La ley educativa y la luna de miel-hiel de Wert
Como muchos de los goles de su admiradísimo Ronaldo durante la pasada temporada, la reforma de José Ignacio Wert lleva camino de pasar a la historia de la educación española como la más inútil de las siete promulgadas en democracia.
Sin duda, su cantada marcha a París con su pareja sentimental y colaboradora principal, Monserrat Gomendio, supondrá un alivio para consejeros, rectores, docentes, alumnos y el sector educativo de 12 comunidades, ya que apenas cinco de la nuevos ejecutivos autonómicos la apoyan.
Dicen los que saben, que la pareja tiene pensado casarse este verano y pasar en París su luna de miel, de hiel para el futuro de su ley educativa. Rajoy les ha facilitado en la ciudad del amor una estancia de ensueño al nombrar a esta experta en inseminación animal como directora general adjunta de educación.
El especialista en sociología y demoscopia vivirá de su sueldo de ministro o ex ministro, al que podría añadir el de embajador en un organismo que cada vez está más en entredicho por su burocrática y desactualizada labor. Fue creado por EEUU tras la Segunda Guerra Mundial para implantar su plan Marshal. Con estos representantes se rentabilizaría un poco los casi 13 millones de euros que cada año le aportan las arcas españolas.
La feliz pareja deja tras de sí una norma, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce), que será derogada, como han anunciado todos los partidos políticos, si el PP no logra mayoría absoluta en las próximas elecciones.
Si eso ocurriera, supondrá el adiós a sus polémicas reválidas, materias troncales obligatorias, optativas con galimatías o catequesis en las aulas. Y quizás el ahorro de los casi 1.000 millones de euros presupuestados para su implantación total hasta el curso 2017-18.
Si Rajoy obtiene mayoría simple, le podría salir el tiro por la culata, como le ocurrió a José María Aznar cuando en 1996 accedió a Moncloa. Además de hablar catalán en la intimidad, su bipartito en la sombra con Pujol le obligó entre otras cosas a tener que aplicar la maligna Logse socialista y a eliminar el control o supervisión sobre los libros de texto que ejercía el Ministerio de Educación.
Desde entonces, los contenidos de historia y geografía en algunas comunidades, con batallas como la de 1714 y similares, han podido ir incluso contra la misma esencia del Estado. Y luego Zapatero le derogó la Loce que durante cuatro años, como ha hecho Wert, tejió Pilar del Castillo.
Sin entrar en sus bravatas ni en la particular guerra contra el catalán como única lengua vehicular en Cataluña, el talento de este ministro para no contentar a nadie es digno de pasar al Guinness. Además de sus rancios conceptos, los currículos que deberán empezar a enseñarse en primero y tercero de la ESO el curso próximo son tan deficientes que no están secuenciados, lo que quiere decir que unos contenidos se pueden estudiar en cada autonomía en un curso distinto. El problema está servido si un alumno tiene que cambiar de comunidad.
Los expertos también advierten de que hay asignaturas como más de 100 estándares de aprendizaje, quizá para cambiar el modo de enseñar de los docentes. Pero si éste era su propósito, ha comenzado la casa por el tejado. Primero hay que formar al profesorado, cosa que, como todas las leyes educativas españolas anteriores, la actual tampoco contempla.
Sin embargo, las reformas educativas que han tenido éxito en otros países se basan en elevar la calidad de la docencia. «Es en el aula y no en el BOE donde se mejora la educación», defiende un especialista.
Derogar una ley educativa que se ha comenzado a implantar es complicado y no se puede hacer sin daños colaterales. Supondría otra legislatura de transición, con alumnos que pasarían por tres leyes, la Loe todavía viva, la Lomce y la que sustituya a ésta.
Wert deja en su pesada mochila el último capítulo de la improvisación y de los cambios alocados en una desastrosa gestión educativa que ha sido la enfermedad crónica de nuestro sistema. Y todo eso junto al desinterés por la educación y la incapacidad de los partidos de firmar un pacto de Estado.