La hegemonía de la izquierda en los debates públicos

Los patrones que han definido la derecha española a lo largo de los últimos años se han mantenido casi inalterados. Así como la izquierda ha sido capaz de crear nuevos conceptos y grandes acuerdos alrededor de nuevos debates ampliamente aceptados, la aportación al debate público de la derecha ha sido más bien escaso aunque esto, evidentemente, no tiene por qué traducirse en un mayor o menor éxito electoral.

A modo de ejemplo, durante la última década, la izquierda ha sido capaz de poner en la cúspide del debate algunos aspectos sobre los cuáles siempre ellos lideran cualquier debate y la derecha, en todo caso, no tiene más remedio que seguir y aceptarlos.

Un ejemplo de ello es el feminismo. Si bien la izquierda ha sobreutilizado y patrimonializado este debate, lo cierto es que la fuerza argumental de la derecha respecto al mismo tiende a la nada. De poco sirve que, de hecho, las primeras mujeres en ejercer los principales cargos públicos de España hayan provenido de la filas de la derecha.

La realidad, como todo, es un espejo roto y, por tanto, pese al poder de los hechos, la realidad que se concibe es que la derecha siempre va “a rebufo” de una fábrica de ideas que lidera la izquierda.

En esencia, y se analizará más adelante, el único terreno donde la derecha ha sido capaz de imponer su relato es en la organización territorial del Estado.

Otra de las cuestiones que explican esta falta de liderazgo en la creación de agenda de la derecha se encuentra en que en la asunción de nuevos debates globales es siempre la izquierda la primera en patrimonializarlos. Un ejemplo de ello es el debate sobre el cambio climático.

Desde que los primeros partidos ecologistas surgieran en Europa hace unas décadas, la defensa del medio ambiente siempre se ha querido vincular a un model socioeconómico que, en ningún caso, debería estar únicamente patrimonializado por las izquierdas. No obstante, la realidad de nuevo muestra que así es.

Vincular derecha con modelos poco sostenibles resulta muy fácil para una izquierda que lidera de manera cómoda cualquier debate que llega a nuestro país desde una óptica global. Por ello, la derecha requiere y debe esforzarse en asumir postulados valientes respecto a estos nuevos conceptos del debate político e huir de su posición clásica. Definir la derecha española de la forma más simplificada posible podría hacerse con dos conceptos: unidad, uniformidad territorial y buena gestión de las cuentas públicas.

Pese a todo, estos dos pilares son altamente vulnerables y pueden hacer que la derecha transite durante mucho tiempo en la oposición, si no saber huir y matizar estos conceptos y añadir otros nuevos.

El patrimonio de la defensa de la unidad de España lo ha tenido la derecha y, probablemente, así seguirá siendo. No obstante, el mayor error de la derecha española es la confusión entre unidad y uniformidad. Así, si bien no se puede partir el territorio nacional y menos de forma ilegal, lo cierto es que intentar uniformizar aquello que no lo es resulta una tarea imposible y condenada al fracaso absoluto.

Por ello, la derecha debería empezar a promover en positivo la diversidad de los territorios de España, en especial sus lenguas, y evitar así que la izquierda sea capaz de ser la única representante para millones de ciudadanos que habitan los territorios plurilingües.

Por último, el debate de tipo moral ha ido también evolucionando. En este sentido, cabe reconocer que PP y Cs han asumido postulados modernos y que, a día de hoy, no tienen que temer a la izquierda en un debate que, desafortunadamente para ellos, cuenta con la nueva visión aportada por Vox y que, simplemente, representa la nostalgia de un tiempo que (afortunadamente) ya no existe y la de una España única e uniforme que (afortunadamente) nunca ha existido ni existirá.

En conclusión, la derecha debe ser valiente, asumir el liderazgo en los modelos socioeconómicos que derivan de la globalización y, al mismo tiempo, ser orgullosa defensora de modelos de sociedad modernos y sostenibles que, a su vez, arraiguen profundamente en aquellos valores que nos son propios como sociedad.