La gran preocupación

Los españoles sienten hartazgo ante el conflicto catalán, en el que hemos sustituido el plasma de Rajoy por las redes de Sánchez

Seguramente si el CIS preguntara a sus encuestados sobre el grado de preocupación de este país con el conflicto catalán, la respuesta sería que están mucho más que preocupados; sobre todo, hartos. Y el hartazgo hay que saber canalizarlo. Y medir los tiempos.

¿Conviene o no adelantar las elecciones cuando la política se encuentra en un callejón sin salida? En realidad, casi todos los partidos necesitan más tiempo.

Quienes gobiernan, para afianzar la ‘cocina’ de las encuestas. Los que acaban de cambiar su liderazgo, para consolidarlo.

También quienes se han acomodado como socio preferente asumiendo un papel de ‘cogobierno’. O los que siguen esperando lograr, de este gobierno socialista tan dependiente, los réditos más jugosos en los traspasos de competencias.

Pero el Guadiana de las elecciones adelantadas oscila por horas sin que nadie se atreva a apostar por el grado de resistencia de Pedro Sánchez. Fue el propio presidente quien amagó con esa posibilidad. 

En el único caso de que los gobernantes catalanes optasen por la vía de la confrontación. Con todas las demás situaciones comprometedoras podría aguantar el tipo.

Con las rectificaciones constantes, sin presupuestos incluso, porque recurriría al plan B de la prórroga de las cuentas del gobierno del PP.

El aniversario del 1-O se ha vuelto en contra de los independentistas

El caso es que el presidente de la Generalitat le sirvió esa posibilidad en bandeja al  recurrir al choque con la legalidad. Durante un rato. Su forzada puesta en escena encendió las alarmas en la Moncloa en donde poco después recuperaron el aliento al comprobar que el órdago se transformaba en una carta de petición de diálogo genérico. Sin ultimátum ni plazos.

El tiempo desvelará si la soledad que padece ahora Quim Torra se mantiene o se retoman las alianzas entre Puigdemont y ERC. Por necesidad numérica en el Parlamento, sobre todo.

El aniversario del 1-O, con los brotes de violencia, se ha vuelto en contra de los independentistas, que no saben ahora cómo mantener la tensión movilizadora sin profundizar en sus fracturas internas.

Caballero y Ábalos durante la visita del ministro de Fomento a Vigo | EFE

MENTALIDAD ELECTORAL

Ante un panorama político tan incierto, el PSOE está concentrado en la maquinaria electoral

Los movimientos son fluctuantes y los mensajes contradictorios. Ante un panorama tan incierto, el PSOE está concentrado en la maquinaria electoral. Por si acaso, activó su comité, hace días, con el ministro Ábalos y el jefe de gabinete de presidencia, Iván Redondo, en la cabina de mandos, para preparar los comicios locales y los europeos.

El encargo de que el CIS realice sus sondeos con una frecuencia mensual para marcar la intención de voto desvela que la clave en que se mueve el presidente es -en esencia- electoral. No es el único.

El PNV lleva ya una semana dejando al descubierto su decepción con Sánchez. Las transferencias prometidas que no acaban de concretarse les está sirviendo de excusa ante la posible necesidad de justificar su desvinculación de un gobierno frágil.

No sería, de todas formas, el primer partido en marcar las distancias porque le interesa que dure esta legislatura. No quiere ni imaginar que unas nuevas elecciones pudieran dar la mayoría al PP y Ciudadanos.  En ese caso, dejaría de ser necesario y se le acabaría su capacidad de influencia.

El escondite de Pedro Sánchez

Si no fuera porque las circunstancias son tan graves, el presidente podría parapetarse en el Falcon de sus viajes, o en la soledad de palacio. Pero el momento político que estamos viviendo requiere su comparecencia ante los medios. Hasta ahora tan solo se ha asomado por Twitter.

La Moncloa ha sustituido el plasma de Rajoy por las redes sociales de Sánchez. Claro que no tiene una situación cómoda. Se le van agolpando en la ventanilla sus acreedores políticos y, sin embargo, socios.

Sabe que los secesionistas no se van a volver autonomistas por mucho que lo repitan alguno de sus ministros. Y ministras. Tendría que responder a preguntas incómodas. No «condenatorias», como sostiene la portavoz Celáa.

Pero debe contar si está logrando réditos de su política de «apaciguamiento». Tenemos derecho a saberlo.