La hundida Dogi necesita dinero

La fabricante de tejido elástico Dogi, de El Masnou (Barcelona), celebrará a mediados de junio próximo su asamblea anual de accionistas. El punto del orden del día más relevante es una ampliación de capital de 4,6 millones de euros, imprescindible para que la empresa pueda reequilibrar su balance y evite así su disolución.

Dados los precedentes, la enésima apelación a los socios no parece que vaya a tener demasiado éxito. Por ello, será el presidente Josep Domenech quien tenga que dar de nuevo un paso el frente y rascarse el bolsillo, como ocurrió en anteriores ocasiones.

Dogi salió a bolsa en 1998, en medio de la habitual campaña de propaganda que suele acompañar estos episodios mercantiles. A partir de ahí se lanzó a una frenética expansión internacional que ha resultado un completo desastre y solo ha acarreado un sinfín de quebrantos. Desde que saltó al parqué bursátil la empresa ha cambiado de director general media docena de veces, uno de los cuales fue Francisco Reynés, actual consejero delegado de Abertis. En el mismo periodo contabiliza unas pérdidas acumuladas de 150 millones, ha presentado varios expedientes de regulación de empleo y, como colofón, en 2009 se declaró suspensión de pagos.

Cuatro años después de aquel siniestro, la cuenta de resultados sigue arrojando números rojos. Ante semejante panorama, sería poco menos que un milagro que los accionistas de a pie acudan a la ampliación.