La independencia llama a la puerta
La profecía auto-cumplida es uno de los espejismos más reiterativos en todo tipo de sociedad. Los sociólogos suelen aplicarle el teorema de Thomas: es decir, que si las personas o grupos sociales definen las situaciones como reales, las situaciones serán reales en sus consecuencias. Por ejemplo, si Karmele Marchante llama a la puerta para proponernos la independencia de Catalunya, es probable que ese encuentro subjetivo pueda parecernos una verdad. En general, el teorema de Thomas puede aplicarse a otros rasgos de la iniciativa secesionista. Eso parece según las encuestas, pero ya se sabe que a los encuestadores les decimos una cosa pero el voto secreto lo dedicamos a otra.
Es decir: el teorema de Thomas puede llevarnos a compartir como una realidad lo que nuestro entorno familiar, profesional o mediático da por irreversible, pero en una segunda consideración uno puede desligarse para tener en cuenta su propio criterio o dar prioridad a sus intereses. Sería el caso de un empresario autónomo que está en capacidad de volver a contratar a dos trabajadores. Sus hijos son fervientes partidarios del derecho a decidir y lo llevan a las manifestaciones. Así computa en las encuestas como un ciudadano del “sí”, pero a la hora de votar tal vez opta por el “no”, porque toca con la punta de los dedos la posibilidad de una estabilidad económica que una Cataluña separada de España no le garantiza. Lo mismo puede ocurrir con quienes le temen al vacío existente fuera de la Unión Europea.
Esos deslizamientos dependen de muchos factores, que no siempre se explican con un teorema. Claro que si Karmele Marchante llama a la puerta, es posible que uno se sienta sugestionado y recapacite sobre su indecisión para votar –o desear votar– “sí”. O no. Ya se sabe que pocos teoremas sociológicos son matemáticos. Pero Thomas citaba un caso de evidencia. Pongamos que en un país concluye una guerra civil. Pero en un lejano archipiélago no reciben la noticia y los isleños siguen matándose entre ellos. Recuérdese que no hace tanto tiempo que acabó por rendirse un soldado japonés perdido en una isla del Pacífico y desconocedor de la rendición del imperio nipón.
En fin: los espejismos que el grupo convierte en realidad tal vez acaban no convenciendo a uno y otro individuo aunque no lo manifieste. Por eso es saludable distinguir entre la propaganda y sus resultados efectivos. La suma de alcaldes prácticamente proclamando la separación de Catalunya en la Generalitat tuvo un buen efecto propagandístico, pero luego eso lleva a hacerse algunas preguntas. La principal se refiere a la dimensión demográfica o censal. Con varios ayuntamientos del cinturón de Barcelona que no contribuyan a convocar la consulta, el “sí” de cientos de pequeños ayuntamientos pierde buena parte de su fuerza y significación.
Del mismo modo, en más de uno de esos municipios cuyo alcalde estuvo en el acto de la Generalitat, seguramente no habrá manifestaciones por el “no”, pero en las urnas de cartón de la convocatoria ilegal, de haberlas, ganará la abstención. Es una hipótesis: la consulta ilegal acabaría volviéndose en contra del objetivo de secesión. Eso, claro, si no es que Karmele Marchante llama a la puerta de casa.