La impostura de Mónica Oltra
Ximo Puig debería cesar a su vicepresidenta imputada en un asunto tan sórdido como el de la menor abusada
Quienes reclaman coherencia y la aplicación del mismo rasero a los que exigen dimisiones a sus adversarios políticos, que pierdan toda esperanza en el caso de Mónica Oltra.
La vicepresidenta de la Generalitat Valenciana y consejera de igualdad, imputada por haber encubierto, presuntamente, a su exmarido sobre los abusos sexuales cometidos contra una menor tutelada, se aferra al cargo y no piensa dimitir. Investigada por un asunto tan sórdido y tan sucio como el del abandono de menores, prevaricación y omisión del deber de perseguir el delito, ha puesto al presidente valenciano entre la espada y la pared. Se ha subido a un molino de viento para asegurar que lucha contra un fascismo (imaginario) obviando que no hay mayor corrupción moral que la de aprovecharse de un ser tan vulnerable como el de una menor tutelada a la que se debía haber protegido. Hay que tener cuajo.
Compromís ya le ha advertido a Ximo Puig que la destitución de Mónica Oltra supondría la ruptura del gobierno valenciano. Así es que si tiene la tentación de cesar a su vicepresidenta, se rompe el pacto del Botánic. Pero ante el auto demoledor del Tribunal Superior de Justicia de Valencia, a Mónica Oltra no le quedan más que dos salidas: o dimite o la cesan.
Al fin y al cabo, eso fue lo que ella exigió a Francisco Camps o a Rita Barberá . De los 4 trajes del presidente de la comunidad se llegó a demostrar judicialmente que se los pagó él de su bolsillo . De la acusación de blanqueo con cuotas de 1000 euros contra Rita Barberá ,el caso quedó archivado. Se trata de aplicar el mismo rasero que Mónica Oltra y Ximo Puig utilizaron contra sus adversarios políticos por otros delitos de menor alarma social. Por supuesto le asiste la misma presunción de inocencia que ella negó a los demás infligiéndoles la pena del telediario y arruinando sus carreras políticas. Y en los dos casos, hubo dimisiones.
Pero, por un mínimo de coherencia, ya no digo que por dignidad que no se le supone, debería haber dimitido ya. Y si no, a pesar de las amenazas de Compromís, el presidente Ximo Puig debería cesarla para no degradar la imagen del gobierno valenciano. Mónica Oltra se ha convertido en un lastre para la Generalitat valenciana . Ximo Puig no debe ponerse de perfil.
Se trata de un caso de abusos, de agresión sexual cometido por su exmarido contra una menor tuteladla por el que ya se le condenó a cinco años de prisión. Un delito repugnante perpetrado cuando Oltra era consejera de igualdad.
Dimisión o cese por coherencia. No hay otra salida. Ya no sólo por el rasero que tanto Puig como Oltra aplicaron en los casos de sus adversarios políticos sino porque en los propios estatutos del partido al que pertenece la vicepresidenta valenciana, Iniciativa, se contempla la dimisión y suspensión temporal de militancia en casos relacionados con abusos sexuales y comportamientos machistas aunque Compromís reformó su código ético el pasado mes de abril, a imagen y semejanza de Mónica Oltra para que pueda seguir en su cargo a pesar de haber sido imputada. Como Podemos. Toda la ética de la que alardeaban, la suprimieron de un plumazo para corregir el desajuste que le podía costar el cargo a la afectada. Un despropósito. Esto sí que es un traje a medida y no lo de Paco Camps.
El silencio clamoroso de las ministras
La situación, en resumen, quedaría así: Mónica Oltra no dimite a pesar de la exigencia ética que, hace tiempo, defendió Mónica Oltra. Esta izquierda se ha quedado colgada de la pancarta con la frase atribuida a Groucho Marx: “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Fin de la cita. Otra muesca en la torpe campaña que está haciendo el PSOE en las elecciones de Andalucía. Reivindicando a los condenados por los falsos Ere, Chaves y Griñán, es decir: reivindicando la corrupción propia. Amenazando con echarse a la calle si ellos no ganan y manipulando audios de Juanma Moreno Bonilla. Lo último: negándose a cesar a Mónica Oltra.
Lo peor de este sucio episodio, en el que la víctima fue sometida a una campaña de desprestigio por haberse atrevido a denunciar los hechos, es el silencio clamoroso de las neofeministas de tercera generación. Las ministras de la Moncloa y las activistas en general. Que no se han manifestado para decirle a esta niña “hermana, yo sí te creo”, por ejemplo. ¿Qué estarían diciendo si la imputada por delitos similares hubiera sido una vicepresidenta de la derecha? Las calles estarían ardiendo. En este caso, parecen un desierto.