La gran decisión
El independentismo está a las puertas de decidir si apoya los presupuestos de Sánchez-Iglesias, que no son motivo de unanimidad
El independentismo, fraccionado y enfrentado entre sí, está a las puertas de tener que tomar una gran decisión. No se trata de reproclamar la «república» o no; sino apoyar los presupuestos de Sánchez-Iglesias (o no).
Ya se sabe que al independentismo catalán lo que le suceda a España le interesa más o menos lo mismo que la situación en Maldivas o Tasmania. Pero, en cambio, el tema de la supervivencia de Pedro Sánchez, lo reconozcan o no, les condiciona absolutamente.
Como siempre sucede en el separatismo, darle bola a Sánchez no es motivo de unanimidad. La posición de ERC es sabida: hay que ampliar las bases del separatismo, gobernar y llegar vivos a los juicios de los políticos presuntamente delictivos y a su sentencia.
Desde esa perspectiva en ERC están, sin duda, por llegar a un acuerdo con Sánchez. Para los de Oriol Junqueras cualquier concesión que se les haga, como por ejemplo anular el decreto que favorece la movilidad de empresas −que no su salida de Cataluña−, será vendido como un éxito y será suficiente.
La instrucción de Junqueras es clara: resistir a cualquier precio. En la otra orilla, la de Carles Puigdemont, la CUP y la ANC, las cosas se ven de distinta manera.
Puigdemont ya en su momento se resistió hasta el último instante a dar su ok a que los diputados del Pdecat apoyaran la moción de censura de Sánchez. El político prófugo lo tiene claro: “Contra el PP el separatismo tiene más posibilidades”.
Para el ex presidente catalán y sus acólitos en Barcelona la tensión es vida y, por tanto, la confrontación provocada por ellos esta semana en el Parlament es premeditada, porque creen que les da réditos electorales.
El presupuesto de Sánchez-Iglesias depende de una especie de magnicidio político del mundo «indepe» sobre su líder máximo: Carles Puigdemont
Sánchez ha puesto la maquinaria de propaganda en marcha. Carmen Calvo aprovechó su visita a la cena de PIMEC para repetir machaconamente que Cataluña se juega muchos millones en la aprobación o no del presupuesto del Estado.
Es su forma de presionar al mundo «indepe». Calvo dice claro al separatismo: “Si tu no vas, ellos –el PP– vuelven”.
Si ERC y Puigdemont no dan su ok a los presupuestos, el PSC además podrá hacer campaña en Cataluña acusando a los independentistas de ser los responsables de un posible cambio de gobierno en España. Creen que ese discurso les puede facilitar un ascenso importante en Cataluña en votos y escaños.
Puigdemont no está en condiciones y, sobre todo, no quiere llegar a ningún acuerdo. Así las cosas el presupuesto de Sánchez-Iglesias depende de la muy remota posibilidad de que su entorno se desprenda de él en una especie de magnicidio político del mundo «indepe» sobre su líder máximo.
Quim Torra, al insistir por segunda vez en su órdago a Sánchez sobre el referéndum, ha elevado la apuesta y pone muy difícil la aprobación del presupuesto.
¿Sánchez está preocupado?
Sánchez no está especialmente preocupado; siempre le queda la carta de prorrogar las cuentas de Mariano Rajoy y culpar a Puigdemont y su cerrazón de la falta de progresos en Cataluña.
En esas circunstancias podrá convocar elecciones en otoño de 2019 y buscar un acuerdo para prorrogar su estancia en la Moncloa de la mano de Podemos y ERC.
El anuncio de Ciudadanos de no investir de nuevo a Susana Díaz tras las elecciones andaluzas del 2-D aboca al PSOE a poder pactar solo con Podemos a nivel nacional para incrementar su cuota de poder autonómico y local.
Un presupuesto para «destruir» España
Como consideración final hay que decir que cuesta entender por qué Puigdemont no apoya las cuentas pactadas por Sánchez e Iglesias.
El conjunto de propuestas del pacto, por un lado de índole fiscal, y por el otro, de gasto público, son tan lesivas para la economía nacional que Puigdemont, que tanto ha soñado con provocar una crisis que hunda a España, permitiendo que esas cuentas vieran la luz y se llevaran a la práctica estaría dando un paso realmente efectivo en la línea de poner a España en el mismo punto crítico en la que la situó José Luis Rodríguez Zapatero.