La izquierda sólo debate sobre personas
Gran parte de la gente que se considera de izquierdas está actualmente profundamente desorientada. Ninguno de las actuales opciones políticas parece reflejar sus aspiraciones. Incluso el deseo de ilusionarse se enfrenta a la actual situación de los partidos, que se presentan como alternativas a la derecha triunfante.
Se echan de menos los conceptos ideológicos que antaño fueron fundamentales y que ahora precisan sin duda de actualización pero que son igualmente necesarios. En el caso del PSOE o de Podemos ni siquiera se guardan la composturas y las propuestas políticas quedan relegadas en el debate de las personas.
En el PSOE todo se centra entre un exsecretario que se reclama genéricamente de un socialismo de izquierdas que sólo lo concreta en su oposición a la derecha del PP sin más.
Su experiencia anterior como máximo dirigente del PSOE solamente nos dejó claro que su política se basaba en un tacticismo con una única estrategia de tratar de hacerse con el gobierno sin un objetivo claro de para hacer qué.
El PSOE ya hace mucho tiempo que ha renunciado a ser un partido socialdemócrata consecuente y ha abrazado la concepción socio-liberal que se centra en la defensa de derechos individuales y libertades públicas pero con una renuncia expresa a ir hacia una transformación social. Si es criticable la ambigüedad de Sánchez ya no entraremos a analizar la posición de sus contrarios, «los barones», con su objetivo de conseguir que nada cambie en la trayectoria del PSOE y con el fin de recuperar el bipartidismo tradicional.
Más triste es el espectáculo en Podemos que en poco tiempo ha pasado de aparecer como una esperanza nueva, y en algunos aspectos con un cierto infantilismo político, a aparecer como una opción envejecida y que chapotea en el barro de la lucha cainita cómo en la peor de las historias de los viejos partidos de la izquierda clásica.
En una situación económica y social compleja a todo nivel como nunca nos hemos encontrado desde los años 30 del pasado siglo, no se divisa ningún análisis de la compleja situación internacional dominada por la globalización sin reglas, ni cómo hacer frente al avance de la ultraderecha proteccionista y nacionalista que trata de desbancar a la derecha neoliberal hegemónica.
No hay propuestas de cómo hacer frente dentro de nuestro país a la situación global que nos rodea. Tanto unos como otros parecen despreciar cualquier análisis marxista de la realidad y no lo sustituyen por ninguno otro tipo de análisis estructural de la realidad. Todo son propuestas inconexas para hacer frente a varios problemas de la realidad sin establecer en ningún momento una estructuración de las contradicciones principales a las que nos enfrentamos.
Así se hace mucho énfasis en la situación de emergencia social en que nos encontramos y se plantean propuestas para afrontarla pero sin plantearse en ningún momento la razón última de esta situación, la falta de trabajo digno. El factor de la centralidad del trabajo en la política está desaparecido del análisis de los políticos de progreso, para no decir de izquierdas. Y en consecuencia tampoco aparece el concepto de clases sociales ni el de la confrontación de clases.
Los partidos actuales, supuestamente de izquierdas, parecen huir del análisis de la historia y se desvinculan de cualquier relación con las opciones transformadoras del pasado.
Evidentemente no se trata de aplicar ahora fórmulas del pasado, pero si de utilizarlas como elementos de reflexión. El PSOE actual no es reconocible en una genuina tradición reformista de la socialdemocracia, y Podemos no quiere saber nada del pasado, obviando la riqueza de análisis que se ha dado en la izquierda alternativa. Como máximo citan a Gramsci pero parece que sin comprender ni su análisis ni su tradición.
Esta situación no se da únicamente en nuestro país sino que es generalizada en los países desarrollados.
La renuncia a plantear la centralidad del trabajo trae a elucubrar posteriormente sobre la desmembración y segmentación de la clase obrera que vemos como en muchos casos cae en las manos políticas de la derecha o ultraderecha política, y entonces se sataniza.
Pero las razones del Brexit, de la victoria de Trump, o de los votos obreros a Le Pen, tienen raíces profundas en la dejadez de las organizaciones políticas supuestamente de izquierdas. En muchas ocasiones la izquierda realmente existente ha priorizado otros aspectos, relativos a derechos sociales o libertades de varios colectivos, a los problemas de un mundo del trabajo hoy mucho más plural y segmentado que antes, cuando tendrían que haber combinado las nuevas problemáticas sin desatender las que tradicionalmente habían defendido.
Un claro ejemplo son las políticas llevadas en Gran Bretaña donde los laboristas de Blair se desentendieron del mundo sindical y del trabajo, las reformas laborales y antisindicales de los socialistas españoles y franceses o del italiano Renzi, para no hablar de la política de los Schroeder o Clinton al servicio de los intereses dominantes. Todo esto ha llevado a amplios sectores de la clase trabajadora a sentirse no representada políticamente y caer en la pérdida de su conciencia de clase y dejarse arrastrar por la demagogia de la ultraderecha nacionalista e individualista.
Este hecho no es históricamente nuevo, ya en el pasado siglo sectores de clase obrera, especialmente la más baja y desclasada fue atraída por el nacionalismo del nazismo alemán o del fascismo italiano.
Nuestros políticos progresistas deberían recordar y analizar el pasado para repensar las políticas de futuro.