La función efímera de Vox
Alguien que no es de Vox, ni por supuesto de izquierdas, ha utilizado a Vox para volver a la escena política. ¿Quién será?
Vox, la extrema derecha desacomplejada y descarada, ha echado a andar. Después de innumerables fracasos, cuenta con posibilidades de entrar en el Congreso con un par de diputados. Puede, como veremos, que incluso más.
En toda democracia consolidada, la función de los extremos consiste en tirar de todos los demás hacia sus posiciones. En muy poco tiempo, España ha pasado del movimiento del 15-M y el temor a la izquierda transformadora como factor desestabilizador, a dar un bandazo tremendo hacia la derecha.
La extrema derecha lleva años haciéndose oír en múltiples plataformas
Ahora que Podemos se ha convertido en la muleta del PSOE, una vez dejado atrás el peligro inminente de secesión catalana, lo normal sería que las aguas fueran volviendo a su cauce.
Pero, al parecer, se embravecen. Por el momento, el bandazo es mediático, pero ha iniciado un crescendo que tiene todos los visos de llegar a ensordecer. La extrema derecha lleva años haciéndose oír en múltiples plataformas. No se trataba de apariciones pintorescas sino de un prólogo.
Ha llegado el momento de levantar el telón y dar comienzo al primer acto. Si se cumplen los deseos del director de escena, la obra será de un solo acto.
A partir de ahora veremos fotos de Abascal con Marine Le Pen y Matteo Salvini
A partir de ahora, Vox saldrá a la calle para reivindicar las glorias de España, desde la reconquista a Franco, incluidas las cunetas, para exigir la expulsión masiva de inmigrantes, la supresión de la autonomía catalana y el encarcelamiento de sus líderes, atacar el feminismo, plantarse ante Europa y lo que se tercie.
La presencia de los líderes y partidarios de Vox en los medios será apabullante. Veremos en portada fotos de Abascal con Marine Le Pen, Matteo Salvini y los demás líderes de la extrema derecha.
El discurso de la extrema derecha entrará a chorro en las venas del sistema mediático. Su destino es ser homologado. Váyanse frotando los ojos los incrédulos y tomando tila los propensos a escandalizarse, porque hay espectáculo a lo grande y para rato.
Las primeras reacciones de los comentaristas modosos del centro y la izquierda consisten en reclamar del PP que no se deje arrastrar, que no dé cancha, que no se inmute. Pues sucede exactamente lo contrario.
A Pablo Casado se le ve transmudado. Por eso se apresura a minimizar la distancia entre él y Vox, a proclamar su amistad con Abascal para acabar rogando a sus votantes más derechistas que no le abandonen, porque no hace falta y por aquello del voto útil.
Según el CIS, en la España central, de Extremadura y Murcia a Cantabria pasando por ambas Castillas y Aragón, más del 10% de la población adulta se declara de extrema derecha (por cierto que en Cataluña el porcentaje desciende hasta el 3%, en el País Vasco hasta el 1,5% y en Andalucía es del 5%).
Todo parece indicar que dar pábulo a Vox equivale a dañar al PP y a Ciudadanos
Contando con que hasta ayer mismo tal confesión era algo vergonzante y a partir de ahora renace con orgullo, el caladero de votos puede ser incluso más suculento de lo que pronostican algunos sondeos. En la derecha eran pocos y parió la abuela.
Cualquiera que no sea un fanático o un mentecato se da cuenta enseguida de que dar pábulo a Vox equivale a dañar al PP, aunque tal vez más a Ciudadanos, por advenedizo. El pedigrí etnicista no se improvisa.
Es evidente que la presentación en sociedad y puesta de largo de Vox dificulta todavía más una mayoría parlamentaria de derechas. A nadie le conviene perder diputados, y menos cuando el PSOE gobierna y va por delante en los sondeos.
Una operación orquestada
¿Por qué Vox ha eclosionado precisamente ahora, cuando Casado y Rivera compiten y pujan en la misma subasta? ¿Por qué Rosa Díez fue expulsa de la política y Abascal es entronizado? Alguien que no es de Vox, ni por supuesto de izquierdas, ha dado el pistoletazo de salida.
El propósito de la operación Vox es diáfano: divide y vencerás; divide aunque sea al precio de regalar una legislatura entera a Pedro Sánchez; divide, sé bueno con todos tus divididos y podrás presentarte como el gran unificador de la derecha española.
¿Quién diablos puede ser el director de escena? El que ya disciplinó una vez a las huestes cainitas de la derecha; el único ex presidente del gobierno que sigue activo y con expectativas; el que ya se ofreciera para unificar a PP y C’s. ¿De quién se trata? Aunque no haga falta, una pista de tres letras: JMA.