La intensidad de los debates
Un asunto debatido mil veces sin llegar a alcanzar una solución consensuada para evitar dividir a la sociedad no merece la pena seguir debatiéndose
Antes, el independentismo buscaba alentar el conflicto para lograr sus objetivos; ahora, aspira resolver con acuerdos y pactos los conflictos provocados. Antes, el conflicto independentista no permitía siquiera gobernar Cataluña; ahora, incluso pretende ayudar a gobernar España. Antes, la Covid-19 nos confinaba en nuestras casas; ahora se permite no llevar mascarilla en el exterior si uno mantiene dos metros de distancia respecto a los demás y evita las aglomeraciones de personas.
Con el tiempo, la intensidad de los debates se va debilitando; éstos van siendo sustituidos por otros, de la misma forma que ocurre a los atletas cuando, tras realizar un intenso y exigente entrenamiento, solicitan ser sustituidos por agotamiento el día de la competición.
En muy poco tiempo, la política española y catalana ha pasado de vivir debates apasionados relativos a la memoria histórica, o sobre la idoneidad o no de los protocolos que hay que cumplir para evitar nuevos contagios, a dejarse llevar por ellos sin ni siquiera clarificar quién es el ganador de la contienda política.
No se trata de indiferencia o incapacidad para seguirlos; es la constatación de que un asunto debatido mil veces sin llegar a alcanzar una solución consensuada para evitar dividir a la sociedad no merece la pena seguir debatiéndose. Además, muchos de estos debates son artificiales o han sido alterados para favorecer los propios intereses de partido.
Las principales preocupaciones de los jóvenes españoles, según señala el macro estudio El futuro es ahora, son, para el 87% de ellos, sentirse muy poco representados por los partidos políticos y, para el 92%, no sentirse escuchados; asuntos como el nacionalismo o la inmigración preocupan poco.
Los asuntos que los jóvenes están interesados en debatir son el acceso al mercado laboral, la calidad del empleo y el acceso a la vivienda. Los debates que los jóvenes quieren ver resueltos no son los que están en los primeros puestos de la agenda pública; son aquellos de los que depende su futuro personal y profesional, y son los que el Estado debe priorizar resolver