La irresponsabilidad social de Mapfre
El paso dado por la cúpula de Mapfre de subirse el sueldo desproporcionalmente es tan insólito y difícil de justificar, en los momentos actuales, cuando la patronal pide aún contención salarial y confía la recuperación del poder adquisitivo a la atónita inflación, que no hemos tenido más remedio que sacar la lupa y echar un vistazo a las cuentas anuales con el ánimo de encontrar esas luces que ciegan con una irresponsabilidad social galopante al clan de Antonio Huertas.
El mundo sajón, el mismo que produce urticaria a la mayoría de los españoles por lo exigente, recto y claro que es, está acostumbrado a pagar lo que haga falta a sus ejecutivos, directivos, cuadros medios y empleados; pero tienen que rendir en proporción y, además, respetar a la sociedad. Si de una empresa privada se trata, la explicación que deben es a sus accionistas, clientes, empleados y proveedores. Esos planteamientos siempre nos han parecido de una lógica indiscutible, adaptada a la realidad y justa.
Así que en ésas estamos: España debería pelear para generar una economía que tienda a pagar muchos sueldos como el de Huertas (1,3 millones); o que las mejoras salariales sean proporcionales a los de la élite dirigente de Mapfre. Acometemos el ejercicio de repasar sus resultados con la seguridad de que encontraremos una explicación sajona a los nuevos emolumentos de la alta dirección ( 15% de media).
El sueldo de Huertas mejora el 8%, una limosna comparado con sus subordinados, pero más que el beneficio neto
La primera magnitud a comparar es el beneficio neto, el que vale. Nunca mejor dicho. En 2014, ha sido de 845 millones. Es decir, el 6,9% más, no el 15%. Mal comienzo. Compramos de antemano el discurso de Mapfre y descontamos el impacto del tipo cambiario sobre el excedente. En moneda constante la ganancia habría crecido el 11,8%. Tampoco alcanza y, además, es ficción. Otra variable crítica para una aseguradora es el rendimiento del capital. Seguro que aquí damos con la explicación.
En Mapfre fue del 10% el ejercicio pasado. Curioso, se queda corto igual. No nos rendimos y continuamos: serán las previsiones de crecimiento lo que justifica tan rechonchas nóminas. La propia compañía dice que en 2015, en el mejor de los casos se expandirá un 5% (1,1% en España). ¡Cachis! Pasamos más páginas y advertimos riesgos para el negocio en Brasil y Venezuela (a punto de quebrar). ¿Administrar esos peligros justifica la mayor retribución? Puede, pero no el sustancioso 15%…
Giramos la mirada hacía las pantallas de la bolsa y certificamos que la evolución de la acción es del 0,3% en el último año. Llamamos a los sindicatos. ¿Algún otro sueldo en Mapfre ha crecido el 15%? «No nos consta», responden… Para variar, los de comunicación ni saben ni contestan. Nos rendimos. Fracasamos. Pero nos encomendamos a los accionistas. ¿Alguien preguntará a qué se debe tal voracidad? Desgranamos detalles para completar el cuadro. Aisladamente, el sueldo de Huertas mejora el 8%, una limosna comparado con sus subordinados, pero más que el beneficio neto.
Al contar las indemnizaciones, la retribución del consejo se dispara un escandaloso 64,8%. Despedir en España sale caro, ya saben; y evitar las responsabilidades, por lo visto, gratis. Ni vemos justificación en las líneas de la cuenta de resultados ni en el comportamiento de la compañía. Las víctimas de Spanair (sus clientes) aún reclaman –siete años después— 43 millones de euros por 4,7 millones saldados a noviembre de 2014. A esto se le llama responsabilidad social corporativa y a lo demás, tonterías.