La lucha de poder entre los jóvenes y los viejos

El comportamiento de los jóvenes tras el fin del estado de alarma ha avivado el debate sobre el "ser" y el "estar" de este sector de la población

El comportamiento de un número indeterminado de jóvenes durante el levantamiento de algunas de las medidas tomadas para combatir la pandemia de la Covid-19, ha implementado, de  nuevo, el debate sobre lo que podríamos denominar el ser y el estar de los jóvenes.  

En las líneas que a continuación siguen –más allá de la actual coyuntura económica, política, social y sanitaria- se habla genéricamente de ese  ser y estar de los jóvenes con la intención de entender lo que está ocurriendo.     

Pero, ¿existe la juventud?  

¿Quién es joven? ¿Qué es la juventud? ¿Construcción social? ¿Ciclo vital? ¿Etapa de transición previa a la adultez? ¿Cuándo empieza y termina? ¿El tránsito de la escuela al trabajo o del hogar paterno al hogar propio? ¿Cuestión de edad? ¿Hay una identidad grupal juvenil?

¿La juventud varia de una época a otra, de una sociedad a otra, del campo a la ciudad, de una clase social a otra o de una cultura a otra? ¿Qué distingue –valores, actitudes, comportamiento, experiencias, estilo de vida, relaciones, recursos, consumo, aspiraciones o ideales- a la juventud? ¿Jóvenes para unas cosas y adultos para otras? ¿Categoría social? ¿Categoría sociohistórica?    

Unas preguntas sin respuesta, o unas respuestas contradictorias que, además de alumbrar la denominada sociología de la juventud, justifican el ensayo de Pierre Bourdieu titulado La juventud no es más que una palabra (1978). Por su parte, Enrique Gil Calvo sostiene que la sociología de la juventud es “uno de los subgéneros de mayor tradición académica” (La juventud como subproducto, 1999).  

Así las cosas, dejando a un lado a los sociólogos de la juventud (I. Brunet, A. Pizzi, C. Feixa, O. Galland, S. Hall o J.A. Pérez Islas sin olvidar el precedente de Karl Mannheim) y su objeto teórico de estudio si es que existe, así como su marco conceptual, me inclino –sociología recreativa probablemente reduccionista, lo admito- por una aproximación empírica al conjunto de individuos que hemos convenido en catalogar como jóvenes.   

Sin contar con las encuestas –renuncio voluntariamente a ese castigo de la sociología que son las encuestas-, procedo a sintetizar los dos modelos cotidianos dominantes –no por ello faltos de razones e interés- en la interpretación del ser y el estar de los jóvenes. De alguna manera, también –por oposición- de los viejos.  

El viejo contra el joven 

En un apócrifo sin fecha de Gilles Lipovetsky, titulado Manifiesto contra la juventud –casi con toda seguridad el texto es una burda provocación y descalificación que no pertenece al filósofo francés, pero merece ser reproducido al reflejar una opinión compartida por bastante gente- se habla del “síndrome juvenilista” que aquejaría a unos jóvenes “inútiles”, “ignorantes”, “vacíos”, “conservadores de sí mismos”, “llorones”, “cobardes”, “pasivos en las propuestas de futuro”, “consumistas”, “disciplinados”, “acríticos”, “faltos de autoestima” y “obsesionados con el cultivo del cuerpo”. 

Frente a ellos, “invocamos al viejo y olvidado espíritu de resistencia”. ¿Quién invoca? ¿Quién resiste? El viejo. 

El joven contra el viejo 

En su excelente novela Contra la juventud (2015), Pablo d´Ors describe las peripecias  de un joven Eugen Salmann que puede considerarse como prototipo de una juventud que busca su camino. Un joven “rencoroso”, “impostor”, que “hace daño con la excusa de la inexperiencia”, que debe “nacer de nuevo”, que ha de “estar atento” y “entrenar la mirada”, que abusa del “desprecio” a los demás y desea que le “desprecien” a él,  que padece de una “estúpida suficiencia” y del “sentimiento de superioridad”.  

El aprendizaje de un “adolescente que desea ser mayor” -“cuán larga es la adolescencia”, señala- en quien “late la posibilidad de una sonrisa amable y comprensiva… [cosa que no] descubrí con veintiséis años, sino mucho después” cuando conseguí “matar definitivamente la juventud, esa etapa de ensayos y horrores de la que tanto cuesta despegarse”. 

Víctimas y verdugos   

El ya citado Pierre Bourdieu, afirma que la juventud no es otra cosa que el producto de las relaciones de poder entre las generaciones. Por eso, afirma que la “juventud y la vejez no vienen dadas, sino que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos”. En otros términos, la juventud no buscaría sino emanciparse del estatus de subordinación a que le somete la vejez dominante. ¿Eso es lo que está ocurriendo en nuestro entorno?  

El sociólogo concluye: “todos somos víctimas y verdugos, por supuesto; pero lo más frecuente es que todos seamos víctimas y verdugos en una inevitable y macabra sucesión, ¿no lo crees así?”  

Licenciado en Filosofía y Letras. Ensayista, articulista, columnista, comentarista y crítico de libros
Miquel Porta Perales
Ahora en portada