La inversión extranjera sí entiende de lazos
Los inversores, los empresarios, están dispuestos a arriesgar, pero quieren hacerlo en entornos estables y fiables
Esta semana el juicio en mayúsculas, o sea, el del procés, pasó a minúsculas y dejó de acaparar portadas. El activista cultural Roger Corcho escribió hace unos días que el juicio tenía como novedad que daba voz a las victimas del procés, una apreciación muy acertada.
La intensidad procesista es tal que ahoga los temas en su propia salsa. Las listas electorales del club de fans de Carles Puigdemont, los lazos amarillos en el Palau de la Generalitat y un largo etcétera. Pero aunque el juicio no tenga visibilidad sus consecuencias son magmáticas.
Esta semana se publicaron los datos de operaciones de capital extranjero en España que subieron a casi 47.000 millones de euros, un récord histórico del que no todo el país se benefició por igual. En Cataluña la inversión cayó a datos de 2012.
Mientras 20.256 millones de euros entraban por Madrid solo 2.985 millones lo hacían por Cataluña, un 12% menos que en 2017 cuando ya bajó también por culpa del procés.
La mayor o menor entrada de capitales no es algo ajeno a la vida de la gente. Invertir significa crear empresas, generar empleo; en definitiva bienestar y prosperidad, y la realidad es que en los dos últimos años, 2017 y 2018, el resto de España es más próspera que, como diría Toni Bolaño, nuestro rincón del Noreste.
En el imaginario popular esto de las inversiones suena a capitalismo salvaje, a especulación, a algo que pasa por encima nuestro y lejos, pero no es cierto. Por cada 10 euros que se invierten en Madrid solo se invierte 1 euro en Cataluña y el resultado de esto es que en Cataluña se perdió la oportunidad de crear 25.000 empleos en 2018 (BBVA Research).
¿Por qué los dos últimos años la inversión extranjera en Cataluña se hundió? Por la misma razón por que la economía británica creció en 2018 un 1,4%, cuatro décimas por debajo de 2017 y su dato más bajo desde 2012.
Es psicológicamente aconsejable hacer nuestra vida sin seguir el juicio y el sainete de los lacitos
Los inversores, los empresarios, están dispuestos a arriesgar, de hecho lo hacen al invertir, pero quieren hacerlo en entornos estables, fiables, que les ofrezcan garantías y hoy en día hay muchos países en la Unión Europea más fiables que Reino Unido, por ejemplo Holanda o Irlanda. Y en España hay regiones más atractivas que Cataluña, como la de Madrid, tanto por ofrecer una legislación más dinámica como un entorno institucional que inspira mayor confianza.
¿Se puede vivir ajeno al juicio? ¿Podemos hacer nuestra vida sin seguir el sainete de los lacitos? Sin duda, es incluso psicológicamente aconsejable.
Pero las consecuencias económicas del procesismo son como la radioactividad: pueden no verse pero sus efectos son letales. Pérdida de energías colectivas, retraimiento de la inversión, caída de atractivo internacional, menos empleo, un futuro más sombrío.
La visión optimista de todo esto podría llevarnos a pensar que estamos mejor que en 2017. Por aquel entonces teníamos a un presidente de la Generalitat que intentó rebelarse frente a un Estado democrático y declarar la independencia, y hoy tenemos a otro que solo intenta burlar la ley poniendo y quitando pancartas.
Y es que ya lo dijo Josep Tarradellas: “En aquesta vida es pot fer tot menys el ridícul”. Pero ya se sabe que Quim Torra no sabe nada de Tarradellas, porque además de ser un verdadero exiliado, a sus ojos no es catalán. En eso se ve con nitidez la línea de continuidad ideológica entre el Pujolismo y su secuelas menores actuales.