La llamada ilustrativa de Rajoy a una alcaldesa catalana

Rajoy rechaza tomar medidas drásticas para impedir el referéndum del 1-0, pese a las presiones internas que recibe y que expresa a una alcaldesa catalana

Mariano Rajoy no tiene la seguridad absoluta de que su estrategia salga adelante. Pero sí tiene claro que no cometerá ningún exceso y que la única decisión que ha tomado es que los tribunales hagan su trabajo. El presidente del Gobierno expresó las dudas que genera esa apuesta en los círculos más duros del PP, y en determinados medios de comunicación en Madrid que le marcan de cerca. Lo hizo en una conversación, según fuentes conocedoras de ella, con la alcaldesa de L’Hospitalet, Núria Marín, a la que quiso llamar tras la decisión de la edil de comunicar al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, que su municipio no cederá los colegios municipales ni otros espacios para el 1-O.

Marín, muy clara desde el inicio del proceso soberanista, con una negativa contundente frente a la petición del presidente Puigdemont de que los municipios faciliten los colegios para el referéndum del 1-O, no quiso ahorrarse algunas críticas a Rajoy.

Y, tras asegurarle que los alcaldes socialistas estaban sometidos a una gran presión por parte del bloque independentista para que faciliten espacios municipales para el referéndum, y criticar al presidente del Gobierno por no haber reaccionado políticamente antes, Rajoy le confesó que “para presiones las que recibo yo”, en el sentido de que él aguanta todo lo que puede para no ir más allá de lo estrictamente necesario en su cometido de impedir el referéndum.

Rajoy le expresó a Marín que para presiones las que recibe él de los suyos para frenar el 1-O

Eso no lo valora, porque está para otra cosa, el movimiento independentista, que ha hecho de Rajoy un blanco fácil. El presidente del Gobierno ha mantenido una estrategia constante que pasa por moverse poco, por medir los pasos y por no excederse. Ha pedido a los suyos que hagan lo mismo, a pesar de esas presiones que llegan del entorno de José María Aznar, de sectores duros del actual PP y de medios de comunicación de Madrid que en sus editoriales piden día sí y día también que aplique el artículo 155 de la Constitución y asuma competencias de la Generalitat, como hacerse directamente con los Mosos d’Esquadra a través de otras medidas, como la aplicación de la ley de seguridad.

Mientras, los alcaldes del PSC han articulado un comunicado en el que rechazan las presiones que reciben para que se presten a facilitar un referéndum que es ilegal. Miquel Iceta, el primer secretario de los socialistas catalanes, se las ve y se las desea para que nadie de los suyos acabe engatusado, con el problema añadido que supone el Ayuntamiento de Barcelona. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que estuvo este martes en Barcelona, apoyó la idea de que el PSC siga en el gobierno municipal con la alcaldesa Ada Colau aunque ésta se acabe inclinando por facilitar los colegios municipales, algo que en el PSC no se prevé.

Los alcaldes socialistas catalanes se rebotan contra Puigdemont por la presión que sufren por el 1-O

Las dificultades para los socialistas son enormes, porque gobierna en otros municipios en coalición con ERC o con el Pdecat, y se han disparado todas las elucubraciones sobre rupturas de pactos municipales o argucias para que haya alcaldes accidentales durante el 1-O que no sean socialistas.

El caso es que el bloque independentista, con Puigdemont a la cabeza, ha inoculado una idea perversa: los radicales son los otros, los rupturistas son los otros, los antidemócratas son los otros. Se difunde que el autoritario es Mariano Rajoy, cuando, a pesar de sus carencias y de su particular visión de cómo ejercer la política, Rajoy es el moderado, el que intenta contener a los suyos, como le comunicó a Marín.

La pregunta que debemos formular y que viene de lejos, es cómo se ha podido llegar a una situación en la que romper la legalidad se considere un acto democrático, y España en su conjunto sea vista como un estado poco menos que franquista, 40 años después de las primeras elecciones democráticas.

¿En qué momento el independentismo rectificará y qué precio habrán pagado todos los catalanes?

El independentismo no quiere revisar sus postulados. No quiere asumir la autocrítica, y muchas personas que siguen el ideario siguen actuando por motivos sentimentales. Ellas no son las responsables. No lo son los cientos de miles que se manifestaron en la Diada. Lo son los dirigentes que han azuzado esos sentimientos, como el propio Puigdemont o el activista Jordi Sànchez, o estrategas de salón, como David Madí, que repiten una y otra vez que España es una democracia de muy baja calidad, y que apelan a “los derechos humanos” para justificar una separación.

¿En qué momento rectificarán, y qué precio habrá pagado la sociedad catalana en su conjunto cuando lo hagan?