La invasión de los ultrapolíticos
Los ultrapolíticos buscan suprimir los juicios de valor, la racionalidad y substituirlos por la adhesión emocional, incondicional e inquebrantable
¡Cómo ha cambiado el mundo! Si en los años setenta el vicepresidente de los Estados Unidos, Nelson Rockefeller, iba diciendo, en privado pero en voz alta y ante distintos interlocutores, que la prioridad de los gobernantes de su país consistía en tener contentas a las grandes multinacionales, y eso era casi todo, en la actualidad la gran prioridad, la obsesión de los políticos, consiste en ganar elecciones.
Según la prensa americana, acabamos de entrar en un semana decisiva para el futuro de Donald Trump y el del GOP, el Grand Old Party, el republicano. La supuesta e invencible ola de las elecciones de medio mandato que iba arrasar a los demócratas y todavía más encumbrar a los candidatos patrocinados por Trump y hundir a los críticos, ha resultado un fiasco.
Biden ha soportado la embestida. El Senado es suyo. Con la cámara podrá negociar. Veremos si Trump se atreve a proclamarse candidato para las presidenciales del 24 como anunció antes del desastre. Aunque apuesten a que sí, no lo tiene nada claro dentro de su propio partido. Ya corren los rankings sobre sus oponentes internos, encabezados por Ron DeSantis, el antes fiel a Trump pero también el hasta ahora fino y ambiguo crítico, y Mike Pence, y entre los que figuran nombres tan desatacados como Tim Scott, Ted Cruz, Mike Pompeo, y hasta el mismísimo Donald Trump Jr. Ya veremos.
Claves de Biden
Pocos se preguntan, sin embargo, por las claves del relativo y sorprendente éxito de Biden. Al parecer son dos. La segunda, que ha sido un buen repartidor de fondos públicos para los suyos. La primera, que no pocos votantes demócratas inclinados a la abstención han preferido aportar su voto el muro que podía detener a Trump a pesar de sus escaso entusiasmo por el presidente actual.
Los ultrapolíticos invaden la verdad y la enmascaran de mil maneras
Biden es electoralista. Trump es electoralista. Todo es electoralismo, desde los programas y los posicionamientos públicos hasta la en apariencia menos relevante de las decisiones. La perspectiva de ganar o perder votos, o la de perjudicar al rival, es lo que manda. No la realidad sino el efecto sobre el votante. El incremento de la polarización es un efecto de los intereses y las batallas de los ultrapolíticos, tanto allí como aquí.
En Madrid
A la espera del desenlace de la gran batalla en el GOP, que ya ha empezado con ataques a su rival DeSantis, traslademos el escenario a Madrid. Primera manifestación contra Ayuso, por el tema sanitario. Lo que haya de cierto o no de las críticas a su gestión de la sanidad es lo de menos. Si existiera un análisis serio, ponderado, imparcial y comparativo de las deficiencias sería o bien ignorado, o atacado por imparcial o bien tergiversado en beneficio electoral de unos y otros.
Los ultrapolíticos invaden la verdad y la enmascaran de mil maneras. Ayuso gestiona a las mil maravillas. Son el PSOE, Moncloa, los medios sumisos, los que han escogido la sanidad como ariete para desgastar a la presidenta. O alternativamente, visto desde el otro lado, el desastre es inapelable y la protesta debería ser aún mayor.
Del mismo modo funciona el tema de la sedición, y su colofón de la malversación. La estrategia de Sánchez pasa por reforzar las alianzas con sus socios al tempo que dedica sus principales energías a desacreditar a Feijóo a fin de contrarrestar los posibles efectos negativos de sus concesiones a Esquerra Republicana.
¿Qué busca Sánchez con estas reformas? Su estabilidad en el poder. ¿Cómo reacciona el PP? Sabido es. ¿Qué hay sobre el fondo del asunto, conviene o no conviene? ¿Y los intereses de España? ¿Y la imagen ante Europa? ¿Cuánto y de qué modo beneficia a los independentistas? Da igual.
Prueba de todo ello, y finalizamos el periplo con la invasión de la ultrapolítica en Barcelona, es la manifestación en contra que prepara la ANC, asociación que pretende liderar el independentismo. Según ellos, y de parte de Puigdemont y su partido, no se trata de concesión de Sánchez sino de traición de Aragonès, quien a cambio de unos beneficios para Junqueras y su clan de sectarios, se acaba de vender toda posibilidad de independencia. Incluso, según aseguran, los esforzados militantes de a pie van a ir a la cárcel por ser consecuentes.
La ultrapolítica, en conclusión, no acaba con lo razonable. Le basta con enmascararlo, de manera que a la ciudadanía, e incluso a los analistas, les resulte cada vez más difícil juzgar y ponderar desde un intento de objetividad. Lo que buscan y consiguen los ultrapolíticos es eso, suprimir los juicios de valor, la racionalidad, y substituirlos por la adhesión emocional, incondicional e inquebrantable a un relato y a quienes lo encarnan.
O, alterativamente, que el rechazo al malo les conduzca a votar al menos malo.