La gran oportunidad del PSOE
Todo son lamentos. Unidos Podemos, la coalición entre el partido de Pablo Iglesias e Izquierda Unida, podría pasar a los socialistas y ser la referencia de la izquierda en España. Esa circunstancia nunca se ha producido. Los estrategas del PSOE rechazan tal posibilidad. Creen que la gran masa de indecisos, casi tres millones todavía, pueden decantar los resultados en el último instante. Y a ello se agarran, aunque pesa más el tono melancólico: el fuimos muy grandes y mira ahora qué situación. Pero las cosas cambian. Y los individuos y las organizaciones deben adaptarse.
La cuestión es que el PSOE, a pesar de esas quejas, del tono lastimero y de las pullas a Podemos, tiene una gran oportunidad. Todo pasa por los socialistas, y aunque todas las opciones que deberá tomar Pedro Sánchez –si los barones aguardan con sensatez– son delicadas, no lo tienen todo perdido. Al revés.
La opción de Mariano Rajoy pasa, en la misma noche electoral, por una oferta al PSOE. El líder del PP cree que ganará con cierto margen, –aunque para él no será igual obtener la victoria con 130 diputados que con 113 o 115 escaños– y que podrá pedir la ayuda de los socialistas y de Ciudadanos con la idea de incorporar, también, la negociación de los presupuestos de 2017, y la composición de la Mesa del Congreso, pieza fundamental del sistema.
Lo que estará en juego en España, por tanto, es un nuevo ciclo en que los socialistas pueden marcar el futuro inmediato. Si la apuesta ha sido –más retórica que real– la reforma de la Constitución, ahora será el momento de que tenga efectos prácticos. Y sería una victoria para el PSOE conseguir que el PP –siempre muy reacio a cualquier cambio– se preste a ello, aunque no esté convencido. Los 80-85 diputados que le ofrecen los sondeos al PSOE pueden resultar de un valor incalculable.
Los dirigentes del PP sostienen que están abiertos a todo, con el objeto de iniciar un ciclo de reformas institucionales. En privado, esos mismos dirigentes se inclinan por un trato para Cataluña acorde con su peso económico en España, lo que implica una modificación a fondo del sistema de financiación autonómica. También saben que la Administración de Justicia ha quedado totalmente condicionada por el peso de los partidos políticos, y que el Consejo General del Poder Judicial se ha politizado hasta el extremo, como ha denunciado el juez Jesús Villegas en su libro El Poder amordazado. En todas esas cuestiones, el PSOE tiene una enorme oportunidad para hacer valer su voz, si es que el PP tanto desea su apoyo.
Pero miren las cosas desde otra óptica. Esos mismos diputados socialistas, –es cierto, quedarán lejos de la Moncloa– también pueden ser determinantes para la formación de un gobierno de izquierdas que quiera ser ambicioso y realista. Si Podemos mantiene esa retórica de los grandes cambios, debería aceptar los condicionantes que presente el PSOE.
Lo más fácil sería no tener que tomar decisiones. Cualquier paso que se adopta, implica riesgos. Pero los socialistas –por la coyuntura que vive España desde el inicio de la crisis en 2007– se pueden ver en una tesitura que ofrece grandes oportunidades para el conjunto del país. Más allá de las tácticas, el problema del PSOE es que debe aflorar qué es lo que quiere, qué considera idóneo para España en la próxima década, y cómo lo desea conseguir. Si eso lo tiene claro, será la fuerza política triunfadora de las elecciones.
¿Una quimera? ¿Un deseo que se quisiera que fuera relidad?
Se juega con ello en los últimos años, pero, ¿puede o no ser posible una reforma de la Constitución que ponga al día lo que se pactó en la transición, lo que incluye el reparto del poder territorial? El PSOE lo puede conseguir, arrastrando nada más y nada menos que al PP.