a costa según lo aquí expuesto, de mermar un poco sus desaforadas apetencias de poder.
Si la catástrofe es en cambio menor de lo previsible en estos momentos, pues a seguir como hasta ahora, amagando con aproximarse a la derecha para que a su izquierda, temerosos de que llegue el lobo, le sigan dando punto menos que carta blanca.
A falta de unidad buena sería la estabilidad.