La guantanamera regresa a América
El poeta y patriota cubano José Martí publicó en 1891 el poemario Versos sencillos. El prólogo de ese libro está fechado en Nueva York y en él Martí explica el origen de la sencillez de sus versos tras los efectos que tuvieron sobre su salud las diputas de la Conferencia Monetaria Internacional que tuvo lugar en Washington en marzo de ese año y cuya pretensión era crear una moneda internacional para las Américas. Martí temía que Cuba se desgajase del conjunto hispanoamericano para quedar atrapada por las garras del águila temible del escudo del gigante norteamericano. Martí no quería que Cuba pasase de estar bajo el dominio español a ser una colonia de EEUU.
Escribía Martí en ese prólogo que «la agonía en que viví, hasta que pude confirmar la cautela y el brío de nuestros pueblos; y el horror y vergüenza en que me tuvo el temor legítimo de que pudiéramos los cubanos, con manos parricidas, ayudar el plan insensato de apartar a Cuba, para bien único de un nuevo amo disimulado, de la patria que la reclama y en ella se completa, de la patria hispanoamericana, –que quitaron las fuerzas mermadas por dolores injustos. Me echó el médico al monte: corrían arroyos, y se cerraban las nubes: escribí versos. A veces ruge el mar, y revienta la ola, en la noche negra, contra las rocas del castillo ensangrentado: a veces susurra la abeja, merodeando entre las flores». Clarito, ¿verdad?
El primer poema de los 46 que contiene Versos sencillos con el tiempo se convirtió en la letra de una de las canciones cubanas más conocidas. Es aquel que empieza así: «Yo soy un hombre sincero/ De donde crece la palma,/ Y antes de morirme quiero/ Echar mis versos del alma«. Es un poema autobiográfico cuyas primeras estrofas adaptó Julián Orbón a una tonadilla popular cubana muy conocida: La guantanamera. La composición musical se atribuye oficialmente a José Fernández Díaz, más conocido como Joseíto. En fin, que la canción transformó esos versos íntimos y los convirtió en un canto de exaltación de una campesina originaria de Guantánamo, esa «guajira guantanamera» de la tonada archiconocida en todo el mundo, casi en forma de diálogo. A ello contribuyó bastante el cantante de folk norteamericano Pete Seeger, quien en 1962 viajó a Cuba y se apropió de la canción, lo que comportó también una agria pelea sobre los derechos de autor.
Justo cuando Seeger popularizaba La guantanamera, en octubre de 1962 aviones espías norteamericanos U2 detectaron la construcción de rampas de misiles y la presencia de tropas soviéticas. El 22 de octubre, con el apoyo claro de sus aliados occidentales, el presidente norteamericano tomó una medida de gran dureza: estableció una «cuarentena defensiva», es decir, un bloqueo de la isla, desplegando unidades navales y aviones de combate en torno a Cuba. Si los navíos soviéticos intentaban forzar el bloqueo, el conflicto armado entre los dos superpotencias estaba servido. Esa fue la crisis definitiva que separó Cuba de EEUU, cuya ruptura de relaciones ya había empezado con la imposición de un bloqueo económico en 1961 y la exclusión de Cuba de la OEA (Organización de Estados Americanos). Además, EEUU alentó todo tipo de operaciones secretas de la CIA contra el régimen castrista, incluyendo una fallida invasión de emigrados anticastristas en Bahía de Cochinos o Playa Girón en abril de 1961.
Lo que ahora parece que puede acabarse con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU, fue uno de los episodios de la guerra fría en que más cerca se estuvo del enfrentamiento directo entre la URSS y EEUU y de la hecatombe nuclear. Entonces, el protagonista por parte norteamericana era John F. Kennedy, el presidente demócrata con fama de progre, aunque cabe decir que tiene en su haber, si uno mira su currículum en política exterior, un sinfín de intervenciones bélicas, especialmente en Vietnam, buscando la preponderancia norteamericana en el concierto mundial. De todos modos, no fue la guerra fría lo que liquidó al bloque soviético en 1989. Fueron elementos endógenos, incluyendo una nefasta política redistributiva, lo que acabó con la URSS y sus aliados.
Con la caída del muro y el hundimiento de la URSS no sé acabó ni la historia ni el comunismo como auguró Francis Fukuyama, aunque al final incluso él lo supo reconocer. Ahí están China y Cuba para demostrarlo, entre otras dictaduras comunistas en vigor. Lo que sí que quedó atrás es ese mundo bipolar de la «distensión pacífica» propio de la guerra fría. Quedaba en pie, no obstante, la cuestión cubana y el bloqueo estadounidense. Ha sido otro presidente demócrata con fama de progre, Barack Obama, nacido precisamente en 1961, quien finalmente ha entendido que persistir en esa política no le conduciría a ninguna parte. El comunicado de la Casa Blanca es explícito: «Hoy, Estados Unidos está tomando medidas históricas para trazar un nuevo rumbo en nuestras relaciones con Cuba y para confraternizar y dar más poder al pueblo cubano». Aliviar al pueblo cubano, esta es la clave.
El Gobierno de EEUU toma una decisión pensando en la población y no en el Gobierno dictatorial, corrupto e injusto de los hermanos Castro. Al fin y al cabo, mientras en Cuba se mantenía el bloqueo durante más de medio siglo, los gobiernos norteamericanos no se opusieron, por lo menos desde la época de Richard Nixon, a tener relaciones con China e incluso con los regímenes comunistas de Vietnam y Camboya a los que combatió durante años con napalm. El sentido común se ha impuesto a la lógica del viejo mundo cuando lo que preocupa de verdad a EEUU es el terrorismo islamista.
La República Imperial, por decirlo a la manera de Raymond Aron, quiere librarse definitivamente de la pesada carga de mantener en pie una política con la que no ha cosechado ningún éxito y, en cambio, sí que ha perjudicado sobremanera a la guajira guantanamera de la popular canción.