La legendaria cobardía del IBEX 35
El actual presidente quiere a las empresas como al poder judicial, el legislativo y a RTVE: en genuflexión
La leyenda política de los “hombres del puro” –curiosamente, Irene Montero no exige que se hable de mujeres o géneros fluidos en esta narrativa— es tan poderosa como falsa. La relación de las grandes compañías del IBEX 35 ha sido siempre de servidumbre hacia la Moncloa de turno. Nunca al revés. Y Pedro Sánchez no es la excepción. Lo parece, pero no.
Más hábil que otros presidentes, sí ha sabido vender que se apea de las dinámicas históricas que han regido las relaciones entre la Moncloa y los grandes empresarios. Así les presenta como los causantes de problemas que ellos no han creado y que Sánchez ha sido incapaz de, ni siquiera, suavizar. Ya no digamos corregir. Y en el IBEX 35, se dejan.
Los últimos datos de IPC consignan, por ejemplo, el fracaso de las iniciativas gubernamentales contra la inflación, cuyo único remedio es un pacto de rentas, según el consenso de los economistas sin carné.
Pero los relatores monclovitas no pueden comprar la única receta eficiente contra la escalada sin control de los precios. Sería tanto como admitir en sede presidencial que los españoles son más pobres (rigurosamente cierto)… y en el Falcon se viaja muy bien como para dejarlo volar por ser valiente, sincero y estadista antes de un ciclo electoral completo.
Desde que España dio un paso más como economía de libre mercado y normalizó sus mercados de valores con la creación del IBEX 35 en 1991, en los cenáculos madrileños –lugares donde, según la tesis sanchista, se conspira abiertamente contra los intereses de la “gente”, antes “pueblo”—, ciertos políticos descubrieron lo bien que se come gratis en algunos restaurantes capitalinos y lo que mola sentirse poderoso.
Los empresarios, de su lado, se percataron de lo fácil que era entenderse con el poder político. Les sonaba de algo que creían superado, pero les despistaba que fueran los socialistas de Felipe González quienes pidieran las copas para la sobremesa. Poco a poco, a pesar del shock inicial, se dieron cuenta: la cosa iba como en el tardo-franquismo.
Algunos ya tenían la lección aprendida. Otros preguntaron a sus mayores: sólo debían reír ciertas gracias, en el mejor de los casos o, en el peor, untar.
Así, la corrupción –inventada en España por un concejal socialista de Alicante que adjudicó a dedo una contrata de basura y que el PSC sofisticó más tarde para el PSOE a través de Filesa— emprendió nuevos caminos, junto a la sumisión, hacia destinos incompatibles con la democracia. Y es que algunos políticos también fuman puros.
Hasta el punto de que, al tirar del hilo de la corrupción desde el cabo del PSOE se acababa en el PP y viceversa. Y siempre se pasaba por CIU.
El IBEX 35 adquirió así el pecado original de la obediencia. Por una razón –corrupción— u otra –temor—, su cobardía se ha tornado legendaria con el paso de los presidentes de gobierno salvo destacadas excepciones, pero roza, junto al resto del país, el punto de no-retorno con Sánchez. Antes de redundar en él, merece la pena consignar qué pasó con sus antecesores.
La mitad del IBEX 35 debía su puesto a José María Aznar tras las privatizaciones de las grandes corporaciones públicas (Telefónica, Repsol, Iberia…); al llegar José Luis Rodríguez Zapatero, pronto las cúpulas empresariales descubrieron lo rentable que resultaba bailar al son de sus caprichos (renovables) y lo peligroso que no era hacerlo (inseguridad jurídica).
Mariano Rajoy topó con el lío catalán y el enredo de las corruptelas locales del PP. Aun así, el IBEX 35 continuó sonriendo para evitar que los recortes se cebaran en exceso con sus negocios. Fueron particularmente serviles constructoras y concesionarias. El sector financiero tragó con cajas quebradas que no querían para nada sin que se vislumbre a cambio de qué: era más rentable esperar y recoger en vez de asumir la cuota de mercado de las cajas a cambio de sanear los negocios subastados.
La etapa rajoynista supuso, sin embargo, la ruptura del status quo. Emilio Botín e Ignacio Sánchez Galán firmaron el primer “hasta aquí hemos llegado” de la España del libre mercado. Banco Santander e Iberdrola se plantaron. Poco a poco, sus competidores siguieron la estela… y dejaron de fumar. Casualmente, ambos sectores tienen hoy impuestos extraordinarios.
En paralelo, el IBEX 35 decidía invertir fuera. Particularmente en América central y del sur. La llegada del euro facilitó, de su lado, la expansión por el bloque comunitario. Otros países que sedujeron a las grandes empresas españolas son los del arco de la Europa del este. Los sectores financiero y energético se entusiasmaron por los mercados sajones.
El crecimiento exterior no solo se notó en la cuenta de resultados, también en cómo los ejecutivos se relacionaban con la política en distintas tipologías de países. Y hoy, esa experiencia les sirve para tratar con Sánchez. Particularmente es útil el expertise labrado en Venezuela, Argentina, Brasil y otras economías afectadas por una política populista e involucionista en materia de libertades.
En 2018, el IBEX 35 quiso tratar a Sánchez como a Rajoy. Y se equivocó. El actual presidente quiere a las empresas como al poder judicial, el legislativo y a RTVE: en genuflexión.
El caso de los bancos es particularmente ilustrativo. Sin ellos, la distribución de los fondos europeos es sencillamente imposible y los créditos ICO no habrían circulado durante la pandemia. A cambio, se les remunera con el señalamiento político y el ataque personal desde el Ministerio de Economía con la excusa de sus salarios.
Y como en una relación sadomasoquista, los mismos señalados fueron a Davos en busca de más. El IBEX 35 vuelve así a sus orígenes, a los noventa, cuando relacionarse con el poder consistía, sin caer en cuestiones tipificadas, en reír las gracias a cambio de migajas. No hay mejor ejemplo de cenáculo que el que atestigua la foto en Davos del núcleo duro de la empresa española sentado en coro junto a Sánchez, el jefe de los “hombres del puro”.
El problema que subyace afecta a todo el país. A cambio de fotos como esa, las IBEX no esperan nada constructivo. Solo que se les aplique la decisión menos mala. Es decir, sonríen a cambio de piedad. La situación flirtea con el “exprópiese” de Hugo Chávez, cuando las corporaciones afectadas tragaban a cambio de una salida medio digna. Mentalmente aplican los mismos esquemas que, en su día, en Venezuela.
La legendaria cobardía del IBEX 35, que en rigor les ha permitido ganar mucho dinero, es el acto reflejo que ahora no pueden controlar los “señores del puro” cuando el presidente del Gobierno llama a arrebato. Años y años de inercia y el aprendizaje en segundos países se imponen sin más. Sólo Sánchez Galán parece haber superado ese tic nervioso por el que ceden las rodillas.