La Italia imposible
Han pasado dos semanas desde el triunfo del ‘no’ en el referéndum de Renzi. No parece que de momento la situación política de incertidumbre haya provocado ningún terremoto económico. Como me decía el empresario Nicola Padovan, arraigado en Barcelona, los italianos hace tiempo que están desconectados del Estado. Al margen de su eficiencia o de su habitual ineficiencia. Al margen de los debates partitocráticos tan arraigados en la península y que múltiples reformas electorales no han conseguido disminuir.
La arrogancia de Renzi, propia de las nuevas generaciones de la socialdemocracia europea que ya han nacido con el coche oficial, ha sido letal para sus intereses. La combinación de perfil de apariencia liberal con una marcada voluntad para el presidencialismo en su reforma constitucional ha conseguido sumar como enemigos a bandos distintos.
Renzi pretendía un ejecutivo más fuerte, disminuyendo el peso del parlamentarismo, suprimiendo de facto la función de contrapoder del Senado e impulsando una ley electoral que instaurara el bipartidismo a escala estatal. Unas reformas que contaban con el visto bueno tácito de Berlusconi. Reformas que él ya intentó y en las que se encontró siempre el contrapeso de la Liga Norte que, al margen de haber derivado hacia la xenofobia, conserva un ADN parlamentarista y anti romano.
Por tanto, el jefe de gobierno tuvo delante opositores que desde la izquierda de tradición democrática, desde la tradición alternativa, no querían pasar por el embudo del centrismo que se ha apoderado del Partido Democrático, con figuras como Renzi, procedentes de la Democracia Cristiana. Y también tuvo en contra a la derecha girondina de la Liga y a la populista radical democrática de Griglio.
Pero un factor que se ha comentado poco es el territorial. Solo hace falta ver las únicas zonas donde triunfó el sí: la Toscana, la Romagna y el Tirol del Sur. La Toscana y la Romagna, bastiones del PD y de mentalidad jacobina. El Tirol del Sur porque la reforma Renzi lo único que preservaba claramente eran los privilegios/derechos de las regiones de Estatuto especial como el Tirol del SUR. Y allí manda siempre un aliado democristiano de Renzi: el SudTiroler Volkspartei.
Impulso recentralizador
Así pues, Renzi, como Valls, como Rajoy, han liderado un discurso para atribuir las ineficiencias del Estado central solo en las regiones que habían recibido competencias fruto de la federalización, en el caso de Italia; de la leve descentralización en el caso francés; del estado autonómico en el Estado español. Los estados jacobinos y de base plurinacional, los últimos dinosaurios europeos, tensionados por la pérdida de soberanía hacia arriba, fruto de la Unión Europea y de la globalización, ven con preocupación la capacidad de las regiones para resolver con proximidad los problemas de los ciudadanos e incluso de ser más eficientes en el acompañamiento de los procesos de internacionalización.
Los políticos de París, Roma o Madrid temen por la pérdida de su poder y están promoviendo políticas reaccionarias de recentralización. En Roma, liquidando la reforma federal de la década del 2000, propiciada por la Liga. En Francia, concentrando el poder redefiniendo por decreto y de forma artificial los límites regionales. En España, aprovechando la sentencia del Estatut, y dando por legal la total concurrencia de competencia Estado-autonomías, liquidando de facto las competencias de las regiones en beneficio de los ministerios. Medidas antidemocráticas y antieconómicas.
Cuando la única posibilidad que tiene Europa es la liberación de las energías locales, el empoderamiento de las pequeñas y medianas comunidades para que se espabilen en un mundo complejo y cambiante, Italia, Francia, España, las especies estatales más obsoletas y en vías de extinción, dan los últimos coletazos en una agonía que no sabemos si será larga, pero que inexorablemente les conducirá a la muerte. Así pues, ¿solo Italia resultará imposible?