La hipocresía de “El Creyente”

Entre 1979 y 1989, José María Sanz, Loquillo y Sabino Méndez fueron las dos fuerzas motoras de Loquillo y Los Trogloditas, el combo barcelonés de rockabilly filtrado por la new wave, que se colaron sin grandes dificultades en la movida madrileña y después en las listas de éxito.

Loquillo, un hombre alto con un impecable tupé, era el rostro y la voz del grupo. Méndez, más bajito y discreto, era el compositor. Su cenit comercial llegó con el disco A por ellos, que son pocos y cobardes, un directo publicado en 1989 que vendió 400.000 copias. 17 de los 24 temas llevaban la firma de Sabino Méndez. Pero el éxito y las adicciones del compositor destruyeron aquella fantasía, por otra parte muy pegadiza y banal.

Después de una, supongo, angustiosa travesía por el desierto, Méndez se rehabilitó y se puso a escribir un libro de recuerdos. En su recuerdo literario, José María Sanz no salió muy bien parado. Lo escrito por Méndez provocó un gran revuelo puesto que afirmaba sin ambages que Sanz camuflaba con esa pose de “rebelde sin causa” que aún alimenta hoy en día lo que en realidad era “inmensa vocación de ascenso social”. Además, Sabino le acusaba de haberse apropiado el personaje que crearon conjuntamente. Envidias y rencores.

Cuando al cabo de los años volvieron a tocar juntos, aunque ocasionalmente, Méndez y Sanz tuvieron que sortear el recuerdo de ese episodio con mucha saliva. Un blablablá forzado por las circunstancias y el dinero.

Ahora José María Sanz, propietario en exclusiva de Loquillo como corrobora su cuenta de Twitter, se ha metido en un lío parecido mientras está promocionando su último trabajo, El Creyente. Siguiendo la doctrina oficial de un partido por el que siempre ha sentido mucho apego, Loquillo declara en una entrevista que eso de la consulta que se pide en Catalunya es imposible porque lo prohíbe la Constitución: “Mas se ha pasado de frenada y ya no sabe salir del meollo en el que se ha metido. Ha dado a los catalanes unas expectativas imposibles de materializar. Si quiere un referéndum de ese calibre tiene que ceñirse a la Ley, y eso exige el cambio en la Constitución. Lo que no es la Ley es ‘por mis cojones’”. Loquillo parece Rubalcaba o Pere Navarro.

Hasta ahí, ningún problema. Todo el mundo está en su derecho de pensar lo que quiera. Loquillo se pasa de frenada cuando añade a lo dicho anteriormente que “Lo que se está diciendo es: ‘Votemos para acabar con la democracia’, ni más ni menos. Lo mismo que pedían las SA nazis. Cuando me preguntan lo que está pasando en Catalunya, recomiendo un libro: Historia de un alemán. Es muy fuerte todo esto”.

¡Caray, sí que es fuerte! Y lo es, además, porque Loquillo afirma, siguiendo los pasos de la bobalicona Cristina Fallarás, que en Catalunya “se amordaza a la prensa, los disidentes son excluidos, aparecen listas negras de periodistas y artistas”. Sólo le falta mentar los campos de concentración.

A la mañana siguiente, Jordi Basté entrevistó a Loquillo en su programa matinal de Rac1 y el comunicador le afeó el gesto al cantante con la contundencia que le caracteriza. Y Sanz se convirtió de repente en Sabino Méndez recurriendo al tan manido “donde dije digo, digo Diego” para negar que hubiera dicho semejante barbaridad. Loquillo se mostró, además, “muy enfadado” con el titular del diario que le atribuye las polémicas declaraciones. Les invito a escuchar el audio del programa para que sean ustedes mismos los que valoren la convicción de sus palabras.

Loquillo acompañó su enfado con el habitual victimismo de quien no dice la verdad: “Cuando vas a Madrid tienes que explicar que las cosas no son como parecen o como se explican. Y cuando llegas a Catalunya te dicen que tú formas parte de la «no sé qué» [caverna, quiere decir] mediática”. El problema de Loquillo llegó cuando los responsables del diario que publicó la entrevista, hartos de que se les vapulease, pusieron a disposición del gran público el audio de lo transcrito. ¡Ahí está! El audio demuestra que el titular reproduce exactamente lo que dijo de palabra el cantante. O sea que en RAC1 Loquillo mintió de la misma manera que Méndez mintió en las entrevistas promocionales de los conciertos de reconciliación.

Es un fastidio tener que descubrir que la hipocresía no es sólo cosa de los malditos burgueses a los que supuestamente tanto odia Loquillo. Su “inmensa vocación de ascenso social” debe haberle jugado una mala pasada. Es de hipócritas no sostener lo mismo en Madrid que en Barcelona, pero resulta que hay “canallas” que viven de esa fuente interminable de mentiras que es el siempre rampante nacionalismo español.

A por ellos, que son pocos y cobardes, parece que canten a coro contra los soberanistas catalanes. Debe ser por eso que el único político que salió en defensa de ese Jano bifronte en el que se convirtió por unas horas José María Sanz fuera Albert Rivera, buen amigo suyo, por otra parte, quien en su cuenta de Twitter escribió: “Gracias a @LOQUILLOoficial x apoyar a los q sufren agresiones x motivos ideológicos. Veo que ahora los hooligans van a x él… Ánimo,1 abrazo!”.

¿A qué Loquillo daba su apoyo Rivera? ¿Al mentiroso en Madrid o al que mintió con descaro ante las narices de Jordi Basté?

Qué daño provocan los “creyentes”, ¿verdad?